Mucho se cuestiona al capitalismo, pero ¿qué decir de la cacareada transición al socialismo y de radicalización de la democracia participativa y protagónica, si los resultados hasta ahora vistos indican lo contrario?
La
historia del hombre es reveladora de perversas contradicciones que dejan ver la
pobreza de valores morales. Su falta, hace que la palabra ofrendada o el
compromiso asumido se vea arrollado por
burdos maniqueos. Aunque en política estas situaciones lucen peor. La distancia
que marca el discurso de las realidades, es razón suficiente para demostrar que
una cosa es prometer y otra, cumplir. Generalmente, son actitudes que
acostumbran políticos de oficio o politiqueros de ocasión para enmascarar
realidades y así garantizar su permanencia en el poder. Es exactamente lo que
viene acometiéndose en Venezuela toda vez que las promesas vuelan alto,
mientras las acciones andan a paso de tortuga. O aún más, ni siquiera se mueven
pues están anquilosadas.
Estas
situaciones terminan definiendo al populismo. En esencia, tan indignante
comportamiento político se caracteriza por el abismo que se da entre lo que se
ofrece y lo que se hace. La fuente popular refiere esto cuando dice que “es más
fácil dar a la lengua que a las manos”. O sea, que “la lengua larga es señal de
una mano escasa”. Pero en Venezuela las realidades superan con creces lo que
estos aforismos buscan explicar. El mal llamado Plan de la Patria, es un
patético ejemplo de lo que significa la inmoderación del régimen a la hora de
trazar propuestas o de hacer promesas que de por si resultan exageradas dado
los infundados compromisos que plantea o sus propias mentiras.
El
Plan de la Patria, inconstitucionalmente asumido como ley de la República, es
la expresión político-ideológica del autoritarismo disfrazado de “nuevo Estado
Democrático y Social de Derecho y de Justicia” tal como ha venido imponiéndose
con el auxilio de instancias gubernamentales actuando como cómplice del
desmadre a que se ha visto sometido el país. Según lo que este plan (de
machete) endosa, entre otros, pueden contemplarse los propósitos siguientes:
“Acelerar el proceso de restitución del poder al pueblo” (…) “Preservar la
soberanía sobre nuestros recursos petroleros en particular, y naturales en
general” (…) “Lograr la soberanía alimentaria, desencadenando nuestro potencial
agroproductivo” (…) “Alcanzar el fortalecimiento del poder defensivo nacional,
consolidando la unidad cívico militar e incrementando el apresto operacional de
la Fuerza Armada Nacional Bolivariana para la defensa integral de la Patria”.
Sin
embargo, las realidades dejan ver otra cara. Otra imagen de un país que ha
sucumbido a consecuencia del desempacho de quienes han debido fungir como
responsables de llevar adelante propuestas elaboradas al calor de
paradigmáticas concepciones. Pero ni siquiera hicieron el esfuerzo. No se
atrevieron a allanar esos espacios empedrados por clamores que hablan de
angustiosas necesidades muchas de las cuales son resultado de un proceso histórico
de acumulaciones y distorsiones que terminaron derruyendo al país entre
calamidades hasta ahora insolubles. No han bastado casi quince años de
revolución bolivariana para reconocer que
ahora “éste es el tiempo, como nunca antes lo hubo, de darle rostro y
sentido a la Patria Socialista por la que estamos luchando” Entonces, ¿qué se
ha hecho? ¿Dónde quedaron los ingentes recursos generados por la gruesa renta
petrolera?
Mucho
se cuestiona al capitalismo, pero ¿qué decir de la cacareada transición al
socialismo y de radicalización de la democracia participativa y protagónica, si
los resultados hasta ahora vistos indican lo contrario? Si bien el socialismo pretendido es un
programa de inicio que buscaría afianzarlo y profundizarlo mediante esfuerzos dirigidos
a la supresión de la lógica del capital, los efectos han disparado un
capitalismo aún más salvaje y grosero que lo anteriormente vivenciado. De
manera que nada de lo dicho concluiría en hechos que trasciendan la confusión y
el desaliento que, en la Venezuela capitalista y rentista, animó. Todo ha sido
un vulgar engaño. Y lo peor es que, desde el Ejecutivo Nacional, siguen
ensayándose posibilidades de mantener al pueblo en condiciones de
acoquinamiento político, social y económico para así continuar imponiendo su
autoritarismo con la excusa de “tener patria”. En medio de tanta testarudez
política, hay un inmenso trecho cuando se advierte la distancia que hay del
dicho al hecho.
