Existen
muchos argumentos que podrían esgrimirse para cuestionar al gobierno actual y
su proceder. Sin embargo, dos hechos pueden ser suficientes.
El
primero se refiere a una política que viene desde los períodos oficialistas
anteriores y que busca la entrega de poderes absolutos en diversas materias a
quien ejerce la Presidencia de la República. Para ello se argumenta que eso
hará posible la transformación de la patria. Lo mediocre del argumento es que
el gobierno posee holgada mayoría legislativa que prefiere salir presta a
aprobar la cesión de sus funciones, antes de cumplir a cabalidad el mandato
otorgado por el pueblo al elegirlos como parlamentarios.
Desafortunadamente, el
temor opositor se cumple cuando el gobierno emplea sus poderes especiales en
aumentar el clientelismo y perseguir a la disidencia.
Adicionalmente
se une a un mecanismo manipulador de crear mitos y falsedades en torno a la
historia. El más común es el de plasmar que el expresidente fue un adalid de la
lucha social, a la vez que es dibujado como un ser sacrificado que dio su vida
por la patria y que por ello su retrato debe exhibirse en buena parte del país.
Nada se habla por supuesto de la violencia que el Presidente fallecido imprimía
en sus discursos ni de la debacle económica en la que dejo su país. Mucho menos
se menciona la manipulación electoral y los grandes casos de corrupción que
incluso afectaron a su figura y al entorno más cercano.
Triste
entonces que Argentina haya llegado a los niveles de conflictividad que tiene.
Lo lamentable es que no sólo los mitos kirchneristas y los poderes absolutos
han llevado a esta situación, sino también la actitud indolente de una
oposición dividida que no termina de entender que el populismo les está robando
su país.
luisdalvarezva@hotmail.com
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