“Si bueno es vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo despertar” Antonio Machado
Los
que crecimos, nos formamos y vivimos en los 40 años de democracia, recordamos, que nunca hubo una escasez de
alimentos de primera necesidad, tan ingrata como la actual. Es más, había tanta
abundancia, que negocios cuyas líneas de comercialización, eran otras, se atrevían
a ofrecer algunos rubros alimenticios,
con la sana intención de enganchar al consumidor e incluso hacerle más fácil la
adquisición de productos de la dieta diaria. En cadenas de farmacias y tiendas
de ocasión en las estaciones de servicio de ciudades y carreteras, se podía
obtener – a precio regulado, en varias presentaciones y marcas – espagueti,
sardina, arroz, leche, papel higiénico, café, harina de maíz y trigo, azúcar,
etc, etc. Éramos felices y no lo sabíamos.
En
lo que llegó la revolución, empezaron a aparecer enemigos. Los industriales,
los empresarios, los productores del campo, la oligarquía, el imperio, los
escuálidos, la derecha parasitaria y también el desarrollo del país se estancó,
la producción de bienes y servicios bajó, dando paso a esta pavorosa escasez de
productos de consumo masivo. El producto más caro es que no se consigue,
Perogrullo dixit. A medida que avanzaba la involución, los productos iban
desapareciendo. El gobierno, engolosinado e intoxicado de petrodólares, buscó
una solución exógena. Vamos a importar. La producción endógena cayó
dramáticamente y ahora que no hay dólares, nuestra producción está en el suelo
y se continúa cambiando petróleo por comida, financiando los productores del
campo de otros países aliados ideológicos. Luz para la calle y oscuridad para la casa.
En
las primeras del cambio, parecía que funcionaba. Los estantes de los
supermercados se mantenían medianamente surtidos y las cadenas del gobierno
Bicentenario, PDVAL y Mercal, llegaban a los sectores populares, con precios
regulados. En estos tiempos de profundización de la revolución, ni lo uno, ni
lo otro, sino todo lo contrario. Las colas y la desesperación aparecieron como
por arte de magia. Un cristiano se ubica desprevenidamente cerca de un abasto o
supermercado e inmediatamente aparecen decenas de consumidores colocándose en
cola y preguntando ¿Qué van a vender hoy aquí? La angustia es obvia y la
preocupación peor, porque ya, ni el pabellón criollo es criollo. Los ingredientes
son importados y el sabor continúa siendo criollo, por ahora. El soberano, en
esta democracia participativa y protagónica, no sabe si le imponen una receta
cubana para preparar el pabellón.. En revolución todo es posible. ¡Cosa más
grande!
En
esta pavorosa situación de escasez, para obtener los productos de la dieta
diaria hay que ingeniársela. 1- adivinar dónde llegará un producto y hacer la
cola desde la madrugada. 2- anotarse en una lista o dejarse marcar un número en
el brazo para cuando llegue un artículo, hacer la cola en orden y rezar que,
cuando le corresponda su turno, todavía quede en existencia. 3- comprar en el
mercado negro a los buhoneros a precios exorbitantes, p.e., el kilo de leche a
Bs. 200, harina de maíz a Bs. 40, azúcar a 25, papel higiénico de 4 rollos Bs.
50, café a Bs. 50, etc, etc. o lo que es lo mismo, morir arponeado por la
especulación en las narices del INDEPABIS. 4- colocarse en la cola de un MERCAl
o PDVAL desde la noche a ver si logra algo en la mañana y 5- probar su suerte
jugando un animalito para ver si la pega. Las rifas ahora para ser atractivas,
no cancelan en efectivo, lo hacen en productos de la dieta diaria desaparecidos
en revolución. La necesidad tiene cara de perro.
Mientras
la ciudadanía sufre los rigores de la escasez, inflación y especulación, el
gobierno nos marea con una supuesta guerra económica, ¿Economía de guerra?
eléctrica y la amenaza de una invasión gringa, apoyada internamente por la
derecha parasitaria. Puro show mediático
y cháchara insulsa, que no soluciona el problema, más bien lo agrava, olvidando
que un pueblo con hambre, necesidad y miseria, no defiende democracia como sabiamente, dijo el Dr. Caldera en
ocasión del 4F y menos se inmolará por una revolución socialista cuando ve, que hay quienes viven para la revolución
– los más pobres y los vivianes – los privilegiados – se viven la revolución.
En este mundo nada está oculto bajo el sol y sobre la tierra y no hay mal que
dure 100 años ni cuerpo que lo resista. El gobierno cambia o lo cambian.
Y…conste no soy profeta del desastre, sólo un venezolano que vive la realidad y
convencido de que el pueblo despertará y reaccionará, Juan pablo II, dixit.
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