domingo, 15 de diciembre de 2013

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, DEL DICHO AL HECHO, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL

Mucho se cuestiona al capitalismo, pero ¿qué decir de la cacareada transición al socialismo y de radicalización de la democracia participativa y protagónica, si los resultados hasta ahora vistos indican lo contrario?

La historia del hombre es reveladora de perversas contradicciones que dejan ver la pobreza de valores morales. Su falta, hace que la palabra ofrendada o el compromiso asumido  se vea arrollado por burdos maniqueos. Aunque en política estas situaciones lucen peor. La distancia que marca el discurso de las realidades, es razón suficiente para demostrar que una cosa es prometer y otra, cumplir. Generalmente, son actitudes que acostumbran políticos de oficio o politiqueros de ocasión para enmascarar realidades y así garantizar su permanencia en el poder. Es exactamente lo que viene acometiéndose en Venezuela toda vez que las promesas vuelan alto, mientras las acciones andan a paso de tortuga. O aún más, ni siquiera se mueven pues están anquilosadas.

Estas situaciones terminan definiendo al populismo. En esencia, tan indignante comportamiento político se caracteriza por el abismo que se da entre lo que se ofrece y lo que se hace. La fuente popular refiere esto cuando dice que “es más fácil dar a la lengua que a las manos”. O sea, que “la lengua larga es señal de una mano escasa”. Pero en Venezuela las realidades superan con creces lo que estos aforismos buscan explicar. El mal llamado Plan de la Patria, es un patético ejemplo de lo que significa la inmoderación del régimen a la hora de trazar propuestas o de hacer promesas que de por si resultan exageradas dado los infundados compromisos que plantea o sus propias mentiras.

El Plan de la Patria, inconstitucionalmente asumido como ley de la República, es la expresión político-ideológica del autoritarismo disfrazado de “nuevo Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia” tal como ha venido imponiéndose con el auxilio de instancias gubernamentales actuando como cómplice del desmadre a que se ha visto sometido el país. Según lo que este plan (de machete) endosa, entre otros, pueden contemplarse los propósitos siguientes: “Acelerar el proceso de restitución del poder al pueblo” (…) “Preservar la soberanía sobre nuestros recursos petroleros en particular, y naturales en general” (…) “Lograr la soberanía alimentaria, desencadenando nuestro potencial agroproductivo” (…) “Alcanzar el fortalecimiento del poder defensivo nacional, consolidando la unidad cívico militar e incrementando el apresto operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana para la defensa integral de la Patria”.

Sin embargo, las realidades dejan ver otra cara. Otra imagen de un país que ha sucumbido a consecuencia del desempacho de quienes han debido fungir como responsables de llevar adelante propuestas elaboradas al calor de paradigmáticas concepciones. Pero ni siquiera hicieron el esfuerzo. No se atrevieron a allanar esos espacios empedrados por clamores que hablan de angustiosas necesidades muchas de las cuales son resultado de un proceso histórico de acumulaciones y distorsiones que terminaron derruyendo al país entre calamidades hasta ahora insolubles. No han bastado casi quince años de revolución bolivariana para reconocer que  ahora “éste es el tiempo, como nunca antes lo hubo, de darle rostro y sentido a la Patria Socialista por la que estamos luchando” Entonces, ¿qué se ha hecho? ¿Dónde quedaron los ingentes recursos generados por la gruesa renta petrolera?

Mucho se cuestiona al capitalismo, pero ¿qué decir de la cacareada transición al socialismo y de radicalización de la democracia participativa y protagónica, si los resultados hasta ahora vistos indican lo contrario?  Si bien el socialismo pretendido es un programa de inicio que buscaría afianzarlo y profundizarlo mediante esfuerzos dirigidos a la supresión de la lógica del capital, los efectos han disparado un capitalismo aún más salvaje y grosero que lo anteriormente vivenciado. De manera que nada de lo dicho concluiría en hechos que trasciendan la confusión y el desaliento que, en la Venezuela capitalista y rentista, animó. Todo ha sido un vulgar engaño. Y lo peor es que, desde el Ejecutivo Nacional, siguen ensayándose posibilidades de mantener al pueblo en condiciones de acoquinamiento político, social y económico para así continuar imponiendo su autoritarismo con la excusa de “tener patria”. En medio de tanta testarudez política, hay un inmenso trecho cuando se advierte la distancia que hay del dicho al hecho.

