En ciertos medios impresos y digitales
venezolanos hemos leído distintos enfoques relativos a una presunta guerra económica que se está suscitando en nuestro país, y
sostienen que una “Guerra económica es un conjunto de acciones encubiertas o
disimuladas destinadas a afectar de manera desfavorable el desempeño de la
economía nacional, bajo la apariencia de ser consecuencia de la exclusiva
gestión deficiente del respectivo Gobierno Nacional”.
Desde otro ángulo
sostienen que Salvador Allende (presidente 1970-1973) “fue víctima de las más
salvajes estrategias de desestabilización política y económica”; afirmación,
entre otras, que nos impulsó a revisar históricamente la situación económica que experimentaba Chile hace 43 años. Resulta
pertinente citar que Allende ganó las elecciones de 1970 en el marco de un país
dividido políticamente en tres partes con un 36,2% de los votos (inferior al
38,9% que obtuvo en 1964); y desde el inicio de su mandato instrumentó un modelo económico denominado Sistema Social
que propició elevación del bienestar durante 1971 y principios de 1972, cuando
se inicia una reversa que ya en 1973 mostraba una pérdida del control del país
por parte del Presidente, hasta su trágico deceso el 11 de septiembre de ese
1973.
Según la Unidad
Popular la economía chilena presentaba
en 1970 cuatro características fundamentales: monopólica, externamente dependiente, oligárquica y capitalista; sosteniendo
que para superar estas condiciones económicas era necesario cambiar la estructura de propiedad,
razón por la cual todas las medidas económicas del Gobierno estaban destinadas
a traspasar la propiedad privada al
sector estatal. La transición al
socialismo, sostenían, requería de profundos cambios estructurales para
superar el capitalismo tal como la estatización
de los medios de producción; a la luz de ello el Gobierno aplicó un
conjunto de políticas macroeconómicas de
corte populista con el propósito de conseguir una rápida reactivación con una acelerada redistribución, que
se tradujo en una fuerte expansión de la demanda con implícitos desequilibrios crecientes tal como un
agotamiento de los inventarios, mayor dependencia con relación al sector
externo de la economía, escasez de divisas, fuga de capitales, desmonetización
de la economía y un manifiesto proceso
inflacionario; estas políticas altamente expansivas eran realmente un
mecanismo para obtener una fuerte base
de apoyo político que facilitara adelantar cambios más radicales en la
economía y en la sociedad chilena.
La política
sobrexpansiva redistributiva y sus consecuentes desequilibrios, recibieron
fuertes críticas (inclusive de economistas y sectores gubernamentales) que el
Gobierno recibió como meras
observaciones técnicas, y por ende nada hizo, ni ajuste ni modificaciones en la política económica privilegiando la ideología, dándole más
importancia al mantenimiento de la imagen
progresista y revolucionaria que a la reducción de los desequilibrios. Como
era predecible se generó un déficit
fiscal de 60% en 1972 y de 72% en 1973, que se financió mediante emisiones monetarias del Banco Central (dinero
inorgánico) que tuvo como obvia consecuencia un fuerte incremento de la cantidad de dinero en circulación de 173%
en 1972 y de 413% en 1973 hasta aumentar
30 veces en tres años; se redujo en un 23% el poder adquisitivo y hubo de transcurrir más de ocho años para que
las remuneraciones reales recuperaran el nivel que tenían en 1970; la caída de la producción interna fue la
causa principal de la escasez interna de
bienes, que a su vez impulsó un incremento
de las importaciones totales entre 1970 y 1973, mientras que las importaciones de alimentos crecieron
3,8 veces en el mismo lapso; las reservas
internacionales netas se redujeron un 62% en 1972 con respecto al nivel de
1971, hasta perder el 84% de dichas reservas en tan sólo dos años, al extremo
que en 1973 el nivel de las reservas
internacionales netas disponibles a corto plazo equivalían a 22 días de importaciones.
América Latina ha
vivido numerosas experiencias populistas
y sistemáticamente todas han terminado
en un absoluto y rotundo fracaso, que en el caso chileno pasó por la
intención de sustituir un sistema capitalista por un modelo socialista,
impulsados por un elemental diagnóstico que les “indicaba” que los ricos eran
los responsables de la existencia de los pobres, y la solución requería expropiar a los ricos para transferir
recursos a los pobres. Tanto el análisis como la solución fueron erróneos y
fracasaron totalmente.
Economista Jesús
Alexis González
@jagp611
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