Maduro llama a un consenso para pacificar al
país, pero solo ve la espiga en el ojo ajeno cuando dice que la violencia
social es producto de los antivalores del capitalismo, evadiendo la
responsabilidad del régimen, autollamado socialista, en estos últimos 15 años.
En sus palabras
superficiales para interpretar el flagelo de la inseguridad no reconoce que la
estrategia de imponer el socialismo a
raja tabla se plantea a partir de
destruir la sociedad civil para colectivizar la sociedad venezolana,
destruyendo la sociedad intermedia, en consecuencia, fragmentando aún más la
organización social, incluso la familia como núcleo fundamental de la
sociedad, destruyendo con ello la
identidad y la cohesión comunitaria. Un socialismo bajo amenaza se pretende imponer, este es el mensaje del Patria, Socialismo o
Muerte, aunque este lema fue suspendido debido a la enfermedad y muerte de
Chávez este penetro las raíces más profundas del alma del venezolano, alimento
el revanchismo y justifico la violencia social. La cultura de la muerte como sustrato ideológico.
El discurso desde la presidencia de la
república, imitado por sus seguidores,
promoviendo el odio y el resentimiento social como arma política y
justificación de la violencia en contra lo que ellos llaman el orden burgués,
contiene un mensaje divisionista y excluyente que deriva en tensión social
permanente y ruptura de los códigos de convivencia. No hay algo más incendiario
que un discurso mesiánico y fundamentalista convocando al revanchismo social
mediante la transferencia de la culpa en los sectores empobrecidos -ser rico es
malo-, -ellos te robaron lo que es tuyo….-ellos son enemigos de la patria- ,
etc. Se ha ido construyendo un andamiaje
en el imaginario colectivo de los venezolanos que nos divide y profundiza la
violencia, hasta el punto de que la vida no tiene ningún valor para los
sectores violentos. Con Maduro se reproduce la violencia verbal de Chávez.
La estrategia “revolucionaria” del enemigo
externo para el logro de la unidad nacional -el grito “guerra al invasor”- ha
generado un paradigma pernicioso sobre la tenencia y uso de las armas que ha
permeado a la sociedad. El armamentismo como ejemplo, como culto a la violencia
que deriva de las armas ha sido muy pernicioso. En los barrios empobrecidos un
arma es un instrumento de sobrevivencia
y símbolo de machismo, de “varón”, de superioridad; encontrar un arma en
Venezuela es “pan comido”, hay libre comercio de armas y municiones, se obvian
las normas restrictivas en esta materia, circulan 30 millones de balas al año.
No hay voluntad política para el desarme, suponemos que es por aquello del
“pueblo en armas”, círculos bolivarianos y colectivos defensores de la
revolución. Una revolución pacifica pero armada como advertencia.
Maduro no habla de la impunidad y de la
corrupción de los sistemas judiciales y policiales. Evade este debate por miedo
a las mafias enquistadas en esas instituciones. La impunidad ha creado
confianza en el delincuente de que no le va a pasar nada, ni va a ser detenido
y mucho menos juzgado, las cifras así lo demuestran. En Venezuela solo el 4% de
los delitos son castigados, se han desmantelado las policías de investigación
para convertirlas en policías políticas, no hay investigación policial
científica a menos que sea un caso escandaloso, hay corrupción en el procesamiento
de expedientes, sobre todo, trafico de influencia derivada de la partidización
de los tribunales, incluso se habla de liberaciones “asistidas” movidas por
“misiones especiales”. Policías partidizadas, corrompidas y desmoralizadas,
participación de funcionarios militares y policiales en actos delincuenciales
amparados y confiados en la impunidad reinante. Asistimos a una crisis ética de
la justicia y esto ya es muy grave, recordemos la máxima “sin justicia
equilibrada y honesta no habrá convivencia,
mucho menos paz”. Cuestión que se ha agravado con la militarización de
los cuerpos de seguridad, estrategia que es contraria a la Constitución
Nacional que dice que son competencias civiles.
Tampoco Maduro dice nada del tráfico de
narcóticos en Venezuela. El narcotráfico y la drogadicción: uno de los signos
de los países puentes del narcotráfico es el crecimiento de los niveles de
consumo de drogas en la población, por el fácil acceso a ellas, ya que se
desarrollan sistemas o redes informales de distribución-mercadeo con precios
muy asequibles al detal, con redes muy eficientes y “protegidas”. Venezuela ha
sido declarada por organismos internacionales como puente de la droga. El
narcotráfico es toda una organización transnacional y tiene una cultura corporativa
que crea condiciones para la formación de bandas cercanas para su protección,
paramilitares o parapoliciales, las cuales se convierten en parte de un sistema
muy poderoso y difícil de combatir como es el crimen organizado, sobre todo,
cuando el sistema policial se ha politizado y deteriorado tanto en su condición
ética como en su capacidad operativa. Si
a esto se suma la corrupción judicial y policial esta pesadilla se
convierte en una bomba de tiempo.
Maduro evade hablar sobre las desigualdades sociales.
La situación de pobreza no es “per se” causa de la inseguridad pero si es un
condicionante psicosocial para el
desarrollo de ese flagelo. Es por ello,
que cualquier análisis sobre la inseguridad debe incorporar este componente. El
proyecto socialista lejos de resolver la pobreza la congela y la hace
acumulativa. Este gobierno no ha cambiado en nada en relación al clientelismo y
populismo de los gobiernos anteriores para abordar las desigualdades, sino por
el contrario, las ha profundizado. La estatización de la economía en la
búsqueda de controlar los medios de producción ha destruido miles de puestos de
trabajo, generando desempleo y multiplicando por cinco la pobreza. La falta de
oportunidades, la exclusión laboral, la incertidumbre económica
A
todos estos factores se le une una educación carencial y adoctrinada. La
escuela pública venezolana nunca había estado tan amenazada como ahora. Por un
lado, el deterioro de la calidad y caída del apoyo socioeconómico al estudiante
para su permanencia en el sistema escolar ha determinado que la educación no
sea atractiva para los adolescentes y jóvenes de los barrios empobrecidos, ya
que dejó de ser una vía para la movilidad social. La consecuencia de esto son 4
millones de niños y adolescentes fuera del sistema escolar que están en
condición de calle, vagancia callejera y trabajadores informales. Por el otro,
el adoctrinamiento de los estudiantes en la escuela pública, mediante una carga
ideológica promotora de la fragmentación política y social -aprender para
servir al Estado vs aprender para la vida y para la ciudadanía-, siembra la
semilla del resentimiento social y traslado de la culpa, promueve la ruptura de
la relación afectiva familiar al trasladar la imagen de la autoridad de los
padres hacia el Estado y contribuye a la violencia familiar y abandono del
hogar a temprana edad.
juancdula@yahoo.es
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