martes, 17 de diciembre de 2013

ENRIQUE GUILLERMO AVOGADRO, FIESTAS, MARIPOSAS Y TSUNAMIS, CASO ARGENTINA

“Sospecho que el mejor antídoto para ese dolor –causado por quien monopoliza tu patria y emplea sus símbolos, su historia y sus recursos para reprimirte y desprestigiarte- es escribir sobe la experiencia misma que originó el dolor” Roberto Ampuero

Resulta ineludible referirse a la extraña celebración de los treinta años de ininterrumpida ¿democracia? que el Gobierno nacional perpetró el martes en dos etapas: el extraño e indignado discurso presidencial y el baile de Cristina que, mientras rezaba laicamente “que la muerte no me sea indiferente” permitía la incorporación de nuevos nombres a la luctuosa lista que la politiquería barata y la mala praxis confeccionaba desde Córdoba, primero, y luego desde Tucumán, Chaco, Entre Ríos, La Pampa, Catamarca, La Rioja, Neuquén, Tierra del Fuego, Río Negro, Santa Cruz, Santa Fe, Jujuy y hasta el Conurbano bonaerense.-

La autorefenciación ha sido una constante de la década kirchnerista, pero la reaparición de la noble viuda en un acto público luego de sus problemas de “capocha” se produjo pocos días después que se conocieran los resultados de las pruebas PISA y que comenzaran los saqueos en la Docta. Por eso, llamaron la atención varias frases que, con ceño fruncido y mucho rencor, salieron de la boca presidencial, tan maquillada. Entre los logros que prolijamente enumeró se refirió a la donación –con plata de los jubilados- de varios millones de computadoras y un mayor destino presupuestario para la educación; que esas bondades fueran correspondidas por una notoria caída en la calidad de la enseñanza parece que no ha tenido que ver con este Gobierno y, sobre todo, con la forma de ejercerlo, ya que nada dijo al respecto.

Pero la cima fue alcanzada por doña Cristina cuando relató que trabajaba desde los dieciocho años, y que nunca se le había ocurrido robar un televisor mejor que el que tenía. 

Es cierto, por supuesto, pero omitió reconocer que, con su marido, se robaron el país entero; no hizo comentario alguno a la masiva corrupción del régimen que encabeza, y al injustificable crecimiento patrimonial que registra su familia ya desde la época de la Intendencia de Río Gallegos; su Vicepresidente, el inefable Guita-rrita, no sólo continúa alegremente en libertad sino que, para propinar una nueva ofensa moral al mundo entero, se lo designó para asistir a las exequias de Nelson Mandela, una de las personas más inobjetables del escenario global.

La frutilla del postre fue la suspensión, orquestada por ¡Giles! Carbó, del fiscal Campagnoli por haber cometido el crimen de lesa majestad de investigar a Lázaro Báez, testaferro y socio de la familia presidencial. La ausencia notoria de la ciudadanía de la protesta callejera previa a este nuevo atentado contra la República equivale a la falta de preocupación general por la ley de autoamnistía de los funcionarios o por la modificación del Código Civil, que tampoco generó una generalizada reacción popular, pese a que el texto altera toda la forma en que los argentinos convivimos.  

Pero volvamos a la razón del título de esta nota. Una mariposa aleteó originalmente en Córdoba; cuando el viento generado por sus alas se transformó en una tormenta, el Chino Zannini, por orden de la Presidente, se negó a enviar la Gendarmería y permitió que vándalos arrasaran con la tercera ciudad del país. Pero la mala leche que, con torpe praxis, pretendía destruir sólo al Gallego de la Sota terminó, en pocas horas, por incendiar el país entero; en Catamarca, sobre todo, estuvimos al borde de presenciar una guerra abierta entre policías locales y las fuerzas nacionales.

