Pareciera que los demonios se hubiesen soltado. Y en su apetencia por hacer el mal, el país anda ahora al garete. Sin dignidad de por medio.
CUIDADO:
DEMONIOS ROJOS SUELTOS
Aunque
luzca paradójico, debe reconocerse que las complicaciones políticas y
económicas han venido ocupando cada día un mayor espacio en la vida del
venezolano. Las soluciones parecieran no encontrarse cuando más se necesitan. Todo tiende a verse como parte del problema.
Indistintamente de las posibilidades de arreglo que puedan estar presentes. La
incertidumbre cunde cual sombra que oscurece la totalidad a su paso. Es ahí
cuando afloran los temores que, tanto en la política como en la economía, determinan
graves comportamientos que repetidamente terminan convirtiéndose en factor de
perturbación hacia el resto de las realidades que le imprimen la vida a un
país.
En
Venezuela, las tendencias han apuntado hacia momentos de crisis. Crisis éstas
que han arrastrado otras igualmente degradantes hasta hacer de tan grueso
tapujo, un adefesio de país. Ahora todo se perfila como una rebatiña.
Pero no como una rebatiña que pudiera explicarse con base en reivindicaciones debatidas sobre el terreno de un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia. Nada de eso. Estas son rebatiñas de “medio pelo”, marcadas por la orientación de la “revolución bolivariana”.
Además, devinieron en un caos de signo mayor que hoy tiene al país atado y preparado para proporcionarle los golpes necesarios que lo harían titubear entre la suerte de una democracia timorata y la desgracia de un totalitarismo amañado por Cuba.
Pero no como una rebatiña que pudiera explicarse con base en reivindicaciones debatidas sobre el terreno de un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia. Nada de eso. Estas son rebatiñas de “medio pelo”, marcadas por la orientación de la “revolución bolivariana”.
Además, devinieron en un caos de signo mayor que hoy tiene al país atado y preparado para proporcionarle los golpes necesarios que lo harían titubear entre la suerte de una democracia timorata y la desgracia de un totalitarismo amañado por Cuba.
En
medio de este torbellino de problemas, pareciera estar viviéndose alguna escena
de película macabra. Pareciera que los demonios se hubiesen soltado. Y en su
apetencia por hacer el mal, el país anda ahora al garete. Sin dignidad de por
medio. Es efectivamente la imagen que el régimen ha procurado construir con el
propósito de justificar su torpeza, tanto como de encubrir sus vicios.
Y es que, definitivamente, el régimen extravió la bitácora con la que, en principio, había prometido “refundar una República” para establecer una sociedad democrática, participativa, (…) en un Estado de justicia, federal y descentralizado que consolide los valores de libertad, independencia, paz, solidaridad (…)
Y es que, definitivamente, el régimen extravió la bitácora con la que, en principio, había prometido “refundar una República” para establecer una sociedad democrática, participativa, (…) en un Estado de justicia, federal y descentralizado que consolide los valores de libertad, independencia, paz, solidaridad (…)
Precisamente,
ante tan inexcusable frustración, el régimen se vio obligado a procesar
desesperanzas y clamores de una población que finalmente pudo despertar ante
tanto populismo, aunque de nuevo cuño. Es cuando, después de 2006, recurre a
atizar sus relaciones con el sistema político castro–comunista que domina a
Cuba. De esa manera, Venezuela fue deshonrándose a medida que fue abordada por
comandos militares e invadido por cubanos encubiertos que comenzaron a
desplazar a profesionales venezolanos.
Para
alcanzar este objetivo cocinado con la más desaliñada sazón, el régimen se
valió de trágicas situaciones con la intención de conmover ese universo de
decepcionados. Pero todo salió al revés lo cual exasperó a los jerarcas
revolucionarios al extremo que confundieron sus mismas expectativas. Ahora, ni
siquiera tienen idea de cómo ordenar el desastre económico que rebasó su escasa
paciencia. Tampoco le funcionó lo de “patria”. Encima de esto, forzaron la
institucionalidad de la Asamblea Nacional para concederle poderes especiales al
presidente Maduro sin avizorar la hecatombe que de tan equivocada determinación
habrá de devenir. Es como si realmente hubiesen escapado seres malévolos y
todos los males que encerró la mítica “Caja de Pandora”. Así que en lo
sucesivo, hay que advertir: Cuidado: demonios rojos sueltos.
