lunes, 9 de diciembre de 2013

PAULINA GAMUS, EL METALENGUAJE

Hubo otro presidente tan o más ignorante que Maduro, que gobernó con mano de hierro a Venezuela durante 27 años, sin que nadie osara burlarse de su escasa formación. Ignorante pero no bruto, se rodeó siempre de funcionarios cultos y eficientes y habló muy poco, apenas con monosílabos, para no meter la pata.

En septiembre último se realizó en Caracas, el Foro “Neolengua, Polarización y Reconciliación en Venezuela: el rescate de la lengua como desafío de la democracia en Venezuela”; organizado por el Instituto Prensa y Sociedad (IPYS) y “Un Estado de Derecho” (UED). El título de la convocatoria explicaba la naturaleza del evento. Fue George Orwell en su novela “1984” quien creó el término neolengua (newspeak) para describir el lenguaje propio y diferente que crean los regímenes totalitarios; el objetivo es que ese lenguaje no sea el reflejo de la realidad sino que la construya. La inspiración de Orwell para crear el término e incorporarlo a una de sus obras maestras, fueron -en términos de igualdad- el nazismo hitleriano y el estalinismo soviético.

En el Foro al que hemos hecho referencia, se hizo un recuento de la terminología que los venezolanos hemos padecido en los últimos quince años, con los que podría producirse el diccionario de la neolengua del neototalitarismo chavista. No en balde el difunto Chávez fue un discípulo aprovechado de Fidel Castro y aquí hemos tenido desde entonces, con la jerarquía de gobierno imperial de un país ocupado, a miles de cubanos para que dicten cátedra a los súbditos venezolanos en materias que le dieron tan buen resultado al barbudo inmortal (porque no acaba de morirse). Sabotaje intencional (en lugar de fallas de mantenimiento) Plan de Ordenamiento de Uso y de Administración de Seguridad del Sistema Eléctrico (en lugar de recorte y de racionamiento eléctrico) Mecanismo cambiario alternativo (en lugar de devaluación del bolívar), latifundio, participación ciudadana, libertad, felicidad social, cuarta república, parlamentarismo de calle, patriota, guardia del pueblo, justicia comunal, contraloría social, medidas judiciales de aseguramiento, Misiones, Poder Popular, hegemonía comunicacional, milicias, gobierno de calle, economía comunal, tenemos patria, son algunos de los eufemismos usados por voceros del Ejecutivo Nacional. Esa terminología no es inocente ni improvisada, tiene fines políticos claros: crear división social mediante la imposición de un pensamiento único.

A lo anterior hay que sumar la interminable lista de insultos que Chávez inauguró como estilo de gobierno y que sus herederos repiten en todos los medios de comunicación estatales y privados. Están dirigidos contra de toda forma de disidencia: majunches, escuálidos, vende patria, cachorros del imperio, explotadores, ladrones, gusanos, perros, arrastrados, apátridas, cobardes, deshonestos, terratenientes, estafadores, necrófilos, traficantes, drogadictos, mercenarios, sicarios, contrabandistas, delincuentes, cáncer, tumores, matasanos, torturadores, tienen al diablo debajo de las sotanas, la nada, desquiciados, disociados, sanguijuelas, pitiyanquis, golpistas, conspiradores, entreguistas, cobardes, llorones, chillan como un cochino, miserables, terroristas, paqueteros, perros de la guerra, anti bolivarianos, enanos del intelecto, bolsiclones, trilogía del mal, basura de la historia, y por supuesto, maricones. Uno llega a comprender el peso y la fuerza de esa neolengua totalitaria cuando partidarios del gobierno que son personas del común, repiten como loros los improperios que escuchan de sus dirigentes. Y peor aún, cuando los insultados adoptamos la terminología del insulto para autodenominarnos como escuálidos, apátridas o pitiyanquis.

