Los límites al poder siempre son un tema
vigente, ya que precisamente ese es el nudo del problema social a nuestro modo
de ver. Entre los liberales, sigue abierto el debate sobre el "gobierno
limitado", que gira en torno a cuan "limitado" debería ser el
gobierno, frente a los anarcocapitalistas que postulan la supresión directa del
gobierno.
Sin embargo, la controversia es más amplia si
incluimos a los "no-liberales" o antiliberales, que se posicionan del
lado de los que postulan la ilimitación del gobierno. La verdadera cuestión a
resolver es pues: gobierno limitado vs. gobierno ilimitante
La mayoría de la gente tolera la ilimitación
del gobierno, hasta el punto en que dicha ilimitación no se revierta
perjudicialmente sobre esa mayoría. Si el gobierno extiende sus confines sobre
una minoría en forma negativa, la mayoría no opone objeción a tal expansión.
Sólo -como decimos- cuando esa expansión se torna perjudicial a quien -en
principio- no la objetaba, entonces ahí sí, se clama por frenar al gobierno en
su avance. Si las libertades amenazadas por el gobierno son las de otros,
entonces -en general- quién no se ve coaccionado por ese gobierno no suele
poner reparos al atropello a dichas libertades....hasta que no le llegue el
turno.
Recurrentemente se ha fracasado en el intento
de poner límites al poder creciente de los gobiernos, como señalan verdaderos
expertos en el tema:
"El libertario también es
predominantemente realista porque sólo él comprende plenamente la naturaleza
del Estado y su ambición por el poder. En contraste, el verdadero utópico
impráctico es el conservador, aparentemente mucho más realista, que cree en el
"gobierno limitado". Este conservador repite una y otra vez que el
gobierno central debería ser severamente limitado por una constitución. Sin
embargo, al mismo tiempo que vitupera la corrupción de la Constitución original
y la ampliación del poder federal desde 1789, el conservador no extrae la
lección correcta de esa degeneración. La idea de un Estado constitucional
estrictamente limitado fue un experimento noble que fracasó, incluso en las
circunstancias más favorables y propicias. Pero si falló entonces, ¿por qué un
experimento similar debería resultar mejor? No, el verdadero utópico impráctico
es el conservador del laissez-faire, el hombre que pone todas las armas y todo
el poder de la toma de decisiones en manos del gobierno central y luego dice:
"Limítate a ti mismo".[1]
En un sentido parecido se expresa en profesor
A. Benegas Lynch (h):
"Las utopías resultan siempre
peligrosas. Por esto es que debe estarse precavido con la idea de perpetuar el
experimento de otorgar el monopolio de la fuerza para proteger derechos en base
a la exacción legal en nombre de un gobierno limitado. El esfuerzo por limitar
el poder del monopolio de la fuerza ha constituido una etapa fértil pero no
debe verse como una instancia final. No hay instancias finales en un proceso
evolutivo abierto. Por otra parte, además de la referida lesión al derecho a
través de los impuestos, todos los que conocen algo de historia saben que el
"gobierno limitado" nunca ha podido mantenerse limitado."[2]
La gran incógnita es pues, hacia donde
evoluciona o involuciona la sociedad ¿hacia la limitación del gobierno o en
sentido inverso? Claro que la evolución o involución se verá de distinto modo
conforme a quien sea el observador. Los partidarios del gobierno ilimitado
verán evolutivamente el avance hacia mayores poderes gubernamentales, y los que
estamos del lado del liberalismo (o libertarianismo como le dicen algunos)
veremos cualquier expansión del poder gubernamental como una involución
lamentable.
Friedrich A. von Hayek destaca a la
democracia como instrumento para limitar el poder:
"El verdadero valor de la democracia es
servir como una precaución sanitaria que nos proteja de un abuso de poder. Esto
nos capacita para deshacernos de un gobierno y tratar de reemplazarlo por uno
mejor. O, para ponerlo de otra manera, es la única forma que hemos descubierto
para hacer posible el cambio pacífico. Como tal, constituye un alto valor por
el cual vale la pena luchar, ya que cualquier gobierno que la gente no pueda
reemplazar mediante un procedimiento acordado, está destinado a caer tarde o
temprano en malas manos. Pero está lejos de ser el valor político más alto, y
una democracia ilimitada bien puede ser peor que un gobierno limitado de una
clase distinta."[3]
Es importante destacar que Hayek se refiere a
la democracia limitada, que no era la dominante en la época en que el Premio
Nobel de Economía austriaco escribía, ni tampoco lo es hoy.
Tampoco la limitación del gobierno parece
tener mucho que ver con definir sus funciones esenciales o no esenciales:
"Como ha explicado Rothbard, aún si el
gobierno se limitara a la "protección" de persona y propiedad, y los
impuestos se "limitaran" solamente a la prestación de ese servicio,
entonces, cómo podría decidir el gobierno cuánta protección debe proporcionar y
cuanto debe recaudar en impuestos? .... Pero, ¿quién debe decidir sobre la
cantidad de protección, ya que es innegable que todas las personas están mejor
protegidas contra robo y asalto en caso de estar vigilados por un
guardaespaldas armado, que si no lo están? En el mercado libre, las decisiones
sobre cuánto y qué calidad, de cualquier bien o servicio, debe ser suministrada
a cada persona se hace por medio de adquisiciones voluntarias de cada
individuo, pero ¿qué criterio se puede aplicar cuando la decisión la toma el
gobierno? La respuesta es, absolutamente ninguno, y tales decisiones gubernamentales
sólo pueden ser puramente arbitrarias." (La Ética de la Libertad, pp.
180-81)." [4]
[1]
Murray N. Rothbard. Hacia una nueva libertad. El Manifiesto Libertario. Pág.
352-353 (Una estrategia para la libertad)
[2]
Alberto Benegas Lynch (h) Hacia el Autogobierno. Una crítica al poder político.
Emecé. Pág. 246-247
[3]
Friedrich A. von Hayek. "La contención del poder y el derrocamiento de la
política" Estudios Públicos. pág. 58.
[4]
Hans-Hermann Hoppe. "Sobre la Imposibilidad de un Gobierno Limitado y
Perspectivas de una Segunda Revolución en América". Artículo publicado en
el Blog del Instituto Mises - Articulo Diario – Junio 28 de 2008, Pág. 22
gabriel.boragina@gmail.com
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