No
hay en la actualidad ninguna actividad más rentable en Venezuela que el
bachaqueo (incluida la fase superior de esa forma de capitalismo, el
contrabando de extracción).
Los
márgenes de ganancia son casi tan grandes como los del narcotráfico, con la
inmensa ventaja de que no es perseguido, puesto que quienes deberían controlar
el bachaqueo están hasta el cuello en el negocio; y obtienen beneficios
formidables que no les exigen más esfuerzo que poner los dedos en pinza para
pescar el dinero y dar una palmada al camión en señal de que el camino está
libre y pueden avanzar por las fronteras.
El
bachaqueo lo perpetran grupos organizados. La actividad se pone en marcha
cuando reciben el pitazo que los avisa de que a determinado supermercado va a
llegar una carga de cualquier producto regulado, cuyo precio resulta mísero en
comparación con lo que se paga por ellos en Colombia y cualquier país del
Caribe.
En
ocasiones, las bandas de bachaqueros visitan al dueño o gerente del
supermercado y lo presionan –bajo amenaza de secuestro de un familiar, por
ejemplo– para que les asignen los primeros 50 números de la cola. Una vez
hechos con paquetes de comida o sacos de cemento (ahora también
electrodomésticos), los llevan a los dueños de los camiones, también llamados “dueños
de ruta”, que son los verdaderos barones de este trajín.
Los
dueños de ruta les pagan a los bachacos que les han traído las pacas de
productos, con un sobreprecio que basta para mantener las legiones de
porteadores, pero que son cantidades insignificantes en contraste con lo que
ellos van a obtener una vez trasladada hasta Colombia la comida, la gasolina,
el cemento, los objetos de plástico (sillas, baldes, palanganas) y los enseres.
Se
les dice “dueños de ruta”, pero en realidad todos transitan los mismos caminos,
tanto en el Táchira como en el Zulia, rumbo al país vecino; y tienen el mismo
contacto “con el pesado de la zona”,que es la autoridad por cuya orden se le
dará paso franco al contrabando. Lo que cambia es la caravana y el producto.
Cuando la recua es pequeña la componen 50 camiones, y cuando es grande, hasta
200. Las más productivas son las que pasan con pipas de gasolina: cada camión
lleva de 25 a 30 pipas (cada una con 220 litros, aproximadamente, de
combustible).
Una
vez completado el flete, los camiones ya descargados regresan a Venezuela,
donde los vuelven a abarrotar para emprender nuevamente viaje a Colombia. Esto
puede ocurrir hasta tres veces en una noche. Hay algunos que solo van cuando
arreglan el paso o, como se dice en su jerga, cuando les “dan pista”, esto es,
haber arreglado con la Guardia Nacional, la policía o el Ejército, quien vaya a
estar en las sucesivas alcabalas al momento de cruzar la frontera con las
cargas, para no ser inspeccionados ni mucho menos detenidos por extracciones de
semejantes volúmenes.
Este
tráfago ocurre entre las 11:00 de la noche y las 5:00 de la mañana. Ese es el
arreglo con las autoridades. Según mis informantes (que son unos cuantos,
porque todo esto ocurre entre las sombras de la noche, pero a la vista de mucha
gente) estamos hablando de alrededor de 600 camiones todos los días, de lunes a
domingo, fajados en la labor de exprimir a Venezuela. “Eso lo sabe todo el
mundo”, me aseguró una fuente cuya identidad queda en reserva. “De hecho, es la
principal fuente de trabajo en la zona de Mara, Páez y toda la Guajira, tanto
venezolana como colombiana. Es un negocio redondo, no solo para los dueños de
las rutas, sino para el camionero (que cobra 10.000 bolívares por viaje), para
las autoridades, quienes se quedan con 2.000 o 3.000 bolívares por camión, los
jefes, y 200 bolívares por unidad de transporte para cada guardia o soldado (a
esto se le llama ‘dejar la muela’), eso sí, en todas las alcabalas, incluida
una que tiene la guerrilla, un poco más allá de la entrada del caserío El
Escondido, todavía en territorio venezolano, no lejos de una alcabala de la
GN”.
Este
traqueteo mueve tanta plata que en la subregión Guajira han bajado los índices
de criminalidad porque es más provechoso y seguro bachaquear que atracar, robar
carros o secuestrar.
En estos tiempos de censura y temblorosos silencios, es deber de la prensa poner esta ignominia ante los ojos de la sociedad. Ya será responsabilidad de cada uno pactar con el sistema que ha auspiciado el devastador saqueo de Venezuela.
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