Mientras que a algunos pareciera no importarles la reivindicación de nuestros derechos territoriales en el Esequibo, en nuestra historia no escasean los gestos de valor y patriotismo que afirman nuestros títulos, dignidad y justicia. España, fundadora de ciudades y pueblos, creadora de civilización, defensora de su propia integridad, hoy nuestra como herederos suyos, nos legó hechos singulares a los cuales podemos acudir como antecedentes, además de derechos, de identidad y honor.
Durante el siglo XVII las potencias enemigas de España desplegaron sobre sus territorios numerosos intentos de arbitraria usurpación. Los franceses se posesionaron de las islas de Santa (1618), Guadalupe (1635), Martinica (1635), San Martin (1639), Marigalante (1648), y los ingleses de las islas de Tobago (1608), San Cristóbal (1623), Nieves (1628), Bahamas (1629) y Jamaica (1655). España en el Tratado de Madrid (1670) acordó reconocer a los británicos algunas posesiones en las Antillas, pero mantuvo su jurisdicción en el resto de sus dominios. Sin embargo, las incursiones inglesas y francesas se verificaron en ciertos lugares de la provincia de Guayana o El Dorado, región plena de significación para España que figuró de manera constante en sus mapas y fue objeto de expediciones y poblamiento bajo su autoridad.
En el siglo XVIII, época de la consolidación de Venezuela, en 1742, Felipe V sustrajo el gobierno de nuestras provincias de toda dependencia del Virreinato de Nueva Granada y, el 08 de septiembre de 1777, Carlos III creó la Capitanía General de Venezuela. Posteriormente, en 1786, se fundó la Audiencia de Caracas, se impulsó nuestro comercio, aumentó la población y se defendió nuestro territorio.
Don Pedro Carbonell, entonces Capitán General de Caracas, le comunicó con premura al Rey las noticias que le suministró el Gobernador de Guayana, don Luis Antonio de Gil, el 2 de febrero de 1797, sobre la ilegítima distribución de terrenos hecha por los ingleses desde la boca del Río Esequibo y hasta la Punta de Barima, y acerca del proyecto del primer ministro inglés, William Pitt, de sublevar el territorio americano.
Ante tales hechos, De Gil empezó a acometer de manera diligente las acciones militares y políticas más urgentes a fin de: "repeler al enemigo" y ofrecer: "una vigorosa y acertada defensa", comprometido como estaba en: "satisfacer mis responsabilidades con honor antes que carezca este y el de las armas de SM permitir más bien exponerme al último sacrificio sin temor...".
En tal sentido, informaba lo siguiente: "Luego que tuve noticias de la declaración de guerra, pasé órdenes a las misiones a fin de que 500 indios estén prontos para marchar en el instante que se les avise... bajo las órdenes de un oficial en jefe que está nombrado...", "... la Compañía de Caballería de Pardos, y media de Blancos de Upata, están abocados para marchar al primer aviso a las fortalezas de la antigua Guayana", al igual: "...que todos los vecinos de esta capital..., con las armas, que cada uno tiene...".
Anunciaba también otras disposiciones, tales como el uso de: "...cuatro cañones de calibre de a 6 montados en sus cureñas de marina"; "...remití a Guayana... balas de cañón de diferentes calibres...; que he aumentado la guarnición de las fortalezas hasta el número de 245 plazas entre tropas veteranas y de milicias..."; "...mandé a reparar los alojamientos, y las fortalezas...,y voluntariamente puse varias tropas de las Bocas del Orinoco a los Castillos y de esa estos a la Capital...".
Denunció De Gil con indignación que: "los Ingleses han hecho repartimiento de todas las tierras que median desde la Colonia de Esquivo hasta Barima, que es la punta de Barlovento, que forma la Boca del Orinoco..., y que a distancia en distancia han colocado unos palos con sus tarjetas en el extremo superior, que explican en habitante... que le habían aplicado, aunque este aviso no tiene toda la seguridad que exige un asunto de tanta gravedad, ... he despachado al capitán de infantería ... para que auxiliado de la lancha corsaria del Rey al resguardo de este río, las curiaras, e indios que le parezca necesario, pase a la misma Punta de Barima, la reconozca, y haga escrupulosa exploración de la verdad...; que de hallar en efecto alguna de las tarjetas... la traiga para mayor testimonio, pero sin alejarse de aquella punta...".
Sirvió 33 años a la corona esté meritorio Coronel de Infantería de los Reales Ejércitos, gobernador de la Provincia de Guayana (1790-1797), Agregado al Estado Mayor de la Plaza de Caracas, quien según don Pedro Carbonell: "acreditó su pericia militar, sus conocimientos políticos, y su celo incesante en conservar... aquella importante posesión...", objeto de: "expediciones y tentativas... que han causado un considerable cuidado en esta parte de América...", y que aún hoy resulta, más que nunca, necesario defender y reintegrar lo que de ella falta al territorio nacional.
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