sábado, 12 de octubre de 2013

JESÚS ALEXIS GONZÁLEZ, GUERRA ECONÓMICA CON SEMEJANZA CHILENA

En ciertos medios impresos y digitales venezolanos hemos leído distintos enfoques relativos a una presunta guerra económica que se está suscitando en nuestro país, y sostienen que una “Guerra económica es un conjunto de acciones encubiertas o disimuladas destinadas a afectar de manera desfavorable el desempeño de la economía nacional, bajo la apariencia de ser consecuencia de la exclusiva gestión deficiente del respectivo Gobierno Nacional”. 

Desde otro ángulo sostienen que Salvador Allende (presidente 1970-1973) “fue víctima de las más salvajes estrategias de desestabilización política y económica”; afirmación, entre otras, que nos impulsó a revisar históricamente la situación económica que experimentaba Chile hace 43 años. Resulta pertinente citar que Allende ganó las elecciones de 1970 en el marco de un país dividido políticamente en tres partes con un 36,2% de los votos (inferior al 38,9% que obtuvo en 1964); y desde el inicio de su mandato instrumentó un modelo económico denominado Sistema Social que propició elevación del bienestar durante 1971 y principios de 1972, cuando se inicia una reversa que ya en 1973 mostraba una pérdida del control del país por parte del Presidente, hasta su trágico deceso el 11 de septiembre de ese 1973.

Según la Unidad Popular  la economía chilena presentaba en 1970 cuatro características fundamentales: monopólica, externamente dependiente, oligárquica y capitalista; sosteniendo que para superar estas condiciones económicas era necesario cambiar la estructura de propiedad, razón por la cual todas las medidas económicas del Gobierno estaban destinadas a traspasar la propiedad privada al sector estatal. La transición al socialismo, sostenían, requería de profundos cambios estructurales para superar el capitalismo tal como la estatización de los medios de producción; a la luz de ello el Gobierno aplicó un conjunto de políticas macroeconómicas de corte populista con el propósito de conseguir una rápida reactivación con una acelerada redistribución, que se tradujo en una fuerte expansión de la demanda con implícitos desequilibrios crecientes tal como un agotamiento de los inventarios, mayor dependencia con relación al sector externo de la economía, escasez de divisas, fuga de capitales, desmonetización de la economía y un manifiesto proceso inflacionario; estas políticas altamente expansivas eran realmente un mecanismo para obtener una fuerte base de apoyo político que facilitara adelantar cambios más radicales en la economía y en la sociedad chilena.

La política sobrexpansiva redistributiva y sus consecuentes desequilibrios, recibieron fuertes críticas (inclusive de economistas y sectores gubernamentales) que el Gobierno recibió como meras observaciones técnicas, y por ende nada hizo, ni ajuste ni modificaciones en la política económica  privilegiando la ideología, dándole más importancia al mantenimiento de la imagen progresista y revolucionaria que a la reducción de los desequilibrios. Como era predecible se generó un déficit fiscal de 60% en 1972 y de 72% en 1973, que se financió mediante emisiones monetarias del Banco Central (dinero inorgánico) que tuvo como obvia consecuencia un fuerte incremento de la cantidad de dinero en circulación de 173% en 1972 y de 413% en 1973 hasta aumentar 30 veces en tres años; se redujo en un 23% el poder adquisitivo y hubo de transcurrir más de ocho años para que las remuneraciones reales recuperaran el nivel que tenían en 1970; la caída de la producción interna fue la causa principal de la escasez interna de bienes, que a su vez impulsó un incremento de las importaciones totales entre 1970 y 1973, mientras que las importaciones de alimentos crecieron 3,8 veces en el mismo lapso; las reservas internacionales netas se redujeron un 62% en 1972 con respecto al nivel de 1971, hasta perder el 84% de dichas reservas en tan sólo dos años, al extremo que en 1973 el nivel de las  reservas internacionales netas disponibles a corto plazo equivalían a 22 días de importaciones.
América Latina ha vivido numerosas experiencias populistas y sistemáticamente todas han terminado en un absoluto y rotundo fracaso, que en el caso chileno pasó por la intención de sustituir un sistema capitalista por un modelo socialista, impulsados por un elemental diagnóstico que les “indicaba” que los ricos eran los responsables de la existencia de los pobres, y la solución requería expropiar a los ricos para transferir recursos a los pobres. Tanto el análisis como la solución fueron erróneos y fracasaron totalmente.

Economista Jesús Alexis González
@jagp611       

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