No
cabe duda que la economía mexicana durante el último año, se ha venido
deteriorando de forma alarmante. Pero más alarma no debe de causar el ambiente
general que se respira cuando las fragancias del viejo estilo priista se
expanden arropando a todos los mexicanos preocupados con los jeroglíficos
emanando de Los Pinos y, cuidado, luego nacen las expectativas racionales.
Ante
tan escarpado ambiente, como siempre surgen los economistas de peluquería
esgrimiendo sus cantinflescos análisis de un panorama que, para los
observadores bien informados, las causas que lo originan deben ser muy claras.
En el infinito mar de verborrea irresponsable con la que dibujan sus obras de
arte estos pitonisos, está la de colgar culpas de los pecados de Peña a ese
popular “punching bag” tan odiado por todos los mexicanos; Salinas.
Nos
gritan que Salinas es el ventrílocuo que habla a través de Peña, es el
titiritero que acciona las cuerdas para que el monito baile al ritmo de la
Salinostroika. Pasan a destapar una negra conspiración mediante la cual, Pedro
Aspe ha incrustado en la Secretaría de Hacienda a uno de sus zombis el cual,
después de un científico lavado de cerebro ejecutado a su paso por Protego,
como el candidato de Manchuria se apresta a detonar la bomba destruyendo la
economía del país.
Pero
analicemos las gestiones de estos dos prominentes priistas en sus diferentes
tiempos; Salinas de Gortari y Peña Nieto.
Cuando
Salinas asumía la presidencia en Diciembre de 1988, la economía mexicana se
encontraba agonizando. La inflación superaba el 200% y, por lo mismo, los
intereses bancarios se ubicaban por encima del 200%. El peso sufría
devaluaciones diarias que, en los últimos seis años, superaba el 2,500%. El
déficit del presupuesto federal alcanzaba el 20% del PIB. El desempleo superaba
el 15%. La economía decrecía. Las reservas del Banco de México se habían
agotado. El Estado controlaba el 80% de la economía, la deuda externa e interna
era impagable y el prestigio del país estaba por los suelos.
En
Diciembre del año pasado, Peña Nieto se colgaba la banda presidencial ante las
expectativas por conocer el nuevo PRI. La inflación controlada a niveles
históricos. El presupuesto federal prácticamente nivelado. A pesar de la
confusión internacional, la economía creciendo a niveles del 3 al 4%. El peso
navegando con gran estabilidad. El desempleo más bajo que en los EEUU. Las
reservas del Banco de México a niveles record. La deuda externa finalmente a
niveles razonables y se hablaba ya del nuevo Mexican Miracle.
¿Qué
fue lo que hicieron estos dos hombres ante panoramas tan distintos y, más
importante, qué resultados obtuvieron?
Durante
el verano de 1989, en uno de mis viajes a Nueva York fui invitado a una cena
que ofrecía la prestigiada firma de consultoría económica, Polyconomics. La
invitación me la hacia su presidente, Jude Wanninsky, uno de los tres testigos
de la reunión en los años 70 en el restaurante Michael’s en Manhattan, en la
cual naciera la famosa curva de Laffer dando vida al Supply-Side economics. Al
día siguiente Jude y yo nos reuníamos para un interesante almuerzo.
Arribaba
Jude acompañado de otro de esos testigos y padrino del nuevo Supply-Side, el
legendario Bob Bartley, editor y economista del Wall Street Journal. De
inmediato la plática se encamina hacia México y su nueva administración. De
repente Jude desenfunda un luminoso paquete con el título: “México 2000”. ¿Qué
es esto? le pregunto. “Es el plan de vuelo de Salinas y su copiloto, Pedro
Aspe”, me responde con asertividad. Me impresiona la forma en que estos dos
hombres expresan su admiración por Pedro Aspe y, en especial, por su biblioteca
personal cuajado de volúmenes de economía.
El
documento era, primero, una profunda auscultación y el diagnostico de esa grave
enfermedad sufrida por el paciente llamado México y, segundo, una clara receta
del tratamiento recomendado para lograr la recuperación de su salud, atrofiada
por esa plaga de nacionalismo revolucionario que lo postrara ya durante 18
años. Además de una agresiva liberalización de la economía, la parte medular
del tratamiento debía ser una drástica reducción de impuestos.
¿Qué
fue lo que produjo ese tratamiento?
El
día 31 de Diciembre de 1993, Salinas se disponía a celebrar el arribo del nuevo
año y los motivos para tal celebración eran visibles. La inflación había sido
domada y se ubicaba en 10%. La hemorragia que producía la devaluación diaria
del peso, se controlaba y se anclaba en $3.50 por dólar. La economía de nuevo
crecía. El desempleo se ubicaba en un 4%. La duda había sido negociada y
reestructurada. El presupuesto federal producía superávit. Las reservas del
Banco de México surgían cual brava corriente de los arroyos en verano. El TLC
ya aprobado iniciaría su aplicación al día siguiente. Surgía el primer Mexican
Miracle.
Salinas
estaba eufórico y cuando se disponía a elevar su copa para el brindis, lo
aborda uno de los miembros del Estado Mayor Presidencial quien le susurra al
oído; “Sr Presidente, ha estallado una guerrilla en el estado de Chiapas.” Se
iniciaba el plan de sabotaje que conduciría a la devaluación en aquel fatídico
Diciembre de 1994 y a la gran debacle.
En
Diciembre del 2012, Peña Nieto tomaba el timón del barco pero, como la canción,
La Barca de Guaymas, sin ruta, sin mapa, sin vela y sin ancla. Después de 12
meses navegando las tormentosas aguas del populismo y la demagogia, de nuevo
como al barquero de Guaymas, los mexicanos preguntan: “De que región vienes que
has hecho pedazos tus velas tan blancas. Te fuiste cantando y hoy vuelves
cargando la muerte en el alma.”
Peña
Nieto ha declarado la guerra al pueblo mexicano y lo aprisiona ya con un arnés
impositivo insultante, un presupuesto buscando déficits, presagios de
endeudamiento que, además de hacer pedazos sus velas tan blancas, apunta el
barco hacia los mismos arrecifes que antaño casi provocan su naufragio.
No
se hagan bolas señores, no hay relación ni puntos de referencia entre Salinas y
Peña Nieto. Mucho menos entre Aspe y Videgaray. A Salinas y Aspe se les admiraba
en los mercados internacionales etiquetándolos de Supply-Siders. Peña Nieto y
Videgaray provocan pánico.
El
documento, México 2000, cerraba afirmando: “Una vez equipado con un sistema
impositivo de bajo costo y competitivo, el peso estable, precios desregulados y
el TLC con EEUU y Canadá, México ofrecerá innumerables ventajas que lo
convertirán en una de las áreas más promisorias del mundo para un rápido
crecimiento. No es tiempo de fijar objetivos modestos que producen flacos
resultados. Es hora de tirar las viejas barreras mercantilistas que aprisionan
a México por abajo de su potencial. Es la hora de catapultar a México hacia la
grandeza entre los países más desarrollados del mundo en el siglo XXI.”
Sí,
pero primero hay que aplicar la receta original.
@elchero
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