En el caso venezolano no ha sido difícil
escoger. Y a pesar de tener un criterio previo y definido sobre la materia,
consulté a veinte amigos para tener una visión más amplia y equilibrada sobre
un asunto de tanta trascendencia
ESCOGER ES UN ARTE, misterio o ciencia.
Sensibilidad que se construye y no se apremia. Como el vino. Aunque algunos
nazcan con esa distinción;para qué negarlo. En primer lugar los criterios para
seleccionar son claves, porque orientan al que trabaja, permiten evaluar el
tipo y grado de desarrollo de los instrumentos de análisis. En segundo término,
facilitan clasificar al que clasifica, es decir, entender al curioso, evaluar
su pensamiento, qué detalles tomó en cuenta, por qué dejó de mirar unas luces y
se dedicó a unas sombras. En tercer lugar, qué influencias existieron en su
modo de selección, qué de subjetividad, miedo, placer, olvido involuntario. Y
finalmente, valoramos el objeto que se escoge o descubre, la razón por su
interés, qué hay en él,en nosotros o en mí, que lo hacen elusivo.
ASÍ COMO HACE DÍAS me detuve a pensar sobre
la musicalidad con más repercusión social en Venezuela, ahora lo hago sobre las
voces masculinas que mayor radio de influencia han tenido en los últimos
cincuenta años sobre nuestras vidas. Hablo de cantantes venezolanos con voz que
identifican a un país, su manera de ser, de decir y soñar. Por cierto, el poeta
Seamus Heaney, irlandés y Premio Nobel de Literatura de 1995, ha dicho en su
libro "De la emoción de las palabras", que: "La idea es que la
voz es una especie de huella dactilar poseedora de una rubrica constante y
singular que, como las huellas dactilares, puede ser grabada y empleada para
nuestra identificación". A lo cual agrego que hay voces singulares que
representan al colectivo, de lo cual infiero, que palpando esa voz puedo
conocer parte del alma nacional. Torciendo el asunto sería como eliminar a
Frank Sinatra del "representativo acústico social" de Norteamérica,
Edith Piaf del francés, Benny Moré del cubano, Carlos Gardel del argentino, o
Marlene Dietrich del alemán.
En el caso venezolano no ha sido difícil
escoger. Y a pesar de tener un criterio previo y definido sobre la materia,
consulté a veinte amigos para tener una visión más amplia y equilibrada sobre
un asunto de tanta trascendencia. Me preguntaron además por qué había escogido
ese tema en tiempos tan politizados como los de ahora, y respondí que la
sociedad venezolana está huérfana de valores. Se barajaron varios nombres, en
una lista que incluyó a Héctor Cabrera, José Luis Rodríguez, Cheo García,
Felipe Pirela, Simón Díaz, Mario Suárez, Manolo Monterrey, Gualberto Ibarreto,
Alfredo Sadel, Rafa Galindo, Oscar D'León, Ilan Chester, Franco de Vita, Yordano,
Ricardo Montaner y otros.
ENTRE ESTOS GRANDES, todos coincidimos, sin
la menor duda, en que la voz de Alfredo Sadel es la más emblemática del
"representativo acústico social venezolano". Y no es solamente porque
haya grabado más de dos mil canciones, recogidas en cerca de doscientos discos
de 78 rpm y unos 130 de larga duración editados en diversos países. Y no es
tampoco por su trayectoria operática o por su internacionalización visual a
través de las películas que hizo, sino porque es el alma de todo lo que hemos
sido y llegaremos a ser. Porque su voz nos acoge en una hospitalidad en la que
no existe desconfianza o miedo. Ella, esa voz, posee el registro cálido y el
afecto que nos identifica y falta. Es una guía, una advertencia.
leandro.area@gmail.com
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