jueves, 17 de octubre de 2013

HÉCTOR SILVA MICHELENA, CONTRASTES EN EL INTERIOR DEL RÉGIMEN PETROLERO, PRIMERA PARTE

            En otra parte, habíamos afirmado que los enorme esfuerzos  hechos en los años 1974-78, bajo el lema de La Gran Venezuela, plasmados en el V Plan de la Nación, y que tenían como respaldo financiero la enorme cantidad de recursos que generó el choque petrolero de esos años, fueron precipitados, mal planificados y peor ejecutados. Esos esfuerzos se concretaron en la voluntad de construir una economía post-petrolera sobre dos ejes: la aceleración del desarrollo del polo industrial de Guayana y la nacionalización de la industria petrolera. Esto significó  una profunda modificación del modo de desarrollo establecido. 

En efecto, por una parte, la conversión y constitución del sector público en el eje principal del proceso de industrialización trastornó la relación Estado-.economía tal como había sido formulada hasta entonces: una economía mixta, con un Estado promotor del sector privado mediante varios estímulos como la política de sustitución de importaciones (ISI) mediante la protección arancelaria y para-arancelaria, vía las licencias de importación, créditos a tasas aceptables, facilidad en la obtención de divisas, la implantación de parques industriales, etc.  Por otra parte, la absorción de la industria petrolera por la esfera estatal transformó los fundamentos del régimen petrolero, es decir, la entente y el modo de regulación de las relaciones Estado-compañías extranjeras. 

De esta manera, las dos formas institucionales, verdaderos pilares o pivotes de la regulación macroeconómica venezolana fueron reconfigurados. Hacemos aquí un juicio de hecho y no de valor .Sobre todo, porque la nacionalización de la industria era una vieja aspiración del nacionalismo venezolano ya desde la época del “trienio”(1945-48), donde la ideología socialdemócrata, muy cercana la socialismo, de Acción Democrática, era la que respiraba el pueblo venezolano…mas no todos los militares de aquella circunstancial y equívoca alianza.

En economía, estos cambios  institucionales significativos suelen ser como un viento fuerte que levanta en el mar una larga columna de olas de gran tamaño que desafían a los surfistas más hábiles. Se requiere de gran pericia para no ser devorado por el intenso oleaje. Así tiene que suceder con los dirigentes de las economías que sufren mutaciones importantes. ¿Tenía esa pericia y visión de mediano y largo plazo los dirigentes venezolanos de ese u otros períodos por venir? No lo creemos, a juzgar por los resultados obtenidos hasta el presente. En efecto, a raíz de los cambios mencionados  se desataron y fueron creciendo con el tiempo, en el interior mismo del régimen petrolero, una serie de contradicciones que, desde luego, repercutieron en toda la sociedad venezolana. 

Agruparemos esas contradicciones en tres series: 1) un triunfo de la ideología rentista desde mediados de los años1970 hasta inicios de los años 1990. 2) Bajo el segundo mandato de Caldera, la política giró hacia el aumento de la producción, lo que continuó, por vías radicalmente, durante el largo período que lleva Chávez. Llamamos a esta serie el  paso de la apertura a la renacionalización. 3) la continua disminución progresiva de la capacidad de arrastre del régimen petrolero sobre el resto de la economía.

El triunfo de la ideología rentista (1973-1992)

            La situación de la industria petrolera se había deteriorado considerablemente cuando PDVSA asumió su control total. Desde 1970, la producción había caído en 37% principalmente por la desinversión de las compañías extranjeras y el agotamiento de yacimientos sobre-explotados  desde los años 1950(Riquezas, 1986; Mommer, 1996). Ante la política de apropiación creciente de la renta  de los gobiernos democráticos (1958-1998), la estrategia  de las transnacionales petroleras – es decir, extraer al máximo con un mínimo de inversión, a la espera del fin de las concesiones – había terminado por tener un alto costo en términos de dinamismo y de capacidad de producción. Por tal razón, las costosas inversiones de los años 1976-82 fueron destinadas no sólo  a reponer el sector en sus niveles precedentes sino, además, a modernizar los equipos productivos, a aumentar considerablemente la capacidad de refinación y a renovar la flota comercial (Núñez y Pagliacci, 2007). Respecto a la producción, el nuevo holding del sector público apenas logró mantener volúmenes  cercanos a los de 1975, hasta 1981. Después, entre 1981 y 1985, la producción cayó a niveles excepcionalmente bajos, que retrocedían al país a los volúmenes producidos en 1951en términos absolutos y de 1933 en valor por habitante

