La
humanidad finalmente arriba al milenio tan ansiado, anunciado y profetizado por
los grandes pensadores, filósofos, clérigos. Estamos atestiguando, más que
expresiones de fe, el surgimiento avasallador de la confianza del individuo
ordinario en la libertad, como el único sistema que lo puede beneficiar.
A
pesar de que en México retrocedemos, el mundo avanza hacia esa era económica de
libertad con una nueva y poderosa arma; la tecnología, lo que la hace cada día
más elusiva para los glotones gobiernos; pero no hay que olvidar quien es el
líder de la banda. Esta es la era del dominio de los liberales en EU a pesar de
Obama. La tecnología ha promovido la consolidación de su poder hegemónico
mundial en todas las áreas; económica, política, militar, cultural. En este
confuso panorama la nueva forma de capital es las ideas, el conocimiento y la
información.
Los
paradigmas con los que vivió el Siglo XX han sido derrumbados y son en estos
momentos reliquias de un pasado que ya no existe. Pero la mayoría tradicional
no solo no lo entiende, lo rechazan con fiereza y es el grupo que el autor D’
Souza ha bautizado como “los conservadores negativos.” Pero hay otro que no
solo lo entiende, ellos lo han provocado y lo siguen construyendo, es a quienes
D’Souza llama “liberales positivos.” Estos dos campos se encuentran en una
lucha frontal por el control del futuro. Los conservadores lo quieren como una
réplica del pasado. Los “nuevos liberales” lo quieren construir mediante
un divorcio total con ese pasado.
Las
raíces de estos conservadores se remontan hasta el mismo inicio de la historia.
Platón en su famosa obra “Leyes” proponía severos castigos para los ciudadanos
dedicados al comercio y los negocios. Confucio afirmaba: “El caballero entiende
lo que es moral. El hombrecillo solo busca la ganancia.”Las sociedades antiguas
consideraban que la mejor forma de adquirir riqueza era heredándola e inclusive
a través de la conquista y el despojo—era mucho más honorable que través de
producción y comercio. La iglesia católica lo definía con más agresividad:
“Todas las riquezas proceden del pecado. Nadie gana sin que alguien pierda.”
Las
raíces de los liberales se inician con los enfrentamientos entre protestantes y
católicos en los siglos XVI y XVII que degeneraron en sangrientas guerras religiosas.
Los pensadores europeos de la época para detener la carnicería, decidieron
abandonar la anciente empresa de basar la sociedad en la búsqueda de las grandes virtudes y
reorientarla hacia la satisfacción de las necesidades terrenales—debían así redirigir
su energía de la poderosa fuerza de la religión, hacia algo igual de poderoso:
la búsqueda de ganancias materiales. Como consecuencia de ello una nueva
sociedad emergería alrededor de tecnología y prosperidad—. En esos momentos
nacía la economía como ciencia independiente mediante un desprendimiento de la
filosofía.
Emergerían
también los nuevos pensadores. En 1714 Mandeville publicó su obra “La Fábula de
las Abejas” en la cual exponía el que los vicios privados producen el beneficio
público. Mandeville afirmaba que una sociedad organizada alrededor de lo que la
iglesia consideraba diabólico; ambición, glotonería, avaricia, orgullo, envidia
produciría una increíble ola de prosperidad. Pero fue Adam Smith quien
refinando esos conceptos estableció los fundamentos para el verdadero
liberalismo. Luego fueron los filósofos Franceses y escoceses del renacimiento
quienes mejor lo definieron: “Cuando se trata de dinero, todos somos de la
misma religión. El judío, el cristiano y el mahometano hacen negocios entre
ellos—y le cuelgan el nombre de infidel sólo a los que quiebran.”
El
campo del liberalismo tradicional ha sido invadido por esa nueva ola de
liberales positivos; es la nueva generación X, la que nunca escuchó “no se
puede,” a la cual no se le controló a base de culpa, a ellos no se le amenazó
con el infierno y el pecado original. Es una nueva generación que no está a la
defensiva. Los principios emanados de “la vieja ola” fueron el de la queja, el
sacrificio y el valle de lágrimas. Los de la nueva se basan en su pasión por el
futuro. Esta no es una generación de pensadores o críticos sociales. Ellos
nunca han leído a Platón o a Max Weber. Lo que ellos leen es “Wired o Fast
Company” en las revistas tecnológicas de MIT o Stanford. Respetan a Einstein,
pero admiran a Edison. Ignoran a San Agustín pero les gusta Gutemberg.
Esta
nueva generación no pierde tiempo tratando de definir cuál debe ser el papel
del gobierno en nuestra organización social, simplemente lo ignoran y lo
consideran un estorbo más. Entienden muy bien las palabras de Jefferson cuando
en la declaración de Independencia escribió el que todos los hombres fueron
creados igual; “igual ante la ley y con los mismos derechos,” pero tienen muy
claro que no todos tenemos las mismas dotes y habilidades. No les interesa la
política porque la política ya no es interesante y mucho menos relevante. Saben
que el Estado amo y divino creado por el hombre, está regresando a su origen de
simplemente ser un sirviente y el conserje de la sociedad.
Estos
nuevos liberales entienden también el concepto de la moralidad de los mercados.
Saben que aun cuando hay iglesias que pretenden controlar a las sociedades y lo
han hecho con el monopolio del perdón; los mercados no perdonan. Algunos de
ellos son profundamente religiosos, pero sólo aceptan la religión que a
Tonqueville tanto impresionó cuando escribió: “Los Americanos combinan en sus
mentes la noción de Cristianismo y Libertad con tal intimidad, que es imposible
el concebir el uno sin el otro.” Ellos creen en el Dios de la Biblia
promoviendo libertad para sus hijos. Pero saben que esto ya no es su realidad.
Voces eclesiásticas muy poderosas se unen al coro de colectivismo posicionando
las iglesias en esa lucha contra una sociedad libre. Entonces al igual que al
Estado las ignoran.
La
sociedad en EU no solo los acepta, los admira. Entienden que esa competencia
estilo Bill Gates, Milken etc, para seguir acumulando dinero, permanece como el
primitivo motor atrás de las incansables energías de esa nueva elite empresarial.
Aun cuando el uso de ese dinero está sujeto a la ley de las utilidades
marginales, la satisfacción de acumularlo no lo está. Adam Smith lo definió muy
claramente: “Ha sido muy beneficioso el que la naturaleza nos haya dado esta
capacidad. Esto es lo que mantiene en constante movimiento el esfuerzo del ser
humano.” Traducido; dejemos a estos hijos de suchi que se harten de acumular.
No nos importe si con ello son más felices o no. Lo que sí sabemos es que al
seguir produciendo bienes y servicios mejores y más baratos, aportan para
mejorar la sociedad; y lejos de explotarnos, somos nosotros los que con su
consentimiento los explotamos a ellos.
Esta
es la generación que está esculpiendo el nuevo Siglo XXI y aquí tenemos un
ejemplo:http://m.soundcloud.com/panchoburquezsenador/seningfranciscoburquezvalenzue
@elchero
Ricardo
Valenzuela
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