VENTANA
DE PAPEL
TENEBROSO
LABERINTO POLÍTICO
Cuando
se habla de laberinto, es porque están pensándose en embrollo, en caos. O en el
tamaño de maraña que se presume de una realidad. La política venezolana está
distinguiéndose por tan despreciable condición. La falta de autonomía del
régimen para dirigir al país, está siendo remachada por la injerencia del
gobierno cubano el cual ha venido ganando terreno en el fragor de procesos de
elaboración y toma de decisiones
capitales.
Las
posibilidades de desarrollo nacional se hicieron añicos en la manos de estos
funcionarios revolucionarios cuya revolución sólo les ha servido para
desmoronar la institucionalidad de la democracia. No han sido suficientes las
fábulas inventadas por el régimen para convencer a la sociedad venezolana que
se necesita un poder popular que desarticule las tramas de opresión,
explotación y dominación que subsisten en el país.
Esto,
sencillamente, constituye una tramoya para convencer al pueblo que hay que
salir del Estado burguesa que se heredó y que aún se reproduce a través de
viejas y nefastas prácticas. Cuando que más ortodoxas y decrépitas prácticas de
gobierno las que ha gestionado el régimen para llevar al país al estado de
postración y abatimiento al que hoy detenta. Por tanto, no hay duda de que el
país sucumbe por la presencia de un tenebroso laberinto político.
EL
ORDEN DE UN DISCURSO ANTE EL DESORDEN
Animado
por la intención de imaginar los vibrantes sonidos de las campanadas que, desde
lo alto de la torre universitaria, anunciaban los actos académicos y momentos
de trascendencia para la Mérida bucólica del siglo XIX y de principios del XX,
Juan Carlos Delgado Barrios, inició su discurso de orden que brindó a los
profesores de la Universidad de Los Andes, Humberto Ruíz Calderón, Ramón
Ernesto González Escorihuela y Rafael Eduardo Solórzano con motivo de la
imposición de la Orden Dr. Pedro Rincón Gutiérrez. Delgado Barrios, quien fuera
Vicerrector del Núcleo Rafael Rangel, de Trujillo, no desaprovechó el momento
para aludir a lo que tan insigne instante representaba para la Venezuela “donde
la meritocracia se fue de viaje por el desprecio que hacia ella tienen los
actuales gobernantes”. Afincaba su propósito en hacer ver que cualquier
análisis de la educación superior venezolana pasa por la comprobada afinidad
que tiene con la educación universitaria cubana.
Estas
tendencias han derrumbado condiciones, así como han evidenciado actitudes de
universitarios que indignamente se han prestado al oficio vergonzoso de
colaborar con bandas violentas que han pretendido desconocer la autonomía
universitaria en su sentido más amplio. La universidad venezolana ha sido
duramente golpeada por el prurito de adular los esquemas de un modelo
educacional montado sobre la mediatizada necesidad de “construir la mentalidad
de un hombre nuevo, del hombre revolucionario” que deja verse no sólo desde las
aulas de las universidades territoriales avaladas por un Estado paralelo y las
distintas manifestaciones educativas expuestas desde la UBV, la UNEFA, además
de la Misión Sucre. Pero también, desde el nuevo currículo socialista que el
Ministerio de Educación busca imponer. Indiscutiblemente, “el proceso
revolucionario venezolano no es creativo cuando de ingeniarse modelos
educativos alternativos se trata”. La Misión Alma Mater que el régimen ofrece
como gran foco paradigmático, carente de todo sustento teórico-metodológico. No
es otra cosa que un vulgar “caballo de Troya”. A decir de Juan Carlos Delgado,
con este cuento, el régimen intenta “imponer su modelo: la universidad
socialista y revolucionaria”.
A
pesar de lo difícil que resulta exhortar la autonomía ante la situación
política que vive el país, no hay que dejar flaquear las esperanzas de rescatar
el abolengo académico que reposa en la Universidad venezolana. Más, porque en
la espiritualidad de su comunidad, se tiene la fuerza necesaria para resistir
tan viscerales ataques contra la academia universitaria. En palabras de Juan
Carlos Delgado Barrios, puede otearse el camino para sortear los problemas de
una educación sometida como intenta el régimen. Fue así como Delgado pudo
exaltar el pensamiento que mejor habla del carácter de una Universidad capaz de
coadyuvar al desarrollo del país. Con tino pulsó la tensión educacional
universitaria. Fue así como estructuró con tino el orden de un discurso ante el
desorden de la educación venezolana.
“A
medida que las acciones se alejan del discurso, en esa misma proporción se
distancian las necesidades de las esperanzas”. AJMonagas
Antonio
José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
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