Al igual que ocurrió con Chile en 1973, la
izquierda internacional despliega hoy su
propaganda para anunciar un golpe de Estado en Venezuela. Nunca dicen
que la situación de crisis aguda que tuvo lugar bajo Allende y ahora se repite
en aspectos básicos en Venezuela, resulta del intento de imponer un modelo que
asfixia la libertad, destruye el pluralismo y arruina la economía.
El socialismo es un camino pernicioso que
conduce de manera fatal a la fractura social y el colapso económico. Pero
nuestros revolucionarios no entienden esa contundente verdad. Las fantasías se
reproducen sin que la experiencia histórica implante la más leve huella en
mentes dogmáticas y corazones endurecidos por el resentimiento.
Lo que viene es incierto, pero tengo la
convicción de que la oprobiosa revolución bolivariana lleva la muerte en el
alma. Venezuela se encuentra en los albores de una nueva etapa. Las opciones
son múltiples y la Historia nos sorprende con sus zigzagueos. No obstante, es
fundamental que todos los que de un modo u otro hemos realizado esfuerzos para
hallar un rumbo alternativo, entendamos la naturaleza del desafío planteado.
Me explico: El PSUV no es un partido político
como cualquiera; lo que sus líderes y seguidores han hecho durante estos
pasados quince años no sólo no debe quedar impune, sino que hacia el futuro no
debe permitírseles proseguir en la vida política del país como movimiento
revolucionario. Hay que obligarles a aceptar la democracia o sacarles del juego
político. Que se unan a las FARC si lo desean.
El proceso comenzó con una rendición: la de
Hugo Chávez en febrero de 1992. La miopía y el revanchismo entonces
prevalecientes permitieron que el zarpazo contra la constitucionalidad
obtuviese finalmente el éxito. En una nueva etapa será imperativo exigir, para
otra Venezuela, una nueva rendición, que consistirá en el abandono por parte
del denominado chavismo del objetivo de llevar a cabo una revolución
socialista. Si ello no ocurre, si el chavismo continúa del mismo modo aunque
fuera del poder, se convertirá en un factor de permanente envenenamiento de la
vida nacional. Esto no es aceptable.
El fin del presente régimen, cuando
acontezca, abrirá las puertas a un complejo reto para quienes tengan en sus
manos la conducción del país hacia mejores destinos. Si el chavismo no es
sometido a una rendición clara y decisiva, la acumulación de odios que dejará
el fin de su malvado proyecto le transformará en obstáculo insuperable para enrumbar
a Venezuela hacia el porvenir. La existencia de un partido dedicado a la
revolución es incompatible con la vida normal y la salud de una democracia
moderna y civilizada. Así deben concientizarlo los que asuman la conducción del
cambio hacia la libertad, la democracia y la convivencia en nuestro país.
El PSUV, sus dirigentes civiles y militares y
parte de su militancia, han demostrado inequívocamente que no son capaces de
admitir la disidencia y coexistir en libertad y paz con los que no comparten
sus ideas y propósitos. La dinámica totalitaria que les impulsa se convierte en
opresión, penuria y atraso. Deben rendirse y esta vez sin marcha atrás. Un país
democrático les acogerá si aceptan el fin de su perverso delirio.
Las prioridades de una Venezuela libre son
claras: Salida inmediata del país de todos los agentes castristas; liberación
de todos los presos políticos; revisión a fondo de relaciones con las naciones
traidoras; supresión de los colectivos armados; restauración del nombre y
símbolos de la Patria y de la dignidad de sus instituciones.
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