Decía André Breton que vida y universo
tenían una correspondencia que parecía regida por el azar. Digo esto porque
quiso el destino que, por razones de mi profesión de periodista, entrevisté al
abogado-historiador Antonio Espinoza Prieto esta semana, precisamente, para
indagar sobre esta temática, relativa a los pormenores de los acontecimientos
del 18 de octubre de 1945, de la cual me he venido ocupando en los últimos
escritos, y allí él me detalló lo que fue la génesis de dicha asonada; algo que
a él le consta; porque recibió la historia de primera mano de parte de su tío
Luis Beltrán Prieto Figueroa, uno de los protagonistas del evento, y es por
esto que digo que aquí en esta situación operó ¿la casualidad o la causalidad?
Algo que ya se sabía, por lo demás;
porque en una época, diferente a esta que estamos viviendo, puesto que los
valores que se manejan hoy son otros; a Rómulo Betancourt se le tenía por una
figura venerable, y fue así como él concedió algunas entrevistas, donde se
ocupó de relatar estos hechos; de modo que de sus propios labios uno tuvo
ocasión de enterarse de lo que fue la Revolución de Octubre.
Prieto Figueroa también se dedicó a
narrar el asunto en alguno que otro de sus libros; más bien Gonzalo Barrios sí
fue muy parco, en ese sentido, casi nunca se le oyó decir nada. Pero Prieto
Figueroa lo hace con toda la autoridad del caso; porque él fue el que inició el
contacto con la oficialidad joven; que prepara un pronunciamiento militar. Esto
en razón de que Prieto llevaba mucho trato con el dirigente magisterial
Francisco Gutiérrez Prado; un señor con quien fundó la Federación Venezolana de
Maestros, y quien se había asimilado al Ejército.
De modo que para
la época Gutiérrez Prado era un teniente; que llevaba, asimismo, trato con una
cierta logia militar, cuyo máximo líder era Marcos Pérez Jiménez, siendo el
segundo de abordo Luis Felipe Llovera Páez; mientras incorporan a Carlos
Delgado Chalbaud; un representante del mantuanaje caraqueño, que se había
preparado en Europa para ser estadista, y un civil, Laureano Vallenilla Lanz
(Laureanito); Gutiérrez Prado era mucho mayor en edad que esta gente; siendo
aquéllos, no obstante, de un rango castrense superior al suyo; lo cierto, es
que él prepara la primera reunión entre Prieto y los susodichos.
Escogen como
sitio de reunión una librería, que tenía Prieto Figueroa en el Centro de
Caracas, y ya para la segunda reunión viene Gonzalo Barrios, y ya para la
tercera se aparece Rómulo Betancourt. Aunque Betancourt sale de allí
despotricando de dicha logia, a la que le ve intenciones fascistas; mucho más
grave aún: que le huele que lo que quieren es apoyarse en una fuerza popular
orgánica, de ideología progresista, como AD, que ya para la época se ha
convertido en un partido de masas, y que, de acuerdo a su proyecto político
ideológico, está en capacidad de provocar una ruptura con la antigua estructura
del Estado.
He allí una forma
de contratar a un grupo de operadores políticos; que era lo que representaba
Betancourt para aquel momento; que no un líder de masas, que sí lo era Jóvito
Villalba; sólo que éste contaba con la ventaja de haber estructurado dicha
organización; una guinda que la ponía a valer oro a los ojos de dicha logia
militar, y lo que, repito, se le puso a Betancourt; el problema, como lo hace
ver Espinoza Prieto, es que éste se dejó
llevar por la tentación del poder, y obvió, finalmente, sus miras; cuando lo
llamaron a gobernar aquel 18 de octubre.
En efecto, la
parte que sustancia este golpe desde un punto de vista político, como me lo
hace ver un lector, y que es otro de los factores que me obligan a volver sobre
el asunto, lo constituye el hecho de que la Junta Revolucionaria de Gobierno,
una vez anunciado el nuevo gabinete, se inhabilita para optar a cualquier cargo
de representación pública, y que es lo que marca la diferencia, con respecto a
las asonadas, que se habían visto en nuestra historia republicana, y le da
carácter civil al régimen, habiendo sido impuesto por los militares. Lo cual
vino a ser la defensa de Betancourt, a propósito de cualquier derivación, que
se pudiera sacar de allí en torno al hecho de que estábamos ante un vulgar
golpe de Estado.
Otro lector, me
dice que ignoro la historia, cuando digo que a partir del 18 de octubre se
inicia una transición, que va a dar lugar a la elección del primer gobierno
democrático, y expuesto así tiene razón, sólo que reconozco que se trata de un
descuido de mi parte el no haber puesto que del siglo XX; porque, en efecto,
desde la instauración del sistema electoral bajo el gobierno de Páez; todo el
que llegó al poder, sea por elección o sea por golpe militar, siempre respetó
lo establecido, incluso, en la Constitución a ese respecto; sólo que se trataba
de unas elecciones censitarias, es decir, donde sólo participaban las personas
registradas en el Censo Electoral, lo que equivalía a decir, el 10 ó 12 por
ciento de la población; habida cuenta de que había que ser varón y saber leer y
escribir: un país donde el 60% de la población era analfabeta.
Ahora,
¿Betancourt jugó al póker en estas circunstancias? Esta es una pregunta más
para una filosofía de nuestra historia; que para la historiografía. De todos
modos, es importante no perder de vista que siempre se especuló con el hecho de
que ese golpe a la antigua estructura estatal, que significó la operación
política de los adecos en el poder, constituyó más bien una reacción prematura,
y que alteró un orden de cosas, que venían acentuando en forma gradual nuestros
procesos de democratización; si no, Venezuela hubiera sido otra; algo que en su
época Luis Castro Leiva calificó con una manía contrafactual que siente el
venezolano con respecto a su historia; quitarle lo “bailao” a lo acaecido.
melendezo.enrique@yahoo.com
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