El gobierno de Estados Unidos, que suele dar cátedra a otros países sobre cómo
deben manejar sus asuntos, haría bien en aprender algunas lecciones de otras
naciones para poder evitar situaciones como su bochornoso cierre parcial del
gobierno de la semana pasada.
Se que esto será un anatema para los legisladores ultraderechistas del Tea
Party que provocaron el cierre del gobierno y casi causaron un default de la
deuda de Estados Unidos, pero Washington podría aprender algunas lecciones
valiosas de México, uno de los países que los extremistas del Tea Party
aborrecen con mayor pasión.
De manera semejante a lo que ocurre en Estados Unidos, México venía sufriendo
desde hace tiempo una parálisis política que le impedía aprobar cualquier ley
medianamente importante en el congreso.
En el caso de México, era un problema estructural debido al hecho de que el
país tiene un sistema de tres partidos políticos, en el que todas las
iniciativas del partido que estaba en el gobierno eran sistemáticamente
bloqueadas por los dos partidos que estaban en la oposición. Los actores
cambiaban, pero el sistema de "dos contra uno" mantenía al país
paralizado.
Eso fue así hasta diciembre de 2012, cuando bajo la presión de una opinión
pública cada vez más frustrada, los tres partidos políticos más grandes de
México firmaron el “Pacto por México”, un acuerdo de 95 puntos destinado a
quebrar la parálisis estructural del Congreso y aprobar varias reformas
fundamentales.
Entre los objetivos más importantes del Pacto por México estaban las reformas
educativa, de telecomunicaciones, fiscal y energética. Las dos primeras ya han
sido aprobadas, y la semana pasada, la cámara baja del Congreso aprobó una muy
debatida reforma fiscal.
Es cierto que el Pacto por México aún está a mitad de camino, y que muchos
están descontentos con algunas de sus reformas. Incluso es posible que el pacto
pueda morir cuando el congreso se decida a votar la reforma energética, quizás
la más peleada de todas.
Pero aun cuando el Pacto por México desapareciera hoy, ya habrá logrado mucho
más de lo que ha conseguido el Congreso de Estados Unidos en los últimos años,
que es prácticamente nada.
La semana pasada, el acuerdo en el congreso estadounidense para reabrir el
gobierno solo pateó el problema para adelante, hasta un nuevo plazo que vence
el 15 de enero.
Estados Unidos podría necesitar urgentemente un pacto político parecido al de
México, o - si eso no es posible - una reforma política más de fondo.
Washington tiene un problema político estructural: su normas electorales han
degenerado en un sistema que recompensa a los extremistas, y castiga a los
moderados.
Bajo el actual sistema de primarias presidenciales, por ejemplo, los
republicanos empiezan su proceso de selección de candidatos presidenciales en
Iowa, donde una población relativamente pequeña de votantes ultraconservadores
hace que todos los candidatos republicanos se deban hacer campañas de
ultra-derecha. ¿Por qué no hacer primarias el mismo día en todos los estados
del país, para tener así una mayor representación geográfica?
De la misma manera, bajo el actual proceso de elección de diputados en el
congreso, gracias a un proceso conocido como “gerrymandering” (manipulación de
los distritos electorales), casi todos los distritos parlamentarios del país
son uniformemente de un solo partido.
Como resultado, casi todas las bancas del Congresos son “seguras”, y hay poca
competencia política entre los dos partidos, lo que permite que los extremistas
dentro de cada partido - que son los más activos políticamente - tengan un peso
desmesurado en la elección de los congresistas. ¿Por qué no rediseñar los
distritos para que haya una mayor competencia política?
El ex presidente chileno Ricardo Lagos, uno de los más analistas políticos más
inteligentes que conozco, me dijo en una conversación telefónica que Estados
Unidos podría beneficiarse de una reforma política como la del Pacto de Moncloa
de España en 1977.
“En España, el Congreso que se iba se hizo el harakiri y dijo que el próximo
parlamento va a ser constituyente", me dijo Lagos. En el caso de Estados
Unidos, el Congreso podría hacer eso, o podría designar una comisión autónoma
de alto nivel para rediseñar los distritos electorales, agregó.
“Cuando en 200 anos se escriba sobre el inicio del fin de Estados Unidos, puede
que se acuerden de lo que pasó la semana pasada”, dijo Lagos. “Si no hay una
reforma política, vamos a tener el mismo espectáculo el 15 de enero”.
Mi opinión: Estoy de acuerdo. Contrariamente a la opinión
generalizada, el cierre del gobierno de la semana pasada no fue un problema de
personalidades despistadas, sino que fue causado por reglas electorales que
generan candidatos despistados, o que los obligan a serlo.
Si no hay un pacto político o una reforma fundamental para terminar con
distritos electorales unipartidarios y elecciones primarias geográficamente
arbitrarias, me temo que veremos el mismo espectáculo vergonzoso —y
potencialmente catastrófico— el 15 de enero, y muchas veces más.
http://www.elnuevoherald.com/2013/10/19/1595095/la-crisis-politica-de-eeuu.html
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