Los
"progre" constituyeron una fauna urbana típica de mediados de los
años setenta.
Un progresista en la Venezuela de esos años, por ejemplo, se
reconocía por ciertos signos culturales, pelo largo, chaqueta de pana, barba y, ocasionalmente, gafas redondas (a lo
John Lennon).
En cierto sentido, conformaban una pequeña "tribu" que arrastraba la resaca de
la derrota política y militar que los sectores democráticos propinaron a la
izquierda de inspiración marxista. Con los años, envejecieron y enrolaron la exitosa clase media que definió el
dispositivo político y cultural de la democracia venezolana.
Hoy en día el
término reaparece en el escenario político y cultural del país pero con un
sentido diferente al que denotaba en la década del setenta.
El progresismo en
su versión actual, en oposición a los antiguos "progre", intenta
formular un relato político alternativo al del socialismo del siglo XXI que de
cuenta de la diversidad cultural del país y estimule una nueva comprensión de
las distintas formas de vida que conforman al Ser venezolano.
Sus fuentes de
inspiración son diversas. Visiblemente se nutren de dos: la llamada tercera
vía, cuyo exponente teórico más visible es Anthony Gidden (Londres, Inglaterra,
1938) y Mangabeira-Unger (Río de Janeiro, 1947). Brevemente, el primero de
estos dos académicos, propone un sistema económico de economía mixta y el
reformismo como ideología de gobierno. La tercera vía, rechaza por igual, a la
filosofía del laissez faire y la que pretende controlar totalmente el mercado.
Mangabeira, por su lado, promueve una "izquierda reconstructiva", que
se diferencia de la "recalcitrante" y
la "humanizante". "La recalcitrante busca desacelerar la
marcha de los mercados y de la globalización y regresar a un tiempo de mayor
involucramiento gubernamental y de programas sociales más fuertes. La
humanizante (o reformista) acepta al mundo en su forma actual, toma a la
economía de mercado y a la globalización como inevitable y apunta a humanizar
sus efectos a través de políticas de transferencia". En su libro, The Left Alternatively The Future of
American Progressivism (El futuro del progresismo estadounidense: una
iniciativa para la reforma política y económica.), presenta un programa
para democratizar la economía de mercado y profundizar la democracia. La
izquierda reconstructiva, a su juicio,
se orientaría hacia la coexistencia experimental de diferentes regímenes
de propiedad privada y social en el marco de una economía de mercado.
Desde luego,
estas son referencias intelectuales de orden teórico. En un plano más práctico
el progresismo pudiera definirse como un relato federal y federalizado. ¿Qué
queremos decir con estas expresiones?
Veamos. Federalizar el discurso implicaría despojarse de esa óptica que
homogeniza al país y que le impide dar cuenta de la diversidad cultural y
política que caracteriza a Venezuela. Un relato federalizado supondría,
entonces, asumir una definición de los venezolanos desde las regiones: soy
venezolano en tanto larense, carabobeño, apureño, zuliano etc. Este relato,
desde luego, iría acompañado por
propuestas como la de las
autonomías regionales y el federalismo fiscal, entre otras cosas. En fin, ser
progresista en la Venezuela actual, es apostar fuerte por la organización
federal del país.
Los
"progre", de cuño reciente, se
visten con nuevos atuendos teóricos. Esta izquierda reconstructiva, reconstruye (perdonen la
redundancia) su visión del país. Hoy florece, con distintos colores, en estados
como Táchira, Lara, Zulia y
Carabobo. Se inicia, así, la formulación
de un nuevo relato político. Las puertas que dan acceso al siglo XXI político
comienzan abrirse a la esperanza. Por cierto, si usted aún es
"progre" y tiene el pelo largo, no se lo corte.
nelson acosta
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