Se
observa en Venezuela la reiterada utilización de expresiones erradas y confusas
sobre nuestra historia, conceptos y juicios emitidos sin rigor intelectual y
autorizado fundamento a través de ideas aventadas ante la audiencia pública en
contextos inapropiados, sin asumir la más elemental sindéresis, sin cuidar el
efecto pernicioso que se produce en el país.
Lo más grave, además, es el
silencio con que se acepta el hecho por parte de quienes conocen lo inapropiado
del mensaje, estando en la obligación de señalarlo, como corresponde hacerlo,
en defensa de la verdad y de la razón, así como por la responsabilidad de
proteger los valores del país tanto por mandato moral como constitucional.
Como
parte de las apreciaciones con las se pretende interpretar a nuestra historia,
ahora se señala la primacía del ejército frente a la República, como una
especie de reconocimiento al sector militar cuando, por el contrario, el error
le resta a su justo carácter y significación institucional en desmedro de la
realidad histórica y de nuestra tradición republicana y civilista, que no es
opuesta al reconocimiento de la digna actuación militar, cuando ello se
justifica y más en aquellos episodios en los cuales han honrado con sus actos y
ejemplo a la patria de los libertadores.
Acabamos
de celebrar los 200 años de nuestra declaración de independencia y de la
Constitución Federal de 1811, no como un hecho aislado de la Primera República
sino como parte de un proceso histórico que dio origen a la misma, a sus
principios, a sus instituciones, a los
derechos y deberes ciudadanos y al rol que en una sociedad libre corresponde a
distintos sectores, entre ellos el militar.
La
organización republicana que inspiró la revolución de independencia, su
declaración, la Constitución Federal de 1811 y posteriores, la guerra misma a
su favor hasta su definitivo reconocimiento internacional, fue un hecho
sustancial en nuestra estructuración como país y cuyo basamento ideológico se
manifestó en todos los actos constitutivos de la nación. Basta leer el Acta del
5 de julio de 1811 para apreciar cómo bajo su inspiración surgimos como:
"estados libres, soberanos e independientes". La República encarnó
entonces el reconocimiento de la soberanía popular, el carácter representativo
del Gobierno, la significación de los poderes del Estado y de su necesaria
división, la vigencia de los derechos del hombre, la libertad y la composición
de una sociedad más democrática. Fue a favor de la República -de sus derechos y determinaciones
soberanas-, a quien el Supremo Poder Ejecutivo ordenó jurar en 1811 al sector
militar: "reconocimiento y fidelidad..., cuyo acto solemne se hará
públicamente, y a presencia del referido Gobernador militar y demás jefes de la
guarnición".
De
la misma manera, nuestra primera Constitución republicana fue categórica al
definir la autoridad a quien correspondía dirigir: "las armas... y... las
milicias nacionales" y la disciplina que debían observar: "en
servicio de la Nación" y ejerciendo: "una exacta subordinación a la
autoridad civil". Igualmente, los magistrados y oficiales del Gobierno
fueron considerados: "meros agentes y representantes del pueblo", sin
corresponder a: "ninguna porción o reunión de ciudadanos, ni ninguna
corporación particular..., atribuirse la soberanía de la sociedad", lo
cual indicaba los límites y evidenciaba la necesaria subordinación.
La
validez de la República como entidad política fue defendida por el ejército
libertador en los campos de batalla, para perpetuar sus principios y sus
finalidades como expresión de sus más enaltecedoras realizaciones, y cuando en
1830 en Congreso Constituyente determinó la nueva organización de Venezuela, se
decretó el 24 de septiembre de ese año el juramento que debía prestar: "la
oficialidad y tropa... frente a las banderas de la República" en solemne
acatamiento a la Constitución y al destino de grandeza y virtud que se
pretendía para la nación.
Nuestra accidentada historia posterior, bajo el influyo del militarismo y el caudillismo, contradice el deber de lealtad a la República y atenta contra su plenitud como entidad política representativa de nuestros más elevados valores históricos y sociales que la han perpetuado desde nuestra independencia.
La
República se estableció primero y el ejército la defendió después con
sacrificio y con honor al valorar entonces el significado trascendente de la
independencia y el sentido moral del patriotismo: "la observancia de las
leyes, la defensa de los principios y de los derechos" como lo expresaba
Sucre, lo cual constituía para él: "la buena causa, la causa de los
pueblos, la de la patria...", ya que de otra manera se distorsionaba
gravemente el deber, el carácter, la significación histórica de ella y de los
hombres.
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