VENTANA
DE PAPEL
EL
PAÍS SE FUE “A PIQUE”
Los
hechos de esta semana, pusieron al descubierto la desvergüenza de una poblada
para la cual no existen valores, ni principios, ni tantas otras virtudes que
dignifican la ciudadanía. No sólo fueron los actos de bandidaje que hicieron
crisis luego de la orden del presidente Maduro cuando, en una de sus
impertinentes cadenas nacionales de radio y televisión , llamó a “dejar los
anaqueles vacíos” sin tomarse luego el tiempo para enmendar o enderezar lo
expresado.
También
fue la acción de sicarios políticos dedicados a eliminar del mapa político a
activistas de la oposición democrática sólo con la malsana intención de cuadrar
los votos necesarios de cara a la equívoca propuesta de concederle poderes
especiales a quien no los requiere. Supuestamente, para “profundizar la lucha
contra la corrupción e impulsar una economía diversificada y productiva en el
país”. Sólo que casi nadie lo cree pues el aludido señor, como todo politiquero
de oficio, ha vivido en medio del cauce que se abre entre el discurso pomposo y
la engañosa realidad. Además, porque en este país ha prevalecido la viveza y el
pillaje por encima de las cualidades a partir de las cuales es posible
construir un país decente.
Esas
mismas personas, han institucionalizado la inmoralidad que tiene profundamente
maltrecho al país. Precisamente, subordinados a la línea de interés del
proyecto político ideológico que el régimen busca implantar a costa de lo que
sea. Incluso, animando a que lo que queda de democracia se pervierta no sólo
encubriendo la corrupción en todas sus manifestaciones. También, incitando esta
ola de desafueros que nos ha mostrado al resto del mundo como una sociedad de
inadaptados. Por eso, hay quienes dicen que el país se fue “a pique”.
NO
SERÁ LA EXCEPCIÓN
En
el centro del profundo revuelo que vive el país, la universidad venezolana
sigue viéndose atrapada en serias contradicciones que la llevan a reducirse de
cara a su razón de ser expuesta en la Ley de Universidades. Particularmente, en
el artículo 2ª donde puede leerse que “a ellas corresponde colaborar con la
vida del país a través del esclarecimiento de los problemas nacionales”. No
obstante, en términos de este propósito, se desata todo un conjunto de forzadas
complicaciones que en nada se corresponden con dicho precepto. Sobre todo,
cuando pretenden justificarse con circunstancias sin que al respecto termine la
Universidad pronunciándose ante los entuertos que política, social y
económicamente afectan al país.
Esta
situación hace que las universidades se mantengan silenciadas. Mientras el
discurso académico va por un lado, las ejecutorias institucionales van por
otro. En consecuencia, no hay concordancia alguna que exhorte el sentimiento
universitario frente a los problemas que está viviendo el país. En este
sentido, no es difícil inferir que estas Casas de Estudios Superiores, cuyas
capacidades deben actuar comprometidas con el desarrollo regional y nacional,
lucen apagadas ante la crisis económica y política que arrolla a la sociedad
venezolana.
No
hay una declaración frontal que exponga una postura crítica ante el manejo
equivocado de políticas económicas y sociales por cuya insuficiencia el país se
ha visto atorado y atrapado en una grave crisis de Estado. Es inaceptable que
las universidades detenten un ruidoso silencio que no se compadece con la
situación de crisis. Aunque también hay razones para pensar en una inducida u
obligada mesura por las intimidaciones propias de un régimen oprobioso que,
abusando del poder, ha intentado vapulear la autonomía a pesar de ser un
derecho constitucional. Y cuando se ha atrevido a manifestar algún juicio a
través de voces aisladas de gremios, dependencias o miembros de su comunidad,
es desatendida. O peor aún, arrinconada.
En
medio de constantes amenazas gubernamentales, las universidades se ven
presionadas a limitarse en función de sus facultades autonómicas que rigen sus
orientaciones académicas y administrativas. En todo caso, es tiempo de amarrar
compromisos que devengan en acciones. Ante las resquebrajaduras que han
desarreglado al país, la universidad no puede seguir prestándose a que siga
“corriéndose la arruga”. No debe retrasar más su salida a la arena de la lucha
abierta. Debe elevar su voz de protesta ante el desbarajuste que el gobierno ha
incitado. De otra manera, las coyunturas harán prisioneras a las instituciones
nacionales. Y la Universidad autónoma, no será la excepción.
“Todo proyecto político-ideológico que omita los valores morales como principios fundamentales que avalan la consecución de un buen gobierno, está destinado a enrarecer cualquier objetivo de desarrollo. Con ello está sentenciándose la abolición de las libertades y la inhabilitación de la democracia” AJMonagas
Antonio
José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
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