sábado, 7 de diciembre de 2013

ALEJANDRO MILLAN, EL ACCIDENTE

Eran pasadas las 4 de la madrugada de un sábado del mes de junio del 2.008. Acababa de comprar cigarrillos en una arepera de Puerto Ordaz y me dirigía a Altavista para echar gasolina. Había una estación de servicio laborando 24 horas. 
Transitaba por la av Atlántico cuando divise en el canal contrario un vehículo BMW que se había topado contra una jardinera, quedando en posición perpendicular al sentido de circulación.  Reduje la velocidad para chismosear y me disponía a proseguir mi curso cuando escuché la corneta emitir tres pitazos continuos. 
Mi primer impulso fue ignorarlo pero recién esa semana, en una conversa con Dios, había renovado mis votos de compromiso para combatir la indiferencia. Di vuelta y me acerqué al vehículo con cierta cautela. Ya en la proximidad pude apreciar tres impactos de bala en el parabrisas. Rebasé el automóvil, giré en u y enfoque su interior bajo la luz de los faros de mi carro. Había un individuo en el asiento del chofer con su cabeza apoyada sobre el volante. Fue así como toco la bocina. Me bajé y  lo vi sangrar profusamente. Cual Pedro Navaja miré pa´ un lado, miré pal otro y no vi a nadie. Me acerqué aún mas y la persona me dijo: “mi pana me voy a morir”. No lo conocía pero lo toqué y le dije con el tono mas convincente que pude emitir; “tranquilo amigo que nadie va a morir”. 
La inacción se apoderó de mí por uno o dos minutos y salí del ensimismamiento, por el ruido de un carro que se aproximaba. Redujo su velocidad hasta casi detenerse, para acto seguido, al ver los vidrios en el piso y la sangre en mi ropa, alejarse veloz y desesperadamente. Finalmente llegó alguien que se detuvo al reconocer el carro. Conocía al herido, pero estaba más asustado que yo. Le dije casi gritando: hay que llevarlo a un hospital. Se hallaba muy cerca el de Ferrominera. Dudó al principio pero me obedeció y tomándolo de las piernas y yo por la espalda lo acomodamos como pudimos en la parte trasera de su carro y lo llevó al hospital. Supe luego que el hombre se salvó. No se ni como se llama, pero le agradezco a Dios que hice “algo”. Que a pesar de mi temor, de mi desconocimiento en el tratamiento de un herido, de lo difícil de la situación, de las probabilidades en contra, me sobrepuse a mi mismo e hice algo.
         Algunas personas que me estiman, que elogiaron alguno de mis escritos inclusive, que se mostraron agradecidas por contagiarse de mi ánimo positivo, últimamente me catalogan como “patológicamente optimista”. 
Me duele escucharles decir que esto no se resuelve con votos. ¿Y como entonces? ¿Con sangre? ¿Con fuego? ¿Con un golpe? Ese es el propósito de tanta arrogancia, tanta insolencia y tanta prepotencia gubernamental: ponernos a pensar como chavistas, a la fuerza pues. No estoy de acuerdo.
         Hoy el mundo está de luto por el deceso de Nelson Mandela. Un verdadero líder que estuvo ferozmente preso durante 27 años. Y no hablo de algo como esta especie de libertad condicional  en que hemos vivido estos 15 años, por más que sea cada vez más condicional y menos libertad. Mandela, teniéndola 1.000 veces mas difícil que nosotros no se amilanó. No se derrumbó. No se doblegó. Mantuvo su fe en Dios y en que El premia la constancia. Mantuvo su esperanza en la voluntad popular y a través del sufragio logró ser presidente y eliminar algo peor aún que el chavismo como lo es el apartheid.
         Este domingo no me mancharé de sangre sino de tinta. Este domingo trataré de salvar la vida de mi país. Este domingo 8 de diciembre yo voy a hacer “algo” muy importante y útil. Este domingo YO VOY A VOTAR
Alejandro Millan
alejandrormillan@gmail.com

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