El más que razonable aumento de sueldo –y el blanqueo de gran parte de éste- a los miembros de las policías provinciales, obtenido con formas extorsivas, agregó fuerza a ese fenómeno “meteorológico”, y desató un tsunami de incalculables consecuencias fiscales; cuando llegue a las costas financieras de este país exhausto por el latrocinio gubernamental arrasará, más temprano que tarde, con lo poco que aún sigue en pie, de la mano de los reclamos salariales de los gremios que ven cómo la voraz inflación deglute cualquier conquista; para confirmarlo basta con recordar que el Estado, en sus tres niveles, ha sido el único generador de empleo en los últimos años.

La solución, ya que Obama sigue negándose a prestar su maquinita de imprimir dólares, sólo podrá llegar de la mano de una mayor emisión de roca’s y evita’s. Si pensamos que este año cerrará con un aumento real del 30% en la inflación –algunos analistas hablan de 32%- el mero arrastre hará que, en 2014, llegue al 40%; uno de los mayores economistas nacionales ratificó esa afirmación, pero agregó algo más preocupante aún: “será del 40% sólo si hacen todo bien”, algo no esperable de este grupo de incapaces.

Hace mucho tiempo que pronostico que, cuando finalmente éstos se vayan, por las buenas o por las malas, dejarán tierra arrasada; inclusive, mencioné alguna vez a Nerón y su incendio de Roma. El Estado continúa desertando de sus obligaciones, y ello ha obligado a los ciudadanos a reasumir algunas potestades que le había delegado, como se vio cuando se vieron forzados a armarse en defensa propia; el panorama que se presenta hoy no permite encontrar demasiados resquicios para la esperanza.

No quedan organismos de control que puedan terminar con la fiesta del masivo saqueo kirchnerista, la Justicia federal brilla por su ausencia y los opositores (no hay oposición) se mueven en su universo personal, sin atinar siquiera  a reaccionar frente a un Gobierno que conserva una enorme capacidad de daño y los borra de la agenda cotidiana.

Los logros de la década pueden medirse en la pérdida de nuestra preponderancia en carnes y trigo, en la crisis energética, en la desbocada inflación, en la desaparición de las reservas del Banco Central y de los fondos de la Anses, en el aislamiento regional e internacional, en la brutal presión tributaria, en el crecimiento negado de la pobreza y de la indigencia, en el deterioro educativo, en el desorden generalizado, en la destrucción del tejido social, en la indefensión de nuestras fronteras y el crecimiento exponencial del narcotráfico, en el millón de jóvenes “ni-ni”, en la pauperización de las economías regionales, en la indiscriminada inmigración y su consecuente crecimiento de las villas de emergencia.

Despedir a Patotín tampoco ha significado un cambio en el Gobierno ya que, después de los cambios cosméticos introducidos por la señora de Kirchner en su gabinete, la burla mayor llegó el viernes, de la mano del INDEC que ahora conduce el Bambino Kiciloff, para el cual una familia tipo cuyos ingresos superan los $ 750 mensuales, no es indigente y, si recibe más de $ 1.750, tampoco es pobre. Como esa estructura familiar tiene cuatro miembros, la información oficial establece que con menos de US$ 0,62 diarios se sale aquí de la miseria, y con US$ 1,50 por día se pasa a integrar la clase media. ¡Ni en los tigres asiáticos se registran tan bajos niveles de ingresos familiares!

Que todo esto se haya producido, como bien dijo la Presidente en su discurso, en el período de mayor crecimiento económico del país en los últimos cien años, no hace más que agravar la condena que debemos imponer a quienes tanto han delinquido y tanto han atentado contra la República y la Constitución. Como son conscientes de ese futuro de cárcel e iniquidad que los espera, me permito pronosticar que sólo hemos visto, hasta hoy, una pequeña punta del iceberg contra el cual harán chocar a la Argentina.
  
Bs.As., 15 Dic 13
Enrique Guillermo Avogadro
ega1@avogadro.com.ar

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