Estos días hemos visto con preocupación el
hecho de que Venezuela figure en la prensa internacional como el país más
corrupto del mundo, de conformidad a la evaluación realizada por la conocida
organización Transparencia Internacional.
Ello nos debe llevar a buscar una
respuesta contundente para enfrentar a fondo este flagelo destructivo y
rechazar los argumentos simplistas del oficialismo que pretende dar
justificaciones a través de los mismos voceros que son los principales
responsables de la crisis política, económica, social y moral que vive nuestro
país en la actualidad y que son los que han permitido que la corrupción llegue
a la escandalosa situación actual, tratando de imputarle a terceros las enormes
dificultades que enfrentamos que han
convertido a un país rico -gracias a los
precios del petróleo- en un país pobre por la situación que enfrentamos.
La corrupción no es una ficción y sus efectos
son tan directos que se sienten diariamente en la vida de los venezolanos
quienes nos sentimos humillados por las inmensas colas producidas por el
desabastecimiento, la incapacidad, la opacidad, la falta de reglas claras, el
creciente desempleo, la inflación, el colapso de las instituciones y en general
el deterioro de la calidad de vida.
El camino para transformar esta realidad y
eliminar el carácter discrecional que el Gobierno Central ha venido imponiendo
de manera arbitraria, es aplicando el mandato de la Constitución
Bolivariana que en sus artículos impone
el Estado de Derecho, la separación de poderes, la participación popular y un
proceso transparente que enfrente los privilegios. No es posible erradicar la
corrupción con una Ley Habilitante que en vez de establecer mecanismos de
control a los principales responsables por la situación que vivimos, estimule
aun más la autocracia y favorezca las improvisaciones y malversaciones del
Poder Ejecutivo, despojando a la Asamblea Nacional, y a otros organismos
públicos y privados que son los que deben
controlar el gasto público, y evitar que continúe agravándose la corrupción.
A raíz de los resultados de las elecciones
del 8 de Diciembre, se impone reconocer una nueva realidad que debe permitirle
a los nuevos responsables del poder local que son los alcaldes y concejales
electos que asuman el papel protagónico que les corresponde, y de esta
manera abrir la participación de los
legisladores de Gobierno y oposición, de los responsables de los poderes
regionales, de la sociedad civil, los
medios de comunicación social, los partidos políticos, y otros entes
descentralizados que junto al Poder Ejecutivo emprendan una acción que permita
el logro de una sociedad democrática de progreso y justicia, para enfrentar
–entre otros problemas- el de la corrupción
Milos Alcalay
milosalcalay@yahoo.com
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