Como hecho singular sin antecedentes nacionales, al menos conocidos, Nicolás Maduro ha inaugurado una tercera forma de lenguaje que podríamos denominar la metalengua. La misma consiste no en crear nuevas palabras para engañar incautos o para escarnecer a los oponentes, sino en tergiversar, confundir o pronunciar de manera incorrecta, palabras, frases, decires populares. Todo ello producto de la ignorancia, de la falta de lectura y de confiar a la memoria auditiva cosas que se oyen de una manera pero se escriben de otra. Conste que antes de este desangelado y poco iluminado presidente, hubo otro de gran cultura y singular bonhomía que fue objeto de chistes porque en su rapidez al leer los discursos, se le enredaba la lengua con algunas expresiones. Los humoristas de la época, siempre respetados por los gobernantes de los cuarenta años democráticos, hacían su agosto con el querido presidente Raúl Leoni. Según éstos, un día le dijo a su esposa: “Menca, tengo un hombre atrás” y luego aclaró, “tengo un hambre atroz”. Y como éste muchos otros chistes.

La metalengua de Maduro es algo muy diferente porque no se limita a la confusión de penes y panes. A la Torá, libro sagrado de los judíos, la llama el Tarot. Para caracterizar algo difícil dice que es como buscar una aguja en un panal y cuando alguien desde el entorno le corrige ¡PANAL! Responde, bueno panal y pajar, es igual de difícil encontrar la aguja. Amenaza a los venezolanos con lo que ocurriría si alguna vez se vuelve loco: “No quedaría polvo sobre polvo,” por decir piedra sobre piedra. Algunos analistas creyeron ver una genialidad urdida por el gobierno cubano de ocupación cuando dijo millones y millonas. Pero no se atrevieron a ofrecer la misma afirmación cuando le pidió a una médica que le pusiera el telescopio (estetoscopio) en el corazón. Cómo olvidar aquella histórica sentencia suya sobre las dos mitades en que está dividido el país, una mayoritaria y otra que es minoría.

Recientemente, por no saber que las comas existen también cuando se habla y sirven para hacer pausas, produjo una confesión pública del delito que desde hace quince años cometen los jerarcas del chavismo de manera pública, notoria e indubitable: “los comerciantes que roban como nosotros. Sus problemas con la geografía nacional son preocupantes, pero los de la geografía universal son patéticos. Durante su campaña para las elecciones presidenciales del 14-A-2013, informó que se iba a dar un baño oriental en los estados Cumaná, Margarita y Barcelona. Y durante la visita que hiciera a Portugal se lanzó con la novedad de que Venezuela y la república portuguesa están en el mismo continente, apenas separadas por el Mar Caribe y el Océano Atlántico. El drama se acentúa cuando se trata de las matemáticas. Recientemente en un acto de graduación policial, quiso romper el protocolo impuesto y entregarles el título a los 190 graduandos. Pero eso si se apuraban y no se tardaban diez minutos cada uno porque él no podía pasarse 190 minutos en ese acto.

Los chavistas de antes y estos de ahora fueron igualmente inoculados por el resentimiento, la envidia y la mediocridad. Su manera de parecer populares, es bajar el nivel del lenguaje hasta la vulgaridad y con frecuencia hasta la obscenidad. Alguien que fue maestro y hasta ministro de educación, dijo en un acto de masas que la obligación de los gobernadores y alcaldes era esbaratar las gobernaciones y alcaldías. Una maestra felicitó públicamente a Maduro por tenerlas bien puestas y lo instó a seguirle echando esas mismas bien puestas a los saqueos oficialistas. No faltará entonces quien diga desde ese mundo que hace del subdesarrollo su orgulloso estandarte, que la oligarquía, burguesía, derecha, etcétera, se burla de Maduro porque fue un chofer de autobús sin formación universitaria.

Rómulo Betancourt, el más grande y brillante político de la Venezuela contemporánea tampoco se graduó en una universidad; sus adversarios creían minimizarlo llamándolo el bachiller Betancourt. Pero ese bachiller escribió a los 23 años de edad el Plan de Barranquilla y a los 33 años fundó Acción Democrática secundado por la verdadera crema y nata intelectual del país.

Hubo otro presidente tan o más ignorante que Maduro, que gobernó con mano de hierro a Venezuela durante 27 años, sin que nadie osara burlarse de su escasa formación. Ignorante pero no bruto, se rodeó siempre de funcionarios cultos y eficientes y habló muy poco, apenas con monosílabos, para no meter la pata. Un ejemplo que Maduro, bastante parecido en su concepción de la democracia a Juan Vicente Gómez, debería seguir. No hay nada que conspire más contra la estabilidad de un jefe político que hacer del ridículo un hábito y Maduro se empeña en hacerlo, encadenado, todos los días y a cada rato.

gamus.paulina@gmail.com

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