jueves, 12 de diciembre de 2013

Diego Bautista Urbaneja, La sonrisa del lunes

Allá el Gobierno si cree que los resultados de las municipales constituyen un triunfo sustancial

Los resultados de las elecciones del 8D son un compromiso provisional entre las tendencias profundas de la sociedad y los eventos inmediatos y las situaciones concretas que en un momento dado pueden modificar los resultados de unos comicios. En el caso de las elecciones del pasado domingo, ese compromiso se salda en un resultado ligeramente favorable al Gobierno, pero que al mismo tiempo revela la fuerza de la oposición democrática del país.
Lo que llamo las tendencia profundas de la sociedad se refiere a lo que la mayoría va sintiendo respecto al rumbo que lleva el país. Las preguntas relevantes de encuestas cuidadosamente diseñadas para medir esa dimensión revelan de modo inequívoco que la mayoría del país rechaza y se siente insatisfecha respecto al camino por el que la va llevando el gobierno de Maduro.

Eso no necesariamente se expresa en la conducta electoral, ni siquiera en la definición de las preferencias políticas de la población. Aquí intervienen elementos diferentes, como el apego a la figura de Chávez, la desconfianza que por alguna razón pueda suscitar la alternativa opositora en quienes han estado en la acera oficialista, el ser beneficiario de algún programa social o la esperanza de llegarlo a ser, etcétera. También intervienen allí las medidas que toma el Gobierno para obtener mejores resultados electorales. El llamado "dakazo", por ejemplo, tuvo el efecto de reducir la alta abstención a la que los simpatizantes del régimen se mostraban dispuestos, y que hubiera tenido un efecto muy grande sobre los resultados del pasado domingo.

En ese mismo sentido juega la abismal asimetría en que se desarrolla la contienda electoral en Venezuela. No hay en el mundo nada parecido a lo que ocurre aquí, en términos de disparidad de recursos, de medios de comunicación, de parcialización institucional. Sobre la base de un respaldo popular importante que está allí, esas situaciones y maniobras se traducen en resultados.

Pero por otro lado, los efectos del mal rumbo que lleva el país en la opinión política de fondo de la mayoría de la población cuenta con un soporte que los organiza y les permite expresarse. Esos soportes son la MUD y sus instancias, los partidos que la componen, los liderazgos de todo nivel que a partir de esa plataforma actúan, desde Henrique Capriles hasta los -con frecuencia heroicos- candidatos a Alcalde de remotos municipios, las propuestas que de todo ello emanan incesantemente. Es gracias a ese complejo y laborioso tejido que se ganan Barquisimeto, Maracaibo, Valencia, Valera, La Asunción y Porlamar, Maturín, el área Metropolitana, Mérida, San Cristóbal, que se clavó la estocada de Barinas, y que se suman varias decenas de alcaldías a las que ya se tenían.

Hay muchas cosas que superar y resolver. Los resultados no fueron lo que podrían haber sido. La abstención fue alta y con seguridad mayor en los opositores que en los partidarios del Gobierno. Eso revela una falla en el poder de convocatoria y los costos de algunos errores cometidos. Hay lugar para mucha revisión y para mucho autoexámen en el seno de la MUD. Se ha cumplido allí un ciclo enormemente fructífero, y hay ahora que pasar a mayores niveles de compromiso con la Unidad, una mayor coherencia en la conducta de algunos líderes, formas efectivas de apertura y relación con esa amplia sociedad democrática que reclama un cambio de rumbo en el país. 

La MUD tiene conciencia de que es necesario que esté a la altura de ese nuevo nivel de exigencias de más unidad, más coherencia, más preparación, más apertura. Es necesario que así sea y que la MUD y su liderazgo salgan fortalecidos de esa prueba a su capacidad de superación que tienen a sus puertas.

El juego está vivo. Allá el régimen si cree que los resultados de las elecciones municipales constituyen un triunfo sustancial para el oficialismo. Logró, es cierto, un resultado provisional. Pero las corrientes profundas van todas en la dirección de un cambio y ese cambio vendrá.

Ya pasó pues la fecha electoral. Ya pasó el "dakazo" y las algarabías del caso. Ahora vuelve la realidad, libre de polvo y paja, pues el horizonte está despejado de nuevas elecciones. La realidad, es decir, la acumulación de los problemas, los cotidianos y los de fondo, la incapacidad del Gobierno para enfrentarlos, el acceso de la MUD a nuevas y superiores etapas de su trayectoria.

El Gobierno celebró, digamos, insultando como es habitual. Sin embargo, y curiosamente, la oposición democrática amaneció el lunes con una sonrisa.


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1 comentario:

  1. No respiro el optimismo de este artículo. Al contrario, soy pesimista respecto al futuro de este país. Tal como está actualmente el clima electoral y la situación de fuerza, por muchos votos que la oposición consiga, nunca llegará al poder, al menos en las próximas cuatro o cinco generaciones. (Prácticamente lo que resta de siglo). La razón de ello está en el principio lógico infalible que dice: "la conclusión sigue siempre la peor parte". Es decir, que la parte débil que es la oposición, siempre perderá, a no ser que a lo largo de cuatro o cinco generaciones se fortalezca... (?).

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