Si
el gobierno y la oposición - si la población entera- hacen lo “normal” y
previsible, está garantizado el fracaso en 2014.
Necesitamos hacer realidad lo
inverosímil: que la fraternidad nazca donde sistemáticamente se ha sembrado el
odio, la división, el resentimiento social, el racismo y la exclusión;
sembrados pensando que esas son las poderosas fuerzas que movilizan a la
mayoría y anulan a los que se oponen.
No es sensato cultivar a Caín y querer
cosechar a Abel. No era lógico, ni
probable que Mandela saliera de su larga y dura cárcel a perdonar y abrazar a
sus carceleros. Pero el milagro ocurrió y llegado al poder no impuso el “apartheid” a la inversa para los
blancos pagaran sus agravios y atropellos acumulados; los lobos que se mataban
entre sí (homo homini lupus) se volvieron hermanos con la guía espiritual del
Hermano Mayor que con ejemplo, visión y coraje transformó la historia de un
país cargado de razones para seguir odiándose.
El
papa Francisco en su mensaje del 1º de enero para la Jornada Mundial de la Paz
nos dice que sin fraternidad no es posible la paz y parte de un hecho
innegable:”El corazón de todo hombre y de toda mujer alberga en su interior el
deseo de una vida plena, de la que forma parte un anhelo indeleble de
fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos
no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer”.
Aspiración tan cierta que la primera gran revolución moderna nació con el lema
“Libertad Igualdad y Fraternidad”. Y luego la bolchevique también prometió la
fraternidad con la implantación del paraíso en la tierra, sin propiedad, ni
necesidad de estado ni religión, donde el hombre nuevo sin mal, comparte todo
fraternalmente, sin mío ni tuyo. Con la revolución de la modernidad ilustrada
se eliminaron barreras sociales, los derechos humanos tomaron cuerpo en leyes e
instituciones y cultura, la ciencia y la tecnología abrieron la llave a un
formidable desarrollo de la racionalidad instrumental con inmensas posibilidades
de humanización. Pero también de mayores posibilidades de matar, dominar y
deshumanizar. Hemos aprendido a reclamar los derechos humanos igualitarios y
las libertades para el individuo, pero poco ha avanzado el espíritu de
fraternidad humana y sin ella la racionalidad instrumental se convierte en
portento tecnológico monstruoso. La fraternidad no es parida por la
racionalidad instrumental, ni por las leyes naturales, ni es algo que se exige,
sino que es la donación de sí, que nace y se alimenta del misterio de un
Dios-amor que se nos da y enciende el fuego de la gratuidad entre todos los
humanos. La fraternidad es reconocimiento y afirmación del otro, es dar la vida
por él, es la donación del encarcelado hacia el carcelero, rompiendo la cadena histórica
del ojo por ojo… La gratuidad hacia los hijos o entre los hermanos de sangre
tiende a brotar con facilidad en el jardín doméstico de los afectos, pero no
así hacia el enemigo que nos negó e hizo guerra. ¿Cómo transformar el enemigo
en amigo? ¿Cómo tender puentes y sumar fuerzas para ganar ambos y no fracasar
los dos? Es criminal burlarse del país que necesita esta fraternidad exigente y
transformadora con triquiñuelas tácticas y vivezas de malandro para aparecer
dialogantes mientras se está afianzando
el “apartheid” político contra el otro o se desata una campaña de difamación
para hacerlo merecedor de desprecio y de odio. Por ahora en el juego del poder
venezolano no brilla ningún Mandela con la grandeza de espíritu de la
fraternidad imprescindible para construir la Venezuela que necesitamos. Tampoco
es frecuente ver la fraternidad actuando en la economía con decisión e
inteligencia, superando la absolutización del interés propio que mutila la
solidaridad sin la cual no es posible la paz duradera, ni elevar la
productividad y bienestar compartido.
¿Qué
razones tenemos para no ser corruptos y no apropiarnos desde el poder de miles
de millones de dólares ajenos? ¿Por qué no matar si con ello elimino el único
obstáculo entre mi deseo de zapatos de marca y el dueño que los lleva puestos?
Con tan bajo índice de fraternidad es lógico que haya 25.000 asesinatos en el
año, escasa productividad, pobreza estructural y corrupción desbocada.
Simplemente no hay razones para que no sea así.
La razón para superarlo es la fraternidad que afirma la vida digna de los otros en
“nosotros”. Como dice el Papa en su mencionado mensaje: “La fraternidad tiene
necesidad de ser descubierta, amada, experimentada, anunciada y testimoniada.
Pero sólo el amor dado por Dios nos permite acoger y vivir plenamente la
fraternidad”. Lo atestiguan creyentes y agnósticos que reciben la misteriosa
llamada interior a ser don gratuito para los demás y descubren que dar la vida
por el otro, no es perderla sino
ganarla.
R.P.
Luis Ugalde s.j.
lugalde@ucab.edu.ve
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