viernes, 25 de octubre de 2013

DANIEL CHALBAUD LANGE., VENEZUELA: O.P.E.D. vs O.P.E.P.

   La providencia dotó a Venezuela de una gran variedad de privilegios: costas, mares, llanos, bosques, cordilleras, ríos, clima variado, flora y fauna abundantes y exóticas y,  gran variedad y cantidad de recursos naturales entre os cuales destacan, por su importancia económica y estratégica,  oro, aluminio, hierro y petróleo.  Este último, a medida que, desafortunadamente, fue desplazando al agro y a la cría como sostenes de la economía familiar y nacional, se convirtió en pilar fundamental e imprescindible del desarrollo nacional integral, al punto, que cualquier variación negativa en volumen y precios afecta sensiblemente el presente y el futuro del país.  

Esta situación que afectaba por igual a muchos países productores y exportadores de petróleo, llevó al Dr. Juan Pablo Pérez Alfonso a motorizar la creación de la O.P.E.P. -Organización de Países Exportadores de Petróleo – los cuales tenían un común denominador: el petróleo como recurso natural agotable para sustentar el desarrollo.

   Como consecuencia de las políticas de la O.P.E.P., los países que la fueron conformando, poco a poco fueron adquiriendo la experiencia necesaria y afianzando soberanía para fijar políticas y administrar su propia industria petrolera.

   Venezuela, en 1976 dio el trascendental paso de nacionalizar su industria petrolera y, a partir de ése momento, con esfuerzo nacional propio y sin traumas para el país, hasta el 2002, se logró manejar y consolidar una excelente y rentable industria petrolera, a pesar de las variables (intereses) foráneas y poco controlables que día a día afectan e inciden en contra de nuestra principal fuente de ingresos.

   Simultáneamente, de una manera callada, a oscuras, subterráneamente, se fue desarrollando una nueva estructura, una nueva industria multinacional, que explota recursos naturales diferentes al petróleo, oro, aluminio o hierro, la cual, aceleradamente y con la fortaleza de un “paso de león”, se ha convertido en una actividad que maneja cifras monetarias que superan los presupuestos de muchos países y, que incluso, en ocasiones igualan o superan el poder de algunos Estados, me refiero a las DROGAS.

   De todos es conocido el real poder de los magnates de las drogas quienes, día a día, extienden horizontal y verticalmente sus tentáculos, tumbando y poniendo gobiernos, tumbando y poniendo ministros, gobernadores y alcaldes, amedrentando, intimidando, asesinando, comprando conciencia de dirigentes políticos y de jueces, penetrando las más variadas instituciones, creando poderosas fuerzas bien armadas,  haciendo pactos con el diablo y tratando de hacerlo con Dios, minando los estratos sociales, en especial los de menores recursos y a la juventud, y oscureciendo el futuro de muchos países.

   En Venezuela no hemos escapado a muchas de las situaciones anteriormente señaladas; cada día observamos que, poco a poco, vamos pasando, de puente en el tráfico internacional de las drogas a la de su siembra, consumo y distribución creciente. Dándonos cuenta, estamos siendo obligados a formar parte de la O.P.E.D. – Organización de Países Exportadores de Drogas –

   Venezuela se ha convertido en un eslabón más de la cadena internacional de las drogas. La O.P.E.D americana tiene tantos socios como países existen en nuestra América.
  
Las drogas se han convertido en una mercancía de cambio y en un instrumento de pago.  Recambian drogas por armamentos y con drogas se adquieren multimillonarios bienes, muebles e inmuebles.  Ese recurso natural, de fácil explotación agroindustrial, ha dado muestras de penetración en instituciones, públicas y privadas, que configuran el basamento moral de nuestro país.  Por los actores e intereses internos y foráneos que intervienen en la globalización de la internacional industria de las drogas y por sus negativas consecuencias en el desarrollo, bienestar y bien común de la población venezolana, es imperativo ratificarle la consideración de un problema de Estado, de un problema de Seguridad, Defensa y Desarrollo nacionales y, por lo tanto, tratársele como tal.
  
Si no queremos que Venezuela, en poco tiempo se vea obligada a cambiar su afiliación de la O.P.E.P. para la O.PE.D., es de necesaria urgencia que el país nacional -- todos los sectores – tome conciencia de la magnitud y gravedad de este flagelo y se convenza que su contención y minimización se hará sólo con un plan estratégico orgánico, que identifique los cientos de eslabones que constituyen su estructura y que defina y ejecute, en armonía con las demás naciones, planes conjuntos para romper la cadena.

Hay que fortalecer a las instituciones públicas y privadas en programas de inteligencia, prevención y control. Hay que multiplicar la información sobre los efectos negativos de las drogas, sobre todo en la juventud. Hay que establecer vínculos con todos los países para cercar su producción, tránsito y consumo.

Los países petroleros y en especial la O.P.E.P deben utilizar parte de los ingentes ingresos que les brinda el petróleo para combatir y acabar con la O.P.E.D.

DANIEL CHALBAUD LANGE.
Daniel Chalbaud Lange

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