Cuando al impacto mental que nos produjo
ver las imágenes de los distintos videos que recogían el aborrecible momento de
los saqueos a la tienda DAKA de Valencia le sumamos el recuerdo de las diversas
ocasiones en las que en la ciudad de Caracas al pasar los cortejos
fúnebres de algunos delincuentes,
grupos de motorizados trancan el tráfico
en transitadas avenidas capitalinas y se dedican impunemente a asaltar a los
infortunados conductores y a sus acompañantes, que tuvieron la desdicha de
quedar atrapados en las colas.
‘El Guernica’ de Pablo Picasso. 1937. La obra representa la brutalidad de la guerra |
O los fastuosos lujos que se dan los llamados
“pranes” que con la inocultable colaboración de los funcionarios penitenciarios
se convierten en dueños y señores de las vidas de sus compañeros de prisión a
quienes someten a la condición de vasallos semi esclavizados. Esa no es la
Venezuela que deseamos.
Y es que nadie que haya recibido valores
morales por parte de sus padres y educadores puede ver que desde el gobierno
nacional se pretenda auspiciar el pillaje y la delincuencia. Una vez que todos
los elementos han ido dejando al descubierto la asquerosa trama de corrupción,
incompetencia, engaños y estafa descarada a la confianza que una proporción
importante de nuestro pueblo le entregó, inicialmente a un hiperdemagogo,
encantador de serpientes que llevó a copar el poder a una casta de delincuentes
rapaces, que no se cansan de robar a manos llenas mientras siembran la
intolerancia, el odio de clases, el resentimiento social en una incandescente
verborrea irresponsable, delictual y sobretodo suicida, ya que obliga a la
sociedad a dar una respuesta decidida y terminante que nos arriesga a una lucha
sangrienta, en la que quienes más tienen que perder son quienes han acumulado
fortunas y poder impensados en la historia de Venezuela.
En la sociedad venezolana, es común que gente muy humilde haga sacrificios inmensos para asegurar la educación y el futuro de sus hijos, en razón de ello un alto porcentaje de quienes estudian en colegios y universidades privadas son jóvenes provenientes de las más bajas clases sociales. Allí están depositadas las esperanzas de padres que desean que sus hijos sean profesionales y gente de bien, y no los aborrecidos malandros que son la deshonra y el dolor de cabeza de miles de familias venezolanas.
Cuando en un país en el cual desde 1958, la
democracia representativa promovió el ascenso social con la construcción masiva
de escuelas, liceos, bibliotecas, universidades, hospitales y centros de salud,
viviendas de interés social, instalaciones deportivas y culturales,
contrataciones colectivas y legislación destinada a favorecer a los
trabajadores y sus familiares y un apoyo decidido a las iniciativas
empresariales, comerciales, turísticas, recreacionales o comunicacionales del
sector privado generadoras de empleos y riqueza, existía la esperanza de que
trabajando honradamente una familia podía mejorar su calidad de vida y su nivel
social, mudarse a zonas más cotizadas y relacionarse cada vez mejor. Esto ha
cambiado radicalmente desde 1999 que comenzó un proceso radical de
marginalización del país.
Oir a un Presidente de la República
despotricando irresponsablemente contra inmensos grupos de venezolanos, en
ocasiones en cadena nacional de radio y televisión, sin que jamás a los
injuriados se les permita responder con la misma cobertura mediática, además de
la cobardía personal y la bajeza reflejadas en ese tipo de actuaciones
presidenciales, nunca vemos que haya un mínimo respeto a la propia majestad de
la condición de Jefe de Estado, máximo responsable de los poderes públicos. Lo
más grave ha sido el irrespeto a la verdad, a los derechos y a la dignidad
humanas de todas las víctimas de la bajeza de individuos que aun habiendo
alcanzado la cúspide del poder se comportan como vulgares arrabaleros, inmunes
a las formas y al decoro mínimos que debe poseer un gobernante.
La sabiduría universal nos enseña que sólo
quien puede dominarse a si mismo puede dirigir a los demás, y nos aconseja que
no debemos hablar en demasía, pues el silencio y la prudencia son las muletas
en que se apoyan la andadura y la palabra del hombre cuerdo. Por el contrario,
nuestros gobernantes se ahogan en una alocada locuacidad con la que dejan en
evidencia todas sus carencias intelectuales y morales. Y atacan despiadadamente
a quienes desde los medios de comunicación y las redes sociales les echan en
cara todas las mentiras y disparates que con increíble mentecatez e
irresponsabilidad difunden a los cuatro vientos.
A los venezolanos de bien debe guiarnos la
certeza de que sostener la verdad es amar al mismo tiempo la justicia, y que
silenciar la verdad equivale a permitir que palidezca al mismo tiempo la
justicia. En ocasión del vigésimo aniversario del 23 de Enero de 1958, el
entonces Presidente Carlos Andrés Pérez recordó que. “La lucha por la libertad
ha sido gallardo y constante signo en la vida venezolana. Todas las épocas de
nuestra historia están signadas por la presencia y el sacrificio de venezolanos
que lucharon por la libertad y la dignidad humanas.”
Estoy seguro que los venezolanos de hoy no
defraudaremos a nuestros ancestros y sabremos actuar correctamente y oponernos
al mal, en el entendido de que la pasividad en la acción, el no ayudar a la
consecución del bien, de la libertad y la democracia verdadera equivale a
permitir el triunfo y la permanencia del mal, de la opresión, del
autoritarismo, la brutalidad y la barbarie.
Jorge Ramírez Fernández
@jorgeramfer
jorgeramirezfernandez@hotmail.com
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