Esta lentitud tan acentuada correspondió al triunfo de lo que Mommer (1996), Baptista (1997), Silva Michelena (2003,2006) y otros denominaron como ideología rentista del Estado Venezolano. Esta doctrina se fundaba sobre un temor, el del agotamiento del recurso,  y sobre el deber que llamaba a la nación a no dejar escapar esta riqueza petrolera pasajera a fin de desarrollar la economía no petrolera. Resonaba así el eco del inolvidable (y mal interpretado) artículo que en 1936 había escrito Uslar Pietri en el diario Ahora, setenta años atrás. El hueso del razonamiento consistía en preparar la salida de la especialización petrolera, financiando aquellos sectores que podrían tomar el relevo y “sostener la prosperidad futura” (Mommer, 1996).

Esta “psicología rentista” era justificada por tres factores. Primero, los dirigentes del país tenían la convicción de que en el curso de los decenios precedentes, el precio del barril era fijado voluntariamente a un nivel muy bajo por las transnacionales petroleras. Segundo, esos dirigentes consideraban que la sobre-explotación del petróleo venezolano  había dejado al país sumido en un potencial futuro reducido y declinante. Tercero, la clase política había percibido siempre a la industria petrolera como un sector no sólo extranjero sino también extraño a los intereses nacionales, como un enclave, cuyas perspectivas en términos   de puesta en acción de una red de desarrollo industrial era muy limitada.

Juan Pablo Pérez Alfonso fuel “padre” de una doctrina que puede resumirse como una estrategia agresiva  de precios a una estrategia de volúmenes muy conservadora. En otras palabras, el objetivo consistía en maximizar la “renta de la tierra” (Mommer, 1996) para tratar de prolongar la vida y duración de las reservas  y, recíprocamente, sostener los precios en el mercado mundial limitando el crecimiento de la producción, e incluso disminuyéndola. Estos son los fundamentos de toda la política petrolera de Venezuela desde mediados de los años 1970 hasta los años 1980. Según datos recientes, esta política rentista continúa.


                           Fuente: Baptista (2005) y cálculos propios sobre datos de BP (2008).

Sin embargo, el cálculo de los políticos y sus asesores, que apostaban al mantenimiento de precios altos en los años 10970, fu erróneo. Si es cierto que durante ocho años  (1973-81) el ingreso fiscal petrolero alcanzó niveles record al mismo tiempo que la producción disminuía rápidamente, esta dinámica llegó a su fin, de manera abrupta, desde 1982 (Gráfico I). La excesiva política de sostén de los precios, con el propósito de maximizar la renta, no fue más que un éxito pasajero. El curso de los precios petroleros alcanzaron, ciertamente, niveles excepcionales, mas contrariamente a las esperanzas de los países de la OPEP, esos precios tan elevados originaron la reducción de la demanda de los países importadores. Esta demanda tardó un decenio en retomar su nivel de fines de los años 1970 (BP, 2008)

El contra-choque de los años 1980 y el mantenimiento de precios bajos hasta 2003, pusieron al desnudo el error político de los dirigentes venezolanos y sus asesores. Por una parte, la disminución de la producción terminó por repercutir pesadamente  sobre la renta captada por el Estado y, por otra parte, el país perdió rápidamente su cuota de mercado ante el alza de la potencia de los nuevos productores. Con relación a esto, el recorrido venezolano comparado con el saudita habla por sí mismo.

Los resultados de esta política ponen en evidencia lo que Mommer (1996) describía como “la perspectiva rentista limitada”. Puede considerarse que, a largo plazo, al frenar voluntariamente a su “gallina de los huevos de oro”, el Estado venezolano amputó  la palanca en la que residía su poder de arrastre de la economía del país. A fin de cuentas, la trampa  de la ideología rentista atrapó a Venezuela. Irónicamente, el apogeo de la estrategia conservadora en materia de volúmenes, tuvo lugar en el mismo momento en que se descubrían nuevos yacimientos, que duplicaron las reservas probadas del país. Se activó así un círculo vicioso, en el cual el Estado no disponía  de los ingresos necesarios para financiar una nueva expansión petrolera, precisamente porque su política anterior se había basado en la maximización de la renta por barril y la minimización de los volúmenes producidos.

Hector Silva Michelena 

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