El
objetivo de todo grupo político es conquistar el poder. De esta realidad, no
debe haber ninguna duda. La democracia, como régimen político y forma pacífica
de resolver los conflictos sociales mediante la consulta popular fue un
importante avance de la civilización humana. Tuvo su origen en la Europa
Occidental, después del triunfo de las revoluciones inglesa y francesa, en su
permanente lucha para alcanzar la libertad del hombre, limitando el absolutismo
monárquico, mediante la aplicación de la teoría de Montesquieu, de la
separación e independencia de los poderes públicos.
Su expansión a otras regiones del mundo ha
sido muy lenta, y su vigencia, en el caso de Iberoamérica, siempre fue
amenazada por el surgimiento de un fenómeno social originado en la Guerra de Independencia: el
caudillismo militar.
La revolución industrial, durante el
siglo XIX, le permitió por primera vez al hombre liberarse de la tradicional
escasez que siempre caracterizó la sociedad humana, pero ese avance en la
producción creó un nuevo fenómeno: la concentración del capital en pocas manos
y la explotación del hombre por el hombre. Esa injusta situación trajo la
severa crítica marxista, que revitalizó las tradicionales ideas socialistas al lograr, de inmediato, millones de
seguidores. Su tesis de que el comunismo surgiría en una sociedad capitalista
avanzada, fue cuestionada por el pensamiento de Lenin y su revolución de
Abril, al alcanzar el poder en la Rusia
Zarista. En medio de ese complejo proceso surgieron otros fenómenos: la
limitación de la libertad humana ante el predominio del Estado y la incapacidad
de las ideas marxistas de resolver el fenómeno de la pobreza.
Ese es justamente el problema actual de
Venezuela. El Socialismo del Siglo XXI, tiene un claro origen marxista y una marcada tendencia al totalitarismo
político expresado mediante el irrespeto de los principios democráticos
establecidos en los artículos 2, 6 y 328 de la Constitución de 1999. Esa
tendencia quedó ratificada en el esfuerzo que hizo Hugo Chávez al querer
imponer una reforma constitucional en el año 2007, y al ser rechazada por el
voto popular, tomar el camino inconstitucional
de la enmienda del artículo 230 que limitaba la reelección indefinida y
mediante una ley habilitante aprobar un conjunto de leyes que se alejaban
totalmente de la esencia democrática de nuestro sistema político. A partir de ese momento, el control absoluto
de los poderes públicos, ha limitado totalmente la necesaria equidad que exige
el voto popular.
Una de las estrategias establecidas por
el chavismo fue programar una permanente
consulta popular, de tal manera que mediante el descarado ventajismo electoral,
fuera posible triunfar en las elecciones para legitimar la mal llamada
Revolución Bolivariana. Circunstancialmente, tenemos un largo receso de dos
años sin elecciones. Esta realidad debe obligar a la oposición a tomar un
conjunto de medidas que logre garantizar transformarnos en una verdadera
mayoría. El momento es oportuno: la crisis política, la falta de liderazgo de
Nicolás Maduro, la creciente inflación, la escasez de productos de primera
necesidad y la inseguridad desbordada son factores que, bien aprovechados por
la oposición, pueden permitirle transformarse en esa ansiada y definitiva
mayoría. El otro aspecto fundamental es el fortalecimiento de los partidos
políticos.
El balance de la Mesa de la Unidad, con aciertos y errores, no puede considerarse negativo, pero es el momento preciso para que pase a un segundo plano, ya que al no existir elecciones el trabajo político debe ser conducido por los partidos.
En un brillante artículo, el
padre Luis Ugalde señalaba que la oposición tenía que “establecer una
estrategia que le permitiera avanzar consistentemente en espacios populares
como el oeste de Caracas, Oriente y Guayana”.
Esa función de penetración social no se logra a través de los medios de comunicación, sino mediante un trabajo de organización y de cercanía de un liderazgo que realmente represente los intereses populares. El otro aspecto a entender es que el enfrentamiento no es sólo electoral, sino que debe ser orientado hacia todas las otras formas de lucha. Recuerden el 23 de Enero de 1958. Realmente, un verdadero reto para la oposición.
fochoaantich@gmail.com.
@FochoaAntich
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