martes, 15 de octubre de 2013

SAÚL GODOY GÓMEZ, POLÍTICA EXTERIOR CHAVISTA,

Ese nombre tan rimbombante de “pluripolar” era el mejor disfraz para ocultar la verdadera intensión de Chávez con respecto al mundo, que no era otra que la imposición del “otro imperio”, el de los suyos, el de los que pensaban como él, de los que creían que el mundo industrial-capitalista había fracasado y que ahora le tocaba el turno a los países del hambre, a las ex-colonias, al tercer mundo, a los socialistas integrados como bloque, a los gobiernos del fundamentalismo islámico, a los hombres fuertes del autoritarismo mesiánico.
¿Y cuál era su pensamiento? Era sencillo: llegó la hora de la justicia planetaria, de invertir los papeles y entregarle el testigo del nuevo orden mundial a una especie de politburó, a la usanza del modelo estalinista en la Rusia comunista; su fantasía de un orden rojo mundial admitía la fórmula maoísta, la de las dictaduras de la Europa del Este antes de la caída del muro de Berlín, el comunismo agrario de Polt Pot, de los zapatistas, de los Sin Tierra, , la de los regímenes autoritarios de África, como el de Idi Amín o el del hermano Gadafi, y por supuesto el castro comunismo, que lo alimentaba ideológicamente.
Chávez carecía de imaginación política, aunque audaz y frontal con sus posiciones, toda ella era una colcha de retazos de muchos pensamientos amalgamados en la licuadora de su cabeza, y reflejaba un profundo resentimiento en contra del orden mundial que regía los destinos del mundo.
El resorte que movía sus discursos y acciones era la filosofía de la liberación, la del oprimido que tenía la oportunidad de insultar y enredarle la vida a su enemigo. Era la filosofía del esclavo Espartaco en contra del imperio romano. Toda su argumentación, su dignidad, justificación ética, sentido de justicia provenían de un centro, él era un oprimido, “un pata en el suelo” y billones como él, que son mayoría en el mundo, sabían que les había llegado la hora de su venganza, porque en el fondo, lo que lo movía era el odio, no el amor que proclamaba a los cuatro vientos.
Y con esa actitud no había muchas opciones, “o estás conmigo o en mi contra”.  Su política exterior se resumía a un simple listado de países amigos o enemigos, de socios y aliados, si podía sonsacarlos y llevárselos a su lado, bien, si no, que se atuvieran a las consecuencias.
Bajo ese patrón diseñó una política de estado, de oportunidades y amenazas, de fortalezas y debilidades, que respondían a su interés de ser reconocido como líder de ese otro orden mundial, aunque eso significara – ahora estamos viviendo las consecuencias – que el país y sus prioridades quedaran en el olvido. Su estrategia de acaparar el foco de atención de la opinión pública resultó, trató de acostumbrar a sus relacionados a la “política de micrófonos”, Chávez resolvía todo ante las cámaras de televisión - de esa manera se ahorraba, evadía, el tener que contar con un cuerpo diplomático de carrera y profesional - sus asuntos los arreglaba en sus maratónicos viajes alrededor del mundo, de manera personal, mirándose a los ojos con el otro, como tanto le gustaba.
Aprovechó de hacer rodar rumores, información falsa, infundios y fantasías sobre su persona, entre ellos el emparentarse con los héroes de las guerras federales, hizo de su intento de golpe de estado un acto de justicia social, se presentó como el responsable del aumento del petróleo en el mundo al inicio de su mandato, dijo que cuando le dieron el golpe de estado, el “pueblo” fue a rescatarlo y restituirlo en la presidencia, presumió de que nunca perdía una elección, se autoproclamó sucesor de Fidel… en fin, que gracias a su esfuerzo Venezuela podía lucir los mejores índices de calidad de vida y progreso ante el mundo.
Esa intensa campaña de RRPP le valió que muchas puertas se le abrieran, su figura de rebelde y pendenciero gustaba en muchos lugares, donde la gente, aburrida por jefes de estado convencionales, saboreaba las declaraciones disonantes de este personaje exótico.
