sábado, 21 de diciembre de 2013

SIMON GARCIA. ¿QUE ES ESTO?, EL LUGAR COMÚN

No es dificil imaginar la situación en la que estaríamos si los demócratas, particularmente los que no desestimamos ninguna forma de lucha, hubiéramos dejado de ir a votar. La abstención hubría alcanzado un nivel histórico: el gobierno al que le hacemos oposición se habría fortalecido y la democracia a la que defendemos se habría debilitado.
            La abstención es inutil cuando opera como indiferencia, abandono o rendición. El abstencionista por claudicación es un nihilista, no sólo por no creer en nada sino por haber llegado al cerrado convencimiento de que no hay nada que hacer. Perdió la fé y con ella la condición de ciudadano.
            Si la mitad de los que votamos por Capriles en abril no hubiéramos vuelto a votar el 8 de diciembre, el gobierno nacional no se habría visto obligado a dar un viraje en su conducta y convocar a los gobernadores y Alcaldes, electos con la tarjeta de la Unidad, a un diálogo que habilitó un hombrillo para la convivencia.
            El 8 de diciembre, a fuerza de persistir en votar, construimos un muro que esta vez sólo llegó al 44%, pero que ganó en los más dinámicos espacios urbanos del país. La mayoría sigue oscilante de uno a otro proceso, pero disputada por unas fuerzas de cambio que parecen haber comprendido que no hay soluciones instántaneas. Estamos en medio de una prueba de resistencia con pronósticos inciertos sobre el vigor y la ruta del corredor con el cual competimos. Pero que nos lleva una ventaja.
            El gesto realizado por Maduro, que dejó de ser una oferta retórica para convertirse en un acto  concreto, debe valorarse sin prejuicios. Las motivaciones y los intereses que lo explican no anulan su trascendencia. En lo inmediato significó la suspensión de la idea, así sea momentáneamente, de que el otro es un enemigo al que hay que liquidar.
            El Presidente hizo una defensa muy tajante de la necesidad y la importancia de la política. Su visión y su comportamiento constituyó un reconocimiento de su pluralidad y una declarada invitación a entender que dentro de sus antagonismos y su carácter competitivo pueden existir zonas abiertas a una dinámica ganar/ganar.
            Si la reunión del Presidente con los Gobernadores y Alcaldes de la MUD sólo sirviera para establecer canales de comunicación y de trámite entre los distintos niveles de gobierno ya tendríamos una ganancia. Si además generara acuerdos en torno a proyectos en áreas concurrentes y una reconsideración sobre los montos que legalmente corresponden a los municipios y Estados, aportaría una mejora en el comportamiento del sector público para resolver problemas que afectan a todos los ciudadanos.
          Pero hay otros escalones que debería subir el diálogo posible. Uno lo plantearon los Alcaldes: el pacto social y democrático está en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Si es cierto que no le esta permitido a ningun actor político o institucional actuar fuera de ella, tampoco se puede alterar las definiciones y principios de esta Constitución mediante ley alguna. La naturaleza socialista del Estado no puede ser producto de una Ley.
            
El otro escalón del diálogo se está planteando a lo fuente ovejuna. La prolongada exposición de la población a la confrontación agresiva ha terminado por crear una alta tensión que traba al país. Tras la división la gente ha venido descubriendo que puede ponerse de acuerdo para buscar soluciones a sus problemas al margen de sus ideas políticas. El diálogo ha comenzado a ser una vivencia cotidiana a nivel popular.
            Y esto significa la proximidad de cambios político culturales de largo alcance: practicar la coexistencia e incluso cooperación entre proyectos políticos rivales. El proyecto revolucionario actualmente en el poder ratificaría su vocación y su desenvolvimiento fundamentalmente democrático. El proyecto progresista podría concentrarse en objetivos extraelectorales como el de su construcción social y cultural: estar al lado de la gente y elaborar ideas para cimentar una identidad alternativa al populismo y al rupturismo anacrónico.
            Hay que ayudar a demostrar las ventajas del diálogo. Un gesto esperado es que la devolución a la ciudad de Valencia del patrimonio que por tradición y legalidad le pertence. Pero, a su vez la oposición debe abandonar la pasividad del vamos a ver. La convivencia es un valor tan importante que no hay que sentarse a esperar por ella.
@garcíasim   

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