miércoles, 29 de enero de 2014

GABRIEL S. BORAGINA, SUBSIDIOS...PARA POCOS, DESDE ARGENTINA

El gobierno argentino, a cargo del "Frente para la Victoria" de los Kirchner (FpV), ha anunciado el otorgamiento de un nuevo subsidio, esta vez destinado a los jóvenes que no trabajan ni estudian, lo que merece varias reflexiones. 
En primer lugar, se trata de un reconocimiento implícito del estrepitoso fracaso de este gobierno en materia laboral y educativa, lo que resulta más revelador aun si se tiene en cuenta el dilatadísimo lapso que lleva a cargo del ejecutivo (un decenio exacto) tiempo más que suficiente para haber tenido por solucionado los problemas más acuciantes del país, entre ellos el educativo y laboral. Se trata pues, de una admisión tácita de su más completa derrota en dichos sectores.
Desde luego, no estamos ante el primer gobierno que hace uso del sistema de subsidios. Como explica el Profesor Dr. Alberto Benegas Lynch (h):
"En los reiterados casos de subsidios que otorgan los gobiernos existe la costumbre de recortar el plano visual y circunscribir los efectos para el caso de los sujetos subsidiados. Obsérvese el curso de las campañas electorales: ya se trate de promesas de subsidios encubiertos o subsidios que se presentan crudamente al descubierto (en general se trata de los primeros) en cualquier caso se pretende recortar el plano visual señalando los beneficios que obtendrá el subsidiado. En verdad, esos beneficios son en muchos casos ciertos, pero el subsidio significa que el gobierno recurre a la fuerza para sacar recursos que hubieran sido destinados a un sector para destinarlos a otro. Se hubieran destinado al primer sector porque allí resultan de mayor provecho lo cual, a su vez, implica que las posibilidades de capitalización disminuyen con lo que, como una consecuencia no buscada, los ingresos y salarios en términos reales también merman. Por tanto, el cambio forzado de un sector por otro, significa menor nivel de vida para la gente en beneficio del subsidiado."[1]
Como decíamos, en el caso del FpV, lo que se evidencia con esta medida es que no se han generado fuentes genuinas de trabajo que capten la mano de obra que ahora se pretende subsidiar, y esos nuevos puestos laborales no han aparecido en la última década, por cuanto el gobierno del FpV ha obstaculizado de todas las maneras posibles -e incluso ha combatido fervorosamente- la producción y el comercio en prácticamente todas las áreas de producción y comercialización, a través de varios instrumentos, pero con mayor énfasis mediante los fiscales, claramente confiscatorios.
"Una vez que se abren las compuertas de los subsidios se monta una máquina que hace que se desate una competencia por los recursos escasos de lo que se ofrece. De este modo los empresarios desvían su atención del mercado y la centran en quienes otorgan subsidios. Se desata así una lucha para ver quién saca mejor partida a expensas de los demás ya que el subsidio necesariamente proviene de los bolsillos de otros que resultan expoliados. Pero aquí no se trata simplemente de una suma cero, es decir, de una transferencia coactiva de un grupo o de una persona a otro grupo o persona. La competencia por obtener se desata debido a que los recursos son limitados. También son limitados los privilegios aunque no se trate de una transferencia directa de recursos puesto que si todos son privilegiados no habría privilegiados."[2]
Pese a que el Profesor A. Benegas Lynch (h) se refiere en el párrafo citado a los empresarios, los efectos son similares respecto de todos aquellos que -sin ser empresarios- reciben un subsidio. Es un principio básico de la economía que los recursos son escasos y las necesidades son ilimitadas. Esto implica que los subsidiados, en poco tiempo, considerarán insuficiente el subsidio recibido y no tardarán en reclamar una mayor cuantía del mismo, o incluso subsidios adicionales al primero, o ambas cosas a la vez. Pero también no tardarán en oírse los reclamos de aquellos que han quedado afuera del beneficio, y se consideran con "derecho" al mismo por razones similares a los primeros favorecidos, o "argumentos" parecidos a los de estos.
En el caso analizado, lo que en realidad se está otorgando es un subsidio al desempleo. Al respecto, ya había enseñado Henry Hazlitt:
"Tampoco puede rectificarse la situación concediendo subsidios por paro. Tal subsidio, en primer lugar, es pagado en gran parte, directa o indirectamente, con los salarios de los que trabajan. Reduce, por consiguiente, esos salarios. Además, según hemos visto, un socorro «adecuado» provoca paro. Esto ocurre de diversas formas. Cuando en el pasado las poderosas uniones sindicales habían de sostener a sus miembros sin empleo, reflexionaban mucho antes de decidirse a solicitar unos salarios que darían lugar al paro de parte de sus afiliados. Pero cuando existe un sistema de subsidios en virtud del cual es el contribuyente quien sostiene a los obreros sin empleo, consecuencia de los excesivos aumentos de salarios, aquella prudencia en las exigencias de los sindicatos desaparece. Además, según hemos indicado ya, un socorro «adecuado» invitará a muchos a no buscar trabajo alguno y hará que otros piensen que se les está pidiendo que trabajen no por el salario ofrecido, sino sólo por la diferencia entre dicho salario y el importe del socorro Y un paro extenso significa que se produce menos, que la colectividad se empobrece y que todos tendremos menor cantidad de bienes a nuestra disposición."[3]
El subsidio que otorga el gobierno revela -en pocas palabras- que existe mayor desempleo en el renglón subsidiado, o en la franja de los receptores del subsidio. Nuevamente, es una confesión ficta del fracaso de sus políticas de "pleno empleo". Y como explica Hazlitt, el desempleo no se subsana con subsidios, sino que, por el contrario, se lo empeora.
Otro tanto sucede en el campo educativo. Si el que no estudia recibe dinero por no hacerlo, va de suyo que se lo está invitando a permanecer en la ignorancia.

[1] El juicio crítico como progreso. Editorial Sudamericana. Pág. 102-103
[2] El juicio crítico... pág. 515 a 518
[3] La economía en una lección. Pág. 75.

Gabriel S. Boragina
gabriel.boragina@gmail.com

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