domingo, 15 de diciembre de 2013

JORGE RAMÍREZ FERNÁNDEZ, CONTRA EL AUTORITARISMO, LA BRUTALIDAD Y LA BARBARIE

Cuando al impacto mental que nos produjo ver las imágenes de los distintos videos que recogían el aborrecible momento de los saqueos a la tienda DAKA de Valencia le sumamos el recuerdo de las diversas ocasiones en las que en la ciudad de Caracas al pasar los cortejos fúnebres   de algunos delincuentes, grupos de motorizados  trancan el tráfico en transitadas avenidas capitalinas y se dedican impunemente a asaltar a los infortunados conductores y a sus acompañantes, que tuvieron la desdicha de quedar atrapados en las colas. 
‘El Guernica’ de Pablo Picasso. 1937. La obra representa la brutalidad de la guerra

O los fastuosos lujos que se dan los llamados “pranes” que con la inocultable colaboración de los funcionarios penitenciarios se convierten en dueños y señores de las vidas de sus compañeros de prisión a quienes someten a la condición de vasallos semi esclavizados. Esa no es la Venezuela que deseamos.

     Y es que nadie que haya recibido valores morales por parte de sus padres y educadores puede ver que desde el gobierno nacional se pretenda auspiciar el pillaje y la delincuencia. Una vez que todos los elementos han ido dejando al descubierto la asquerosa trama de corrupción, incompetencia, engaños y estafa descarada a la confianza que una proporción importante de nuestro pueblo le entregó, inicialmente a un hiperdemagogo, encantador de serpientes que llevó a copar el poder a una casta de delincuentes rapaces, que no se cansan de robar a manos llenas mientras siembran la intolerancia, el odio de clases, el resentimiento social en una incandescente verborrea irresponsable, delictual y sobretodo suicida, ya que obliga a la sociedad a dar una respuesta decidida y terminante que nos arriesga a una lucha sangrienta, en la que quienes más tienen que perder son quienes han acumulado fortunas y poder impensados en la historia de Venezuela.

     En la sociedad venezolana, es común que gente muy humilde haga sacrificios inmensos para asegurar la educación y el futuro de sus hijos, en razón de ello un alto porcentaje de quienes estudian en colegios y universidades privadas son jóvenes provenientes de las más bajas clases sociales. Allí están depositadas las esperanzas de padres que desean que sus hijos sean profesionales y gente de bien, y no los aborrecidos malandros que son la deshonra y el dolor de cabeza de miles de familias venezolanas.

      Cuando en un país en el cual desde 1958, la democracia representativa promovió el ascenso social con la construcción masiva de escuelas, liceos, bibliotecas, universidades, hospitales y centros de salud, viviendas de interés social, instalaciones deportivas y culturales, contrataciones colectivas y legislación destinada a favorecer a los trabajadores y sus familiares y un apoyo decidido a las iniciativas empresariales, comerciales, turísticas, recreacionales o comunicacionales del sector privado generadoras de empleos y riqueza, existía la esperanza de que trabajando honradamente una familia podía mejorar su calidad de vida y su nivel social, mudarse a zonas más cotizadas y relacionarse cada vez mejor. Esto ha cambiado radicalmente desde 1999 que comenzó un proceso radical de marginalización del país.

     Oir a un Presidente de la República despotricando irresponsablemente contra inmensos grupos de venezolanos, en ocasiones en cadena nacional de radio y televisión, sin que jamás a los injuriados se les permita responder con la misma cobertura mediática, además de la cobardía personal y la bajeza reflejadas en ese tipo de actuaciones presidenciales, nunca vemos que haya un mínimo respeto a la propia majestad de la condición de Jefe de Estado, máximo responsable de los poderes públicos. Lo más grave ha sido el irrespeto a la verdad, a los derechos y a la dignidad humanas de todas las víctimas de la bajeza de individuos que aun habiendo alcanzado la cúspide del poder se comportan como vulgares arrabaleros, inmunes a las formas y al decoro mínimos que debe poseer un gobernante.

     La sabiduría universal nos enseña que sólo quien puede dominarse a si mismo puede dirigir a los demás, y nos aconseja que no debemos hablar en demasía, pues el silencio y la prudencia son las muletas en que se apoyan la andadura y la palabra del hombre cuerdo. Por el contrario, nuestros gobernantes se ahogan en una alocada locuacidad con la que dejan en evidencia todas sus carencias intelectuales y morales. Y atacan despiadadamente a quienes desde los medios de comunicación y las redes sociales les echan en cara todas las mentiras y disparates que con increíble mentecatez e irresponsabilidad difunden a los cuatro vientos.

     A los venezolanos de bien debe guiarnos la certeza de que sostener la verdad es amar al mismo tiempo la justicia, y que silenciar la verdad equivale a permitir que palidezca al mismo tiempo la justicia. En ocasión del vigésimo aniversario del 23 de Enero de 1958, el entonces Presidente Carlos Andrés Pérez recordó que. “La lucha por la libertad ha sido gallardo y constante signo en la vida venezolana. Todas las épocas de nuestra historia están signadas por la presencia y el sacrificio de venezolanos que lucharon por la libertad y la dignidad humanas.”

     Estoy seguro que los venezolanos de hoy no defraudaremos a nuestros ancestros y sabremos actuar correctamente y oponernos al mal, en el entendido de que la pasividad en la acción, el no ayudar a la consecución del bien, de la libertad y la democracia verdadera equivale a permitir el triunfo y la permanencia del mal, de la opresión, del autoritarismo, la brutalidad y la barbarie.

Jorge Ramírez Fernández
@jorgeramfer
jorgeramirezfernandez@hotmail.com

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