jueves, 16 de enero de 2014

EGILDO LUJAN NAVA, LA BELLEZA TEÑIDA DE SANGRE, FORMATO DEL FUTURO…

El tema de la semana -y el  que  comenzó hace ya 15 años- es el de la inseguridad. En cada uno de los últimos años, a los venezolanos se les han anunciado no menos de dos planes de seguridad cada 12 meses para combatir el delito. Y ya remonta la increíble cantidad de más de veinte. No obstante, el delito, la delincuencia y la impunidad siguen campeando descaradamente.

Se ha jugado con las cifras. El “balance” de cada Plan anunciando generalmente entre serpentinas y muchos medios de comunicación social, a decir de los voceros gubernamentales, es que “estamos reduciendo las cifras delictivas”. Pero al final de cada año, la población que vive y siente la fuerza de la violencia y del delito, deduce lo contrario: el número de asesinatos se incrementa en forma alarmante. De hecho, el 2013 cerró con más de veinticuatro mil personas asesinadas. No obstante, las autoridades aseguran que el año pasado hubo un descenso en la criminalidad.

Venezuela es ya, de hecho, uno de los países más peligrosos del mundo. Y hoy lo rubrica el doloroso e indignante crimen cometido en contra de la muy querida  Reina de Belleza y ciudadana ejemplar Mónica Spear y su esposo Thomas Berry. Es un hecho que se convirtió en noticia más allá de las fronteras nacionales. Fue reseñado con asombro a nivel mundial.

¿Por cuánto tiempo más tiene que vivir Venezuela signada por esta situación?.Ya es hora  -e indispensable- que se haga un drástico detente, un reenfoque en la manera como se que querido atacar el cuadro delictivo criollo, y plantear nuevas acciones dirigidas a hacerle frente a este grave problema social que está destruyendo vidas, desintegrando familias e imponiendo cambios en los hábitos de vida de los venezolanos, a todos los niveles. Vivir en Venezuela es hacerlo obligado bajo un toque de queda, en pánico permanente y acariciando la posibilidad de abandonar el país, cuando se pueda. Y emigrar, lamentablemente, está más asociado al miedo a perder la vida, antes, inclusive -a pesar de la también gravedad que registra la Nación en ese campo-  que lo económico.

Es una vergüenza que Venezuela sea conocida por su violencia e impunidad, pero también por ser el país con las mayores reservas probadas de hidrocarburos a nivel mundial, y, además, a decir de informes internacionales especializados en el tema, por estar  penetrado por el narcotráfico, y funcionar como un campo franco en el lavado de dinero. Adicionalmente, se exhibe ante los países vecinos del Continente  con la inflación más alta de la región, uno de los peores niveles de corrupción, una deuda interna y externa enorme y de dimensiones inimaginables, no obstante haber recibido durante la última década  ingresos superiores al billón de dólares, gracias a la venta de su petróleo a valores superiores a 100 (cien) dólares el barril.

Adicionalmente, hoy se le cita en el ámbito de los negocios globales por estarse ocupando de enfrentar el 2014 haciendo maromas operativas para poder importar casi todo lo que consume su población, ya que tampoco dispone de la cantidad suficiente de dólares para adquirir los insumos, las materias primas y ciertos bienes de capital imprescindibles para que las empresas primarias y manufactureras privadas puedan satisfacer parte de la demanda nacional. Esas empresas, es la verdad, son las que cuentan, porque las públicas no pasan de ser símbolos de la ineficiencia gerencial gubernamental, como de la osadía destructora de quienes insisten en que el Estado lo puede y debe hacer todo.

De esa misma osadía que ha hecho que sea un lujo poder adquirir papel sanitario, medicinas y cualquier alimento básico, lo cual ahora sólo es posible a partir de la obligada dedicación de horas y horas a hacer colas, prolongados recorridos entre farmacias y, en ciertos casos, someterse a las exigencias en cuanto a precios promovidos por la  “competencia” que ya han creado los administradores de las mafias dominantes del mercado negro.
      
Por esas múltiples y complejas razones, es por lo que se considera que ha llegado la hora de hacer un llamado a nivel nacional para que, haciéndose abstracción de compromisos o fidelidades ideológicas y políticas, se construya un entendimiento progresivo que concluya en la búsqueda de soluciones. Ya no se trata de chavistas o de opositores, de revolucionarios o de contrarrevolucionarios, sino de venezolanos dispuestos a impedir que la marcha nacional hacia un destino desconocido, pudiera convertirse en una causa mayor  para que emerjan soluciones al margen de la racionalidad civilizada.

¿Qué más se puede pretender para llegar a soluciones coyunturales y estructurales de largo plazo?. ¿Un combate cuerpo a cuerpo?. ¿Una guerra civil?. Luce exagerado, es verdad, pero, progresivamente, se ha ido imponiendo la convicción en la ciudadanía de que Venezuela está en el último umbral para tomar una sola y única determinación: la unidad para salvar al país del  colapso.

Sólo unidos, los venezolanos pueden reconstruir la Patria. Sólo unidos, pueden  recuperar el tiempo perdido. Sólo unidos pueden identificar y ubicar objetivamente que cuentan con todos los elementos necesarios para reconstruir el tejido social, de salud, educativo y productivo que ha sido arrasado por torpeza, egoísmo, intereses creados y la ignorancia -o minimización- del costo de los arrebatos en funciones de liderazgos mal entendidos y ejercidos.

Los venezolanos  hoy conforman un pueblo obstinado por  la violencia, el eterno avivamiento del odio, de los insultos y, sin duda alguna, dispuestos a unir esfuerzos a favor del desarrollo y del  trabajo por el bien de todos y para todos. Es la expresión y sentimiento de una sociedad  que sobrepasa la capacidad visionaria de su liderazgo, y se resiste a jugar a soluciones promovidas por tendencias interesadas no necesariamente en lo que ella requiere.

Es el momento de construir credibilidad para que esas posibilidades no sean arrastradas por la incomprensión del instante histórico. Y una manera de hacerlo pudiera ser a partir de la aceptación de una amnistía, por lo demás,  ya propuesta por casi todas las instituciones venezolanas más reconocidas; de la liberación de los presos políticos, como de la apertura de las puertas del país para que puedan regresar los compatriotas que optaron por el exilio.

Es el momento de llamar a trabajar a los mejores; de democratizar la Asamblea Nacional; de la autonomía de los poderes públicos. Pero también de iniciar una verdadera lucha contra las causas de la violencia, del  delito en todas sus variables, y  de despartidizar el Poder Judicial.

Hacerlo, sin duda alguna, haría renacer la determinación de alzar la voz a favor de un ¡Viva Venezuela¡, por encima, inclusive, de quienes hoy, desde sus diversas trincheras, prefieren medrar en el medio de los sinsabores mayoritarios, apostar por la caotización incontrolable de las realidades, y jugar a las superadas salidas históricas del Siglo XIX.

egildolujan@gmail.com

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