domingo, 20 de octubre de 2013

AGUSTÍN ALBORNOZ S., ¿ERROR POR VERDAD? ¡CUIDADO...!

Comentábamos recientemente de cómo en varias oportunidades ante eventos que ocurren en nuestra cotidianeidad reaccionamos en unas ocasiones justificando nuestro proceder (o la ausencia del mismo), y en otras simplemente evadiendo nuestras responsabilidades, de paso achacándoselas a otros.

El día de hoy quisiéramos plantear a nuestros amables lectores dos interrogantes: ¿será posible que nos estemos acostumbrando a vivir en un mundo sin valores?, o más peligroso aún, ¿será que nos estamos habituando a vivir en un mundo donde se considere lo normal la continua vivencia de antivalores como el irrespeto, la deshonestidad, la irresponsabilidad y la intolerancia entre otros? Hablaremos hoy un poco sobre el gran peligro que significa que estas reacciones descritas se conviertan en hábitos o costumbres en nuestras vidas.

Ciertamente, cada vez que sostenemos algo que no es cierto, o que somos irrespetuosos con otras personas, o que no somos solidarios con quienes lo necesitan en un momento determinado, o que tratamos de evadir alguna responsabilidad intentando de paso achacársela a otra persona, etc., estas cosas van convirtiéndose cada vez más en una costumbre y al mismo tiempo, lamentablemente, cada vez nos damos menos cuenta de que estamos actuando así. Todo lo que se vuelve un hábito se hace automáticamente, y por eso a medida que pasa el tiempo nos damos menos cuenta, porque lo hacemos sin pensar.

Hace unos días un compañero de la sección de Opinión de El Universal escribió un interesante artículo en el que mencionó la metáfora de la rana hervida, aunque en un contexto diferente al que estamos planteando hoy. En resumen dicha metáfora plantea que si se coloca una rana en una olla con agua hirviendo salta inmediatamente, pero si el agua se calienta muy poco a poco la rana se acostumbra y no se da cuenta que empieza a cocinarse hasta que muere. Esta metáfora describe muy bien cómo nos podemos acostumbrar poco a poco a un mal hábito hasta "quemarnos", como por ejemplo el estarnos justificando asiduamente y el eludir nuestras responsabilidades, entre otros.

Algunas de las cosas que hoy consideