domingo, 13 de octubre de 2013

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, LA MAJESTAD DEL PODER.

Es general la convicción de que el actual es un gobierno de mentirosos, de gente que, además de mentir a cada rato y de hecho en todo, usan a discreción el eufemismo con el deliberado propósito de esconder la realidad, y de presentar las cosas como si estuviesen de lo mejor. 

No es una conjetura, sino que las mentiras oficiales son casi siempre de tal magnitud, que es indudable que han sido emitidas a conciencia. Lo dicho vale tanto para el gobierno de Maduro, como para el de su antecesor y padre putativo Hugo Chávez, mi paisano de Sabaneta, que de todo hay en la viña del Señor.

Pero, además de redomados embusteros, la mayoría, casi todos estos funcionarios gubernamentales, de mayor o menor jerarquía y en todas las dependencias del poder público, muestran a cada rato la más supina ignorancia de nuestro idioma. Abundan las frases mal construidas, con total violencia de la sintaxis; se emplean palabras con absoluta tergiversación de su significado; no se percibe su mala ortografía porque, como la mayoría son ágrafos, jamás escriben aunque sea una línea. Ni siquiera los discursos de Chávez en la Asamblea General de la ONU fueron escritos, y él se sentía el mago de la improvisación. Ahora Maduro sigue también en esto sus pasos, y la improvisación se presta de maravilla para el disparate.

Dicen que la verdadera causa de que Maduro no fuese a las Naciones Unidas no es la que él torpemente ha alegado, sino que gente de su entorno, civiles y militares, de los poquísimos que por ahí quedan con ciertas luces, conscientes de su ignorancia le exigieron que no fuese, para no tener la vergüenza de oír sus burradas frente al concierto de las naciones.

Pero el lenguaje de Maduro no solo da risa por lo persistentemente disparatado, consecuencia de su ignorancia del idioma. Hay también en él, como la había en Chávez y la hay en casi todos, si no en todos, sus inmediatos colaboradores, ignorancia de lo que se conoce como la "majestad del poder", eso que el DRAE define como "Grandeza, superioridad y autoridad sobre otros". Ignoran estos señores que, cuando ejercen ciertos cargos las personas deben adoptar una conducta cónsona con tal posición. Y esa conducta incluye, y hasta podría decirse que empieza por el lenguaje.

Cuando el presidente de la República emplea los términos más soeces para insultar a sus oponentes, puede que no esté usando mal el lenguaje desde el punto de vista gramatical, pero está pateando eso que se llama "majestad del poder", en tal caso de la presidencia.

grealemar@cantv.net

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