El Presidente Maduro inició su ofensiva
contra la especulación y la inflación. Ha decretado, así podemos decirlo, la
prohibición al alto costo de la vida,
escasez, especulación e inflación. En una operación discursiva ha declarado que
la responsabilidad por lo que ocurre, radica en
"otros": la trilogía del mal, la burguesía parasitaria y,
desde luego, el imperio. Su gobierno, pues, carece de culpabilidad por el
atolladero político y económico en que nos encontramos. Los verdaderos
saqueadores, los que se roban los dólares del pueblo, son la burguesía
parasitaria y sus representantes.
Nicolás Maduro ha dedicado cadenas nacionales de radio y
televisión a machacar, hasta el cansancio, esta concepción de su política y de
la realidad. Lo discursivo ha estado acompañado con medidas concretas. Ha
ordenado reducciones de precios compulsorias y ha desatado una contra ofensiva
a la "guerra económica" supuestamente desplegada por los enemigos del
pueblo.
En esta ocasión, el nominalismo alcanzó su
punto más alto. Las nuevas frases han sustituido a la realidad. ¿Realismo
mágico? ¿Lo real maravilloso? No creo,
amigo lector, que el presidente se encuentre bajo la influencia de los grandes
narradores latinoamericanos. Su visión metafórica de las cosas, obedece a un
objetivo político y electoral concreto Una estrategia del léxico, pues. Veamos.
A riesgo de pecar de abstracto, me voy a
permitir en forma sencilla, explicar la utilidad del pensamiento metafórico.
Esta figura permite destilar cognitivamente la realidad. Transforma en imágenes, en conceptos
reconocibles, estructuras abstractas nacidas de nuestra experiencia con el
entorno. El presidente no explica qué es la inflación o el desabastecimiento.
Mediantes metáforas bélicas lograr cambiar semánticamente estos contenidos y
los alinea en el marco de su contraofensiva para derrotar la aparente guerra económica
desatada contra su gestión. Evapora cognitivamente la realidad y comunica en
forma sencilla complejas realidades económicas.
Desde luego, toda esta operación se encuentra
relacionada con la fragilidad de su presencia presidencial (es una figura sin
perfil propio; sombra desteñida del difunto presidente) y la pérdida de conexión con las masas. No en balde, se
encuentra arremetiendo contra figuras políticas regionales (Miguel Cocchiola,
Enzo Scarano y Henry Falcón) que, hasta el momento, tienen el favor mayoritario
del electorado.
¿Será exitoza esta estrategia? ¿Logrará
reconectarse con la población? ¿Podrá sostenerla hasta el 8 de Diciembre? Y,
después del 8, ¿qué sucederá? No es posible dar respuestas a todas estas
interrogantes en este momento. Las dos primeras, dependerá de la conducta del
bloque democrático. Los demócratas deberán pasar a la ofensiva y abortar la
reacción de sorpresa que han provocado estas medidas en su seno. La acometida,
el campo donde debería suscitarse el
enfrentamiento, es en el dominio de la palabra. Las respuestas, a esta
arremetida gubernamental, no deben ser reactivas ni tecnocráticas. Pareciera
que es el momento de hundir el discurso en la profundidad del lecho
plebiscitario. Recoger el guante, en otras palabras.
Desenterrar el hacha plebiscitaria es imperativo. La contienda municipal ya no es sólo sobre municipios y sus necesidades concretas. El oficialismo y, su futura ley habilitante, van a colocar la contienda en otro plano. No es descabellado, entonces, pensar que la civilidad republicana se encuentra en extremo peligro.
¿Tienen los demócratas las metáforas
apropiadas? Lo sabremos el 8 de Diciembre.
Nelson Acosta
acostnelson@gmail.com
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