Tres lecciones nos dejó la rebelión militar
de 1948, que contó con apoyo civil. La principal: el gobierno provisional debe
ser predominantemente militar, nunca de partido, para garantizar la
instauración de una democracia plural con una FAN institucional y profesional,
no política y mucho menos partidista.
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El 24 de noviembre se cumplirán 65 años de la
rebelión militar de 1948, que contó con apoyo político. Fue la segunda rebelión
desde la creación de la FAN, que con ella corrigió el error cometido en el 45
llevando al poder a un partido político. También los políticos aprendieron la
lección: en el 58 estuvieron de acuerdo en que el gobierno provisional fuese
militar y que la participación civil fuese de personalidades independientes.
Los partidos esperaron las elecciones.
El error cometido por la rebelión
cívico-militar del 45 fue darle el poder al partido Acción Democrática, lo que
tuvo consecuencias funestas para instaurar una democracia sólida y estable. Tal
vez por su juventud (el líder no había cumplido los 40) y por su formación
comunista (caso de Betancourt), los adecos pretendieron establecer una
hegemonía, sustituyendo el continuismo andino por el continuismo adeco. Eran
intolerantes en grado extremo, ofensivos en el lenguaje contra quienes no
compartían sus opiniones, autoritarios en sus ejecutorias alegando el poder de
las mayorías sin respeto a las minorías. Formaron brigadas de choque que
saboteaban los mítines de oposición, a los cuales atacaban a piedras y palos.
No atendían razones ni oían argumentos. En las asambleas, por ejemplo la
Constituyente, pasaban su aplanadora de manos alzadas acompañadas de burlas.
Todo en nombre del pueblo, que simbolizaban en un “juan-bimba”, del cual se consideraban
dueños. Decían que ellos eran la representación genuina de los
“pata-en-el-suelo”, los “alpargatúos”, los negros y los “sin-camisa”. Una
vocinglería demagógica, acompañada de un populismo irresponsable: dádivas para
amarrar votos y desorden social con invasiones de propiedades ajenas. En suma,
los adecos sufrieron del “sarampión juvenil”, enfermedad política llamada
también infantilismo de izquierda. Ya se sabe que el sarampión pone rojo al que
lo padece. Es enfermedad de juventud. En la madurez tiene otro nombre: idiotez.
Los adecos del 45-48 fueron profundamente
sectarios. Establecieron un gobierno mono-partidista, exclusivo de ellos. Se
reservaron el monopolio del poder. Exigieron el carnet del partido para obtener
y permanecer en cargos públicos o recibir beneficios del gobierno. Persiguieron
a los opositores, encarcelándolos injustamente e ignominiosamente. De los
recuerdos imborrables de mi infancia tengo ver a mi abuelo materno y a mi padre
amarrados con sogas, llevados presos a la fuerza, embarcados en un bote de vela
de mi pueblo natal hasta Coro. Su delito: ser de oposición.
Fueron tan ciegos que pretendieron convertir
a los militares de socio menor en el gobierno a brazo armado del partido.
Hablaban de ellos como si la FAN fuera un cuerpo adeco, sin llegar a la
aberración de un saludo así: “patria adeca o muerte”, “somos antiimperialistas,
adecos y betancouristas.” Y aún más, hablaban descaradamente de formar milicias
obreras y campesinas que aseguraran la perpetuidad del régimen. Presumían de
controlar los sindicatos de trabajadores, las ligas campesinas y los gremios de
profesionales. Proclamaban que “esta revolución durará cien años”, “esta
revolución llegó para quedarse”. Porque su toma del poder la llamaron
“revolución de octubre”, exactamente igual a la soviética de 1.917.
Todo se les vino abajo a los adecos el
24-11-48, con una rebelión militar que es modelo de planificación y ejecución,
propia de jefes militares con formación profesional sólida. No hubo un muerto,
ni siquiera un herido. Fue un acto quirúrgico, de asepsia completa, sin una
gota de sangre. La rebelión militar tuvo apoyo civil, pero no de calle. La
oposición prestó sus cuadros para los cargos públicos, pero no como
participación de partidos sino como individualidades que colaboran con los
militares.
Tres lecciones nos dejó el 48. La primera, el
gobierno provisional debe ser predominantemente militar. Así se hizo
exitosamente diez años más tarde. La segunda, la FAN no puede ni debe ser
politizada, convirtiéndola en brazo armado de un partido. Hay que cortar en
seco esta desviación; de lo contrario, podría degenerar hasta servir a una
potencia extranjera con el pretexto del internacionalismo proletario. Y, por
último, el populismo es un tigre de papel al cual no hay que tenerle miedo con
el cuento de milicias y colectivos armados.
petitdacosta@yahoo.com
@petitdacosta
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