Esa forma de manejar los asuntos externos del país también le permitió que unos hombres grises e incapaces, que sólo obedecían órdenes, tuvieran el rango de cancilleres de la república. Sin una Cancillería preparada y atenta al desarrollo de una agenda nacional, siguiendo la pista de eventos y compromisos que venían de muy atrás en el tiempo, se descuidó políticas que concernían a las fronteras, al comercio exterior, a tratados internacionales que iban en curso de colisión con las políticas del líder, se desatendió juicios y demandas donde la nación tenía mucho que perder.
El mundo era su ostra, Venezuela le quedaba pequeña, es por ello que hizo suyo el lema que lanzó el comunista Ignacio Ramonet, en su pasquín Le monde Diplomatic, “Salvar el Planeta”, esa era su gran misión.
Si, por un lado, la figura del presidente Chávez era un éxito mediático en el mundo, en términos de la Real Politic era un fracaso, el país se hizo más vulnerable, reaccionando a las situaciones, aislándose progresivamente de la comunidad internacional, sin instituciones, sin un marco legal confiable, convirtiéndose en un socio poco confiable e impredecible.
Pero era una política exterior sumamente costosa, Chávez creía tener en su puño a una serie de países - que eran votos a su favor en los organismos internacionales - como clientes, países vasallos que por petróleo y dólares saltaban, daban vueltas o se hacían los muertos.  De esa manera, por 13 años de mandato, desangró y arruinó al país, pues no sólo eran ayudas costosas para infraestructuras, sino créditos y compra de deuda y bonos de países amigos que terminaban en cuantiosas pérdidas para el tesoro nacional.
El gran premio para los gobiernos que siguieran su línea eran los grandes pedidos de productos para exportar a Venezuela, compitiendo deslealmente con los productores nacionales y trancando las posibilidades de desarrollo interno del país. Sacrificó, incluso, la independencia alimentaria de su propio pueblo para dar inicio a una peligrosa economía de puertos; nos hizo, como nunca, dependientes de la renta petrolera, entregando nuestra soberanía a otros países.
No sólo cambió de manera drástica nuestra exitosa estructura de mercado petrolero, sino que sacó a la república de la participación de importantes pactos y foros regionales y mundiales, y nos impuso otros acuerdos donde se sentía más cómodo. ¿Quién no recuerda las “cumbres paralelas”, cercanas a las reuniones de mandatarios, que su entorno le preparaba y los “foros alternativos” que se corrían paralelamente a las actividades institucionales de los gobiernos? Llenaba estadios con “los pueblos sin voz” para, en interminables discursos, torpedear y descalificar los esfuerzos de los países de occidente. Cómo le gustaba retar a las potencias capitalistas y sus estrategias militares, rompiendo cercos y zonas de seguridad para reunirse con los enemigos del imperio, que era la red mundial de déspotas que imaginaba, serían los herederos del nuevo mundo.
Separar el culto a su persona de los intereses del país fue un labor harto difícil, le gustaba rodearse de escritores, artistas - una parte de Hollywood se rindió a sus pies, - indudablemente se trataba de una “star” del jet set internacional, pero, en realidad, ¿Representaba los intereses de nuestro país? Hasta su muerte fue convertida en un evento del mass media, rodeada de secretos, trucos, desinformación… el combustible de la vida se le acabó sin lograr lo que se proponía.
Su legado fue una Latinoamérica confundida, más dividida que nunca, con organismos multilaterales debilitados, con nuevas organizaciones que responden a oscuros designios, que en vez de ayudar a la convivencia regional se dedican a crear conflictos, despertó un populismo clientelar y agresivo, volvió a poner la palabra revolución en la boca de mucha gente que necesita paz y trabajo, revolvió el militarismo y lo puso a competir con la sociedad civil.
Y mientras Venezuela cae en barrena, en medio de una espantosa crisis económica y social, el orden mundial parece haber cambiado muy poco. Chávez montó su acto sobre nuestras cabezas y lo que dejó, sobre nosotros, ni huele ni se siente bien. – 

saulgodoy@gmail.com

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