Cuando hablamos de la realidad venezolana es
inevitable compararnos con una familia que se gana la lotería y tras gastarse
los reales en rumba, excesos y vicios tiene que ajustar su presupuesto.
Pero al
hacerlo el padre irresponsable no se priva de los bienes de lujo, no decide
vender lo que no necesita, sino que recorta la comida, educación y salud de sus
hijos. Hablamos de una familia que se acostumbró a la vida de ricos, que creyó
que el dinero es un recurso infinito y que prefiere mantener el estatus, antes
que corregir las fallas en sus finanzas.
Aquí siempre hemos pensado que por ser un
“país rico” tenemos que tener una mentalidad pobre. Todos reclamamos “nuestra
herencia” por haber nacido en un territorio donde abunda el petróleo, pero
también la miseria. En décadas aquí no se ha sembrado el petróleo, se ha
enraizado un modelo político que usa la renta petrolera para crear ciudadanos
dependientes del asistencialismo del Estado.
Han sido años de despilfarro, de gasto fiscal
sin control y manejo discrecional de las fianzas públicas. La fiesta del oro
negro trajo un fuerte ratón y ahora toca aplicar medidas para superarlo. La
pregunta es ¿Cuáles medidas? Evidentemente las que está anunciando el gobierno
a cuenta gotas no ayudan a superar la crisis, sino a profundizarla.
Después que desde el gobierno se nos dijo que
Venezuela estaba “blindada” ante la crisis económica mundial, que hasta le
ofrecieron dinero a Obama para ayudar a EE.UU a superar su déficit fiscal, nos
salen con nuevas medidas económicas que en nada solucionan los problemas de
fondo, sino que siguen castigando a los venezolanos honestos. Aquellos que
quieren progresar en un país donde es cada vez más difícil invertir. Donde
tener una visión de futuro equivale a estar loco, porque aquí impera el
cortoplacismo, la trampa y la corrupción. Quienes defraudan al Estado lo
seguirán haciendo, porque son expertos en saltar la ley y convierten cada
control en una nueva oportunidad de negocio.
Pero ese es solo un componente de la
corrupción, enquistado en el poder hay uno mucho más poderoso, que debemos
llamarlos los “raspaollas”. Ellos le han dado con todo a las finanzas públicas,
pero son los mismos que salen diciéndonos que debemos ser víctimas de nuevas
regulaciones porque hay una “guerra económica”. Cuando la guerra económica es
sobrevivir en Venezuela con la escasez e inflación más alta del mundo.
Los “raspaollas” culpan a los “raspacupos” de
ser la nueva devaluación, siendo ellos los padres de CADIVI, de esa forma de
administrar los recursos del país de manera paternalista, que acostumbró a los
ciudadanos a humillarse ante el Estado por dólares que deberían circular
libremente. Prometen pulverizar el dólar paralelo, lo que le pediríamos en más
puntería, antes que nos conviertan en polvo a todos.
Brian@juventudsucre.com
@Brianfincheltub
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