viernes, 1 de noviembre de 2013

GIOCONDA SAN BLAS Y RAFAEL SÁNCHEZ*, SUMANDO Y RESTANDO, AL COMPÁS DE LA CIENCIA

Las Olimpíadas Matemáticas comenzaron en Venezuela en 1975 bajo el auspicio del Ministerio de Educación, a través del Centro Nacional para el Mejoramiento de la Enseñanza de la Ciencia que organizó y fomentó la actividad a nivel nacional, también en química y física, con ánimo de estimular el talento en los jóvenes. Hasta que en 2003 el ministro A. Istúriz las eliminó porque su presunto elitismo iría a contravía de la igualdad exigida por la ley.

Trocando escollos en retos, un decidido grupo de profesionales mantiene las olimpíadas matemáticas, con modesto apoyo de entidades privadas. Son muchas las preseas obtenidas, a tal punto que las 3 medallas de plata y 11 de bronce ganadas en certámenes mundiales entre 1988 y 1998 crecieron a 3 de oro, 10 de plata, 20 de bronce, 18 menciones y dos copas en el período 1999 a 2006.

Las pruebas internacionales son ahora más exigentes y por tanto, también lo es el entrenamiento de dos años exigido a los jóvenes. No obstante, los logros han sido sustancialmente menores en el período 2007 a 2013: 2 medallas de plata, 11 de bronce y 21 menciones, esto mientras países vecinos (El Salvador, Colombia, Ecuador) suben peldaños en la clasificación olímpica, en buena medida entrenados con el material colocado en red por nuestros docentes para el estudiantado venezolano.

Mientras la Federación Mundial de Competencias Matemáticas Nacionales reconoce los méritos de estos profesionales al otorgar el premio Paul Erdos en el año 2010 al Presidente de nuestra asociación local, sus esfuerzos no se reflejan en los resultados finales.

Contra la creatividad requerida de los concursantes conspira la baja calidad de la enseñanza de las matemáticas, que sólo exige la memorización de conceptos y más recientemente, el declinante compromiso de los competidores y sus familias al arduo entrenamiento requerido para concursar con éxito.

Es como si poco a poco nos acostumbramos al mínimo esfuerzo como motor de nuestras vidas, dando al traste con cualquier empuje dirigido a desenvolvernos en la sociedad de conocimiento del siglo XXI.

Cuando la Constitución nos habla de que "toda persona tiene derecho a una educación integral de calidad, permanente, en igualdad de condiciones y oportunidades" (art. 103), el régimen sólo lee hasta allí, sin percatarse de que lo que sigue: "sin más limitaciones que las derivadas de sus aptitudes, vocación y aspiraciones", es la nuez diferencial entre el rasero del igualitarismo por lo bajo y la oportunidad de crecimiento a través de la equidad.

El régimen cree estar ganando la partida en lograr una sociedad chata, de autómatas sin disciplina ni deseo de superación. Pero mientras existan soñadores dispuestos a hacer realidad sus ideales, como los entrenadores olímpicos, siempre habrá esperanza de resurgir hacia la sociedad pujante que merecemos.

*Presidente de la Asociación Venezolana de Competencias Matemáticas

gioconda.sanblas@gmail.com

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