Estaba
lloviendo muy fuerte, tan fuerte que las gotas de agua parecía que iban a abrir
huecos en el techo de zinc de la casa y como la luz se había ido, cosa que
siempre sucede cuando llueve, Doña Teresita se levantó de la cama para preparar
un té de hierbabuena y el abuelo Figueroa le preguntó: “-¿Qué te pasa hija, no
puedes dormir?”
“-Es
que el tiroteo me despertó hace rato,-le respondió mientras buscaba las tazas
en el gabinete-, fueron como 60 balazos y cuando eso pasa me angustia, porque
uno no sabe si hay un muerto tirado en alguna escalera del barrio, como aquella
vez que mataron a veinte muchachos y los dejaron montados uno arriba del otro,
como si hubiesen barrido cucarachas e
hicieran un “montoncito” para luego pasar la pala”
“-Pero,
no te angusties, que tu hijo está en el cuarto durmiendo, mija-le respondió el
abuelo Figueroa-, además, este mes solo han habido cien muertos; la cosa está
mejorando, porque el mes pasado mataron a ciento cincuenta personas como
promedio”.
“-Si
es verdad-le respondió doña Teresita- pero es que faltan tres días para que
termine el mes y hoy apenas es jueves”-le respondió mientras servía las dos
tazas de té y se sentaba al lado del viejo Figueroa, para comenzar a alumbrar a
las ánimas en medio de esa noche oscura y
a rezar por las miles de víctimas que habían sido asesinadas este año.
“-Lo
que podemos hacer, es empezar a llamar bien temprano en la mañana a la morgue,
así que cuando lleguen ya tendremos muertos”-dijo el abuelo Figueroa-.
-¡Ay,
Figueroa! Yo creo que nos estamos acostumbrando a todas estas cosas absurdas
que están pasando; a esta manera de vivir que llevamos como si fuéramos
animalitos que los arrean de un corral para otro, hasta que nos dan el palo por
el cogote!-dijo doña Teresita-
“Es
verdad, nos hemos acostumbrado a tomar té de hierbabuena que nosotros mismos
sembramos porque no conseguimos café, azúcar ni leche. Para conseguir comida
estamos detrás de un operativo del gobierno, comprando en camiones, que llegan
una vez a la cuaresma o en campaña electoral, pero en el mercado no se consigue
ni harina, mantequilla, papel toilét, pollo ni carne, nada mija”
-Es
deprimente, que vivamos de esta manera. Siempre hemos sido pobres, porque todo
el mundo no puede ser rico de cuna, pero ese socialismo no se entiende.
Ellos
si han cambiado-dijo doña Teresita-; el teniente Mogollón, por ejemplo, ahora
tiene una casa inmensa en la mejor zona de la ciudad, tiene carros, empresas,
plata en el extranjero, desde que se hizo Alcalde y cuando le dieron el cargo
en el Ministerio, hasta se la pasa más tiempo en Miami que aquí, mientras
nosotros vamos de mal en peor; que la plata no nos alcanza, no hay empresa que
de empleo, todo se está deteriorando tan rápido que hasta los pájaros se están
mudando”
-Bueno,
solo faltan tres días para que termine el mes. Dios nos dé vida y salud. Ahora,
para conseguir las hallacas en diciembre, tenemos que pasar por las elecciones,
primero-dijo el abuelo Figueroa-.
luis
rapozo
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