VENTANA DE PAPEL

TENEBROSO LABERINTO POLÍTICO


Cuando se habla de laberinto, es porque están pensándose en embrollo, en caos. O en el tamaño de maraña que se presume de una realidad. La política venezolana está distinguiéndose por tan despreciable condición. La falta de autonomía del régimen para dirigir al país, está siendo remachada por la injerencia del gobierno cubano el cual ha venido ganando terreno en el fragor de procesos de elaboración  y toma de decisiones capitales.
Las posibilidades de desarrollo nacional se hicieron añicos en la manos de estos funcionarios revolucionarios cuya revolución sólo les ha servido para desmoronar la institucionalidad de la democracia. No han sido suficientes las fábulas inventadas por el régimen para convencer a la sociedad venezolana que se necesita un poder popular que desarticule las tramas de opresión, explotación y dominación que subsisten en el país.
Esto, sencillamente, constituye una tramoya para convencer al pueblo que hay que salir del Estado burguesa que se heredó y que aún se reproduce a través de viejas y nefastas prácticas. Cuando que más ortodoxas y decrépitas prácticas de gobierno las que ha gestionado el régimen para llevar al país al estado de postración y abatimiento al que hoy detenta. Por tanto, no hay duda de que el país sucumbe por la presencia de un tenebroso laberinto político.

EL ORDEN DE UN DISCURSO ANTE EL DESORDEN

Animado por la intención de imaginar los vibrantes sonidos de las campanadas que, desde lo alto de la torre universitaria, anunciaban los actos académicos y momentos de trascendencia para la Mérida bucólica del siglo XIX y de principios del XX, Juan Carlos Delgado Barrios, inició su discurso de orden que brindó a los profesores de la Universidad de Los Andes, Humberto Ruíz Calderón, Ramón Ernesto González Escorihuela y Rafael Eduardo Solórzano con motivo de la imposición de la Orden Dr. Pedro Rincón Gutiérrez. Delgado Barrios, quien fuera Vicerrector del Núcleo Rafael Rangel, de Trujillo, no desaprovechó el momento para aludir a lo que tan insigne instante representaba para la Venezuela “donde la meritocracia se fue de viaje por el desprecio que hacia ella tienen los actuales gobernantes”. Afincaba su propósito en hacer ver que cualquier análisis de la educación superior venezolana pasa por la comprobada afinidad que tiene con la educación universitaria cubana.
Estas tendencias han derrumbado condiciones, así como han evidenciado actitudes de universitarios que indignamente se han prestado al oficio vergonzoso de colaborar con bandas violentas que han pretendido desconocer la autonomía universitaria en su sentido más amplio. La universidad venezolana ha sido duramente golpeada por el prurito de adular los esquemas de un modelo educacional montado sobre la mediatizada necesidad de “construir la mentalidad de un hombre nuevo, del hombre revolucionario” que deja verse no sólo desde las aulas de las universidades territoriales avaladas por un Estado paralelo y las distintas manifestaciones educativas expuestas desde la UBV, la UNEFA, además de la Misión Sucre. Pero también, desde el nuevo currículo socialista que el Ministerio de Educación busca imponer. Indiscutiblemente, “el proceso revolucionario venezolano no es creativo cuando de ingeniarse modelos educativos alternativos se trata”. La Misión Alma Mater que el régimen ofrece como gran foco paradigmático, carente de todo sustento teórico-metodológico. No es otra cosa que un vulgar “caballo de Troya”. A decir de Juan Carlos Delgado, con este cuento, el régimen intenta “imponer su modelo: la universidad socialista y revolucionaria”.
A pesar de lo difícil que resulta exhortar la autonomía ante la situación política que vive el país, no hay que dejar flaquear las esperanzas de rescatar el abolengo académico que reposa en la Universidad venezolana. Más, porque en la espiritualidad de su comunidad, se tiene la fuerza necesaria para resistir tan viscerales ataques contra la academia universitaria. En palabras de Juan Carlos Delgado Barrios, puede otearse el camino para sortear los problemas de una educación sometida como intenta el régimen. Fue así como Delgado pudo exaltar el pensamiento que mejor habla del carácter de una Universidad capaz de coadyuvar al desarrollo del país. Con tino pulsó la tensión educacional universitaria. Fue así como estructuró con tino el orden de un discurso ante el desorden de la educación venezolana.

“A medida que las acciones se alejan del discurso, en esa misma proporción se distancian las necesidades de las esperanzas”. AJMonagas

Antonio José Monagas 
antoniomonagas@gmail.com

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