Comentábamos
recientemente de cómo en varias oportunidades ante eventos que ocurren en
nuestra cotidianeidad reaccionamos en unas ocasiones justificando nuestro
proceder (o la ausencia del mismo), y en otras simplemente evadiendo nuestras
responsabilidades, de paso achacándoselas a otros.
El
día de hoy quisiéramos plantear a nuestros amables lectores dos interrogantes:
¿será posible que nos estemos acostumbrando a vivir en un mundo sin valores?, o
más peligroso aún, ¿será que nos estamos habituando a vivir en un mundo donde
se considere lo normal la continua vivencia de antivalores como el irrespeto,
la deshonestidad, la irresponsabilidad y la intolerancia entre otros?
Hablaremos hoy un poco sobre el gran peligro que significa que estas reacciones
descritas se conviertan en hábitos o costumbres en nuestras vidas.
Ciertamente,
cada vez que sostenemos algo que no es cierto, o que somos irrespetuosos con
otras personas, o que no somos solidarios con quienes lo necesitan en un
momento determinado, o que tratamos de evadir alguna responsabilidad intentando
de paso achacársela a otra persona, etc., estas cosas van convirtiéndose cada
vez más en una costumbre y al mismo tiempo, lamentablemente, cada vez nos damos
menos cuenta de que estamos actuando así. Todo lo que se vuelve un hábito se
hace automáticamente, y por eso a medida que pasa el tiempo nos damos menos
cuenta, porque lo hacemos sin pensar.
Hace
unos días un compañero de la sección de Opinión de El Universal escribió un
interesante artículo en el que mencionó la metáfora de la rana hervida, aunque
en un contexto diferente al que estamos planteando hoy. En resumen dicha
metáfora plantea que si se coloca una rana en una olla con agua hirviendo salta
inmediatamente, pero si el agua se calienta muy poco a poco la rana se
acostumbra y no se da cuenta que empieza a cocinarse hasta que muere. Esta
metáfora describe muy bien cómo nos podemos acostumbrar poco a poco a un mal
hábito hasta "quemarnos", como por ejemplo el estarnos justificando
asiduamente y el eludir nuestras responsabilidades, entre otros.
Algunas
de las cosas que hoy consideramos "normales", hace años habrían sido
impensables, como por ejemplo la falta de respeto usual con que algunos hijos
tratan a sus padres, al mismo tiempo del hecho de cómo éstos la admiten; éstas
y otras situaciones se han ido banalizando de tal forma que apenas nos
preocupan o nos dejan indiferentes y no hacemos nada a este respecto. Así
mismo, en el nombre del progreso y de la modernidad se realizan frecuentes
agresiones a la dignidad y a la integridad del ser humano. A veces lentamente,
sí, pero inexorables si no le ponemos pronto remedio.
Casi
todo gran logro, avance importante o gesto noble que redunda en progreso, es
fruto de un cambio. Todos los grandes hombres de la historia se remontaron con
las alas del cambio. Es cierto que los cambios cuestan y no siempre son
positivos. Hasta es posible cambiar para mal en vez de para bien. En este caso
nos referimos a cambios en ciertos hábitos que sean un instrumento para toda
persona que desee causar un efecto positivo, transformar algo, ayudar a otro o
mejorarse a sí mismo.
Por
otro lado, no olvidemos que los pequeños cambios siempre anteceden a los
grandes. Por eso es tan importante que reaccionemos a tiempo y que no nos
dejemos "cocinar en el fuego lento" de los antivalores y de los malos
hábitos. En este punto me gustaría compartir con nuestros apreciados lectores algunos
consejos que en lo personal me han ayudado a la hora de efectuar cambios en
hábitos nocivos:
1)
Estar de antemano agradecidos porque el ser humano fue dotado con una capacidad
importante de cambio.
2)
Reconocer el hecho cierto de que hay actitudes nuestras que se han convertido
en malos hábitos, e identificar dichos malos hábitos como tales.
3)
Una vez identificados, preparar una lista de malos hábitos que desearíamos
cambiar, siendo recomendable concentrarse en uno a la vez para dedicar toda nuestra
atención al escogido.
4)
Preguntarse cuán vivamente deseamos cambiar. ¿Lo deseamos con suficiente
intensidad para aceptar lo que sea necesario para lograr el objetivo?
5)
Disponerse a luchar y avanzar con dificultad por esa tierra de cambios durante
el tiempo que haga falta, sabiendo que las recompensas serán importantes una
vez que se obtenga el cambio solicitado.
6)
Estar muy agradecidos por cada paso de progreso que demos, para estimularnos a
seguir por más.
Finalmente,
invito a nuestros amables lectores a reflexionar sobre este tema, y a revisar
cuáles serían en cada caso esos cambios de hábitos que nos hace falta realizar
a cada uno de nosotros para que, con paciencia y perseverancia, podamos ver
algún día un cambio importante, primero en nuestro entorno, y luego en nuestra
sociedad.
La
costumbre es, en muchos casos, mala consejera. Hace que tomemos la injusticia
por justicia y el error por verdad. Georg Christoph Lichtenberg.
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