miércoles, 25 de diciembre de 2013

LUIS MANUEL AGUANA, LA NAVIDAD DE LOS PANCHITOS ROJOS


No sé por cual extraña razón en Navidad siempre me acuerdo del cuento de José Rafael Pocaterra titulado “De cómo Panchito Mandefuá cenó con el Niño Jesús”. Debe ser porque me causó tanta tristeza cuando lo leí por primera vez en mi pupitre de primaria en el colegio, poniéndome en contacto con una realidad social demasiado dura para un niño ajeno de diferencias sociales. Lo hermoso de cómo termina la historia compensaba lo difícil de la vida de Panchito que no dejaba de todas maneras de resultar muy difícil como la debe de ser la de cualquier niño de la calle.

Muchos han olvidado lo profundo del cuento de Panchito Mandefuá que es la quintaesencia de la Navidad: dar hasta que duela, que fue lo que hizo El Salvador en la cruz dando su vida por los pecados del mundo. Panchito el día de Navidad compartió toda la “riqueza” de sus bolsillos con  Margarita, quedándose con veintiséis centavos el Día de Nochebuena, a lo que afrontó como un hombre diciendo “¡Qué diablos, el día de gastar se gasta “archipetaquiremandefuá”…”. Y lo hizo desprendido, sin pensar en el mañana, solo pensando en “los dos ojos, mansos y tristes de Margarita”, otra niña abandonada y explotada.

Sacando la cuenta de lo que le quedaba y organizando su cena navideña, descuidado, fue atropellado por un automóvil, muriendo como mueren muchos niños de la calle, de manera anónima, en vísperas de la Navidad. “Y así fue a cenar al Cielo, invitado por el Niño Jesús esa Nochebuena, Panchito Mandefuá”, culmina la historia de Pocaterra.

Jose Rafael Pocaterra denunciaba en 1915 en sus “Cuentos Grotescos” la realidad social venezolana de su tiempo, que incluía también la de los “niños de la calle”, como también se les llamaba, al punto que el cuento narra el atropellamiento de Panchito como algo pueril, “un muchacho de la calle”, un nadie a quien no se le conoce nombre.

Esa realidad lamentable aun la vivimos después de casi 100 años en la Venezuela de la Revolución del Siglo XXI, pero con un agravante: fue utilizada como bandera política por el régimen de Hugo Chávez, al punto de hacer promesas como esta: “me quito el nombre si para el año que viene queda todavía algún niño en la calle”, promesa que por supuesto no cumplió en lo que le restó de vida, y su nombre sigue estando en la lápida del “Cuartel de La Montaña”.

El régimen ha seguido utilizando la figura de los niños como bandera política. Algo que a nadie se le había pasado por la cabeza antes de esta era rojo rojita. Ningún partido político nunca utilizó la figura de los niños para hacerse propaganda o usarla abiertamente y sin vergüenza. En el 2012 vimos fotografías de niños armados con fusiles por un colectivo. Y aunque Chávez critico esa actitud de sus seguidores de La Piedrita, el régimen no desistió en utilizarlos como propaganda para sus fines.

La última incursión en contra de nuestras mentes infantiles la hemos visto este año con la distribución en las escuelas de una edición especial ilustrada con dibujos para los niños de la Constitución de 1999, colocando al Líder Eterno y al Ilegitimo como protagonistas, en un intento de reescribir la historia y sembrar ideológicamente a los más sagrado de nuestras familias, nuestros niños, con motivo del inicio del año escolar 2013-2014.

Intentan pintar de rojo el cerebro y el corazón de nuestros niños. El “Cuento Grotesco” de Pocaterra es ahora dantesco. No tenemos ahora solo “niños de la calle” abandonados, sino también niños adoctrinados y armados con fusiles automáticos.

La quintaesencia de la Navidad explicada con ese niño de la calle cenando con el Niño Jesús porque en el medio de su pobreza compartió lo que tenía con otro y por eso se ganó ese privilegio, no se ve por ningún lado en estos tiempos. Pocaterra describe su tiempo social y lo une con la esencia de la Navidad de una manera magistral. ¿Cómo podríamos nosotros describir este tiempo social y a la vez unirlo con los valores fundamentales de la Navidad? Tendría que nacer de nuevo Pocaterra para poderlo hacer.

Ojalá se pudiera hacer como en las guerras que en la Navidad detienen el fuego y hacen un alto en sus diferencias para estar en Paz con Dios. Pero ni eso se ha logrado. Todavía esperamos la medida humanitaria para Ivan Simonovis para que al menos esa familia venezolana pueda compartir unida esta Nochebuena. ¿Tendrá el régimen el espíritu de Panchito de dar lo que no tiene? ¿Será posible que exista algún Panchito rojo en el corazón de esa gente? Eso lo sabremos hoy y me alegraría de verdad de que así fuera.

Hace un tiempo atrás, en el 2011, cuando ya se hablaba abiertamente de la enfermedad terminal del Presidente Chávez, escribí una nota muy respetuosa donde abordé ese tema tan difícil (ver Presidente, muera en paz http://ticsddhh.blogspot.com/2011/10/presidente-muera-en-paz.html). Decía que con el arrepentimiento genuino se conseguía el perdón de Dios porque eso era lo que la Fé Cristiana nos enseñaba, y que pidiera perdón por todo lo que había hecho y de todas las lamentables consecuencias de lo que terminó pasando en nuestro país.

Chávez falleció dos años después. No sé si se arrepintió en aquella habitación de La Habana de todo lo que hizo, entubado y sin la compañía de su familia porque los Castro no dejaban verlo. Pero de algo si estoy seguro, porque eso le pasa a todos los seres humanos en ese trance: hizo un balance y solo la persona que lo hace sabe si le da positivo. En tiempos de Navidad es cuando esas cosas adquieren valor, aun cuando deberían ser valiosas siempre. El arrepentimiento por las cosas que sabes qué hiciste mal, el dar, el compartir, el desearle a la gente lo mejor, el enterrar el hacha de la guerra, al menos por un ratico.

Los venezolanos, en especial ese pueblo llano que compró en su oportunidad un sueño de un país mejor de las manos de un militar, no pueden, no deben olvidar la esencia de ese “niño de la calle” de hace casi 100 años pintado por Jose Rafael Pocaterra. Ese era un niño venezolano, no de otro país. Allí estamos retratados todos nosotros. Nos sacamos del bolsillo lo que no tenemos para alguien que lo necesita sin pensar que con eso cenaremos con el Niño Jesús. Somos felices aun en nuestros sufrimientos como lo fue Panchito Mandefuá, riéndonos como él de nuestras propias desgracias. Pidámosle al Niño Jesus en esta Nochebuena que nadie le cambie nunca el color a nuestro Panchito Mandefuá.

Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana

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2 comentarios:

  1. Tambien he copiado alguna frases de este ágil escritor venezolano, hermano de un viejo conocido al que he buscado ver SIN SUERTE, Raúl. Sigue agitando tu pluma....nos hace razonar y nos convierte en gente que NO SE DEJA ENGATUZAR por esta tribu comunista que irritamente nos gobierna. Négal P. Cilibero

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  2. Gracias Negal, gracias por tus palabras. Con gusto le daré tu mensaje....Un abrazo, LMA

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