El
supuesto propósito de la nomenclatura castrista de establecer en Cuba una
sociedad justa y próspera resultó en un rotundo fracaso, porque el régimen
violentó de forma permanente y sistemática los derechos de los ciudadanos y
asumió el control absoluto de los bienes de la nación.
Aun
mas, a pesar de las cuantiosas ayudas económicas recibidas de varios países, en
particular de la Unión Soviética y Venezuela, fue incapaz de construir una
sociedad en la que el ciudadano disfrutara de mejores condiciones de vida.
Sin
embargo a pesar del poder que detenta hace más de cinco décadas, la
nomenclatura está consciente desde hace varios años que el proyecto fracasó y
que para conservar el control tienen que efectuar movimientos que encajen
perfectamente entre los intereses de la clase dirigente; y es en ese aspecto en el que algunas recetas
del Socialismo del Siglo XXI pueden servir al régimen, por lo que pudiera
decirse queel totalitarismo Cubano se está reinventado.
La
estructura superior del Poder se subvirtió a si misma modificando algunos de
los factores que caracterizan el totalitarismo castrista, fundamentado en la
figura dominante de Fidel Castro y en un control absoluto de la economía, de
otros gobiernos identificados con el llamado "Socialismo Real".
El
Socialismo del Siglo XXI parece ser útil para el proceso de sucesión que se
inició en el 2006 y que aparentemente llegó a su final este año cuando Raúl
Castro declaró que este sería su último periodo de gobierno.
Al
parecer los Castro han determinado que es mandatorio iniciar un proceso de
transición que garantice a la nomenclatura la impunidad de sus acciones y la
conservación de las riquezas adquiridas.
Por
otra parte el poder en Cuba está centralizado en el Partido Comunista, una
corporación mafiosa, más que ideológica o política. En realidad las decisiones
fundamentales las determina un pequeño círculo de altos dirigentes,
primordialmente los que integran el Buró Político.
La
transición que procuran, no está orientada a cambios en la concepción del poder
ni en la forma que se eligen a los gobernantes. Falta ver si incorporaran la
pluralidad política, condición que
permite el Socialismo del Siglo XXI, situación posible si se tiene en cuenta
que el régimen tiene el control de las instituciones del estado.
El
crítico balance de la realidad cubana quizás determine que la clase dirigente
mezcle el modelo castrista y el SSXXI, porque evidentemente se retroalimentan.
Muchos de sus aspectos encajan perfectamente
con los intereses del régimen isleño por
lo que es lógico que la dictadura
insular implemente algunos de ellos, en particular, después que el núcleo
fundador del totalitarismo desaparezca.
La
dictadura cubana tiene a su favor que ejerce un control total de la economía y
si el estado redujera ese control, hay
una "gerencia", aproximadamente el 65 por ciento fueron militares de
alta graduación, que asumirían con relativa independencia el manejo de las
corporaciones del estado, lo que transformaría a estos individuos de
privilegiados a multimillonarios.
Una
situación similar ocurre con los medios de información y las organizaciones de
la sociedad civil que en el presente son parte de la maquinaria estatal.
Los
líderes de estas entidades y compañías se transformarían en empresarios
independientes o en propietarios de los medios,
formándose un entramado de intereses que viabilizaría la permanencia de
la nomenclatura y el surgimiento de nuevo dirigentes interesados en mantener lo ya establecido.
La
seguridad y privilegios de las Fuerzas Armadas son esenciales. Un número
considerable de miembros del Comité Central del Partido son militares, porque
el régimen cubano es esencialmente castrense.
Por
otra parte en lo que respecta a la dictadura institucional que caracteriza al
SSXXI, el gobierno cubano tiene que efectuar pocos cambios. En la isla los
poderes públicos están supeditados a la voluntad de la clase regente.
Cierto
que en los últimos años se han producido ajustes económicos y algunas que otras
modificaciones de carácter legal que la propia sociedad demanda, gestiones que
tal vez fueron promovidas por sectores de la clase dirigente identificadas con
el tipo de despotismo que implica el Socialismo del Siglo XXI, pero estas
todavía no se aproximan al modelo antes citado y aun corren el riesgo de ser
revertidas.
Hasta
el presente las decisiones se han tomado en base al deterioro del régimen, no
por la convicción de la clase dirigente, lo que podría conducir a un escenario
de contradicciones peligrosas si el liderazgo emergente decide profundizar los
ajustes económicos y sociales.
Esas
contradicciones podrían derivar en una ruptura en la nomenclatura, que
inexorablemente conducirían al surgimiento de dirigentes más radicales, que tal
vez no encuentren satisfactorio a sus intereses asumir el modelo del Socialismo
del Siglo XXI.
Pedro
Corzo
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