Una
característica que distingue a los revolucionarios y seudo revolucionarios en
estos 15 años, es crear, ser y proteger corruptos que han saqueado el país.
Llámense boliburgueses, bolichicos, militares, ministros, altos funcionarios
públicos, contratistas rojitos o allegados al régimen, el fin ha sido el mismo:
llenar sus cuentas en dólares sin importar que están atentado contra el
patrimonio público, sin importar que esos dólares que van a sus cuentas
personales son necesarios para resolver problemas del pueblo venezolano,
como fallas eléctricas, medicinas,
comida, infraestructura y educación, por nombrar algunos.
Los llamados
boliburgueses, nueva clase social que nació en revolución, poseen fortunas que
no pueden justificar. Su apoyo incondicional al régimen les ha permitido ocupar
altos cargos en el gobierno bolivariano a unos, y a otros, han pasado a ser los
contratistas preferidos del régimen. Principios como honestidad, transparencia, eficiencia,
eficacia, legalidad, rendición de cuentas y responsabilidad están muy alejados
de la conducta de estos boliburgueses, por el contrario, la mayoría de sus
actuaciones van acompañadas de extorsión, sobornos, enriquecimiento ilícito,
opacidad, y nepotismo, todos delitos contra el patrimonio público establecido
en la Ley Contra la Corrupción.
Los bolichicos
por su parte, no han tenido que vestirse de rojo ni defender la revolución como
lo hicieron muchos boliburgueses el 11 de abril de 2002, porque apenas eran
adolescentes cuando Chávez asumió por primera vez la presidencia. Estos jóvenes
de refinados gustos, provienen de familias adineradas, estudiaron en los
mejores colegios y universidades del país y se desenvuelven en la alta
sociedad. Al parecer, sus buenos contactos con el gobierno permitieron que la
compañía de estos personajes fuese beneficiada en la contratación, a pesar de haber sido recién constituida y no contar
con mayor experiencia, en una área neurálgica para la nación como es el sistema
eléctrico. Lamentablemente, el desempeño de estos emprendedores ha estado rodeado
de sobornos, enriquecimiento ilícito, sobreprecios y otras actuaciones nada
profesionales, éticas ni honestas. Sus oscuras actuaciones han trascendido
fuera de nuestras fronteras, por lo que han sido demandados ante tribunales en Estados
Unidos de América por soborno y enriquecimiento ilícito.
Mención aparte
merecen algunos de nuestros militares, quienes se dedican al narcotráfico,
extorsión y hasta manejan redes de delincuencia organizada en vez de cumplir el
rol que les atribuye la Constitución y las leyes. La Fuerza Armada debería estar ocupada en estos días
defendiendo nuestra soberanía en Guyana Esequiba, descubanizar la institución y
exigir se aclare la nacionalidad de quien se desempeña como su comandante en
jefe. Es difícil imaginar a un digno militar venezolano, quienes deben ser muchos,
dejarse dar órdenes por un presidente de dudosa nacionalidad como Maduro.
Independientemente
de sus orígenes, formación o verdadera ideología, los boliburgueses,
bolichicos, militares, ministros, altos funcionarios públicos, contratistas
rojitos o allegados al régimen que han tenido cuestionable conducta en el
desempeño de sus funciones, tienen pendiente una cita con la justicia cuando se
acabe el actual régimen, se reestablezcan las instituciones y puedan ser objeto
de investigación imparcial. Los venezolanos debemos reclamar que no haya
impunidad y se restituya al patrimonio público el dinero ilegalmente desviado.
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