viernes, 27 de diciembre de 2013

LUIS UGALDE, LOS DÉFICITS DEL NUEVO AÑO

Cada uno de los dos bloques resaltó los éxitos obtenidos en las elecciones municipales y sus motivos de celebración.  Ahora hay que ver con qué se cuenta para el largo desierto que Venezuela debe atravesar.  
De los 19 y pico millones de electores el 30% votó por el gobierno y otro 30% por la oposición; hay un inamovible 20 % de no votantes,  que  ni suma ni resta, y un 20% eligió la abstención. Maduro por ahora salió fortalecido y ese fresquito le vendrá bien a la entrada del infierno de enero. Ya es hora de que unos y otros  pasen a ver lo que les falta.
La oposición tiene que fortalecer la unidad, no disputarse el vaso medio lleno y establecer una estrategia sociopolítica para este tiempo de dos años sin elecciones previstas. 
Debe preocuparse por la lentitud de su avance en espacios como el oeste de Caracas, Oriente y Guayana y fortalecer los triunfos en áreas donde los ataques fueron más viles y mayor el abuso y la persecución del poder. Surgen aquí y allá en el territorio considerado chavista alcaldías opositoras como prueba de que todo es permeable si hay un buen trabajo socio-político con los más pobres.
Pasada la página electoral, al régimen se le echan encima los graves déficits del nuevo año. Tan graves, que no puede afrontarlos con sólo el apoyo de sus seguidores voluntarios; lo que acentúa su tentación de hacer pleno uso del poder dictatorial que tiene; pero este camino significa el fin del cuento de una Venezuela multitudinaria feliz con la “revolución”.  El 30% de electores es algo menos que el total de empleados y receptores directos de cheques gubernamentales, más un familiar. Ni el brutal uso de los poderes públicos, ni el control descarado de los medios de comunicación masiva, ni el “dakazo”, dieron para más; lo que evidencia que con voto verdaderamente libre, sólo un 20 % de los venezolanos apoyaría al gobierno y menos todavía respaldan el propósito de imponer el socialismo estatista a la cubana con los inconstitucionales Plan de la Patria, poder de las comunas  atadas a la Presidencia, currículo escolar obligatorio para indoctrinar y fabricar socialistas-estatistas con una economía y medios de comunicación en propiedad exclusiva del partido de gobierno. Hay muy poca agua para el largo desierto al que entramos en enero con los obligados aumentos de la gasolina, de la electricidad, del agua…, reducción del  increíble déficit fiscal y una enorme devaluación del bolívar que empobrece los salarios. Es imposible avanzar con una economía improductiva y con grave escasez de dólares, traducida en carencia de productos.  La prueba electoral pasada es un juego de niños al lado de lo que le espera ahora a Maduro. La oposición tiene que olvidarse un poco de lo electoral, del pase de pequeñas facturas mutuas y de las angelicales constituyentes, para dedicarse de lleno al trabajo socio-político constructivo con la población y su viacrucis diario.
Todo se agrava con un gobierno carente de capacidad gestora y de autoridad moral para resolver los problemas (insolubles a corto plazo) y obligado a pagar el costo político. El único camino sensato y democrático sería que de verdad el gobierno renunciara al insulto, a la mentira, a la descalificación y a la pretensión de imponer una sociedad totalitaria, y abriera el diálogo de fondo con todas las fuerzas sociales, políticas, económicas y espirituales para ver cómo salimos con vida y esperanza de este laberinto. No se puede pedir que la Iglesia se preste a farsas de diálogo mientras el gobierno practica el apartheid político, excluyendo como leprosos a sus oponentes y cortando descaradamente las legítimas competencias de los gobernantes opositores; ella debe contribuir con el Evangelio y la verdad  a una resurrección nacional. Las armas de la República sólo se justifican para defender la democracia y no el abuso del poder y la implantación forzosa de un régimen de miseria compartida abajo  y dólares arriba, sin ciudadanos libres y sometidos a una minoría que usa  el Estado como su propiedad privada.
Es patente la necesidad de subir la gasolina, pero es de necios aceptarla sin   exigir un bien superior, sin cuentas limpias (internas y externas) y sin uso transparente del ingreso adicional para programas concretos. Pagar por el tanque de gasolina 40 bs en lugar de 4 es caminar en la dirección correcta, pero el ingreso adicional viene conectado con un ambicioso programa educativo para la población más pobre y con el mejoramiento de la salud pública en ambulatorios y hospitales y con una expresa auditoria social sobre ese ingreso adicional.
Feliz y con la bendición de Dios será el Año si hay reconstrucción nacional con reconocimiento mutuo y con Simonovis y otros  presos políticos en libertad.
lugalde@ucab.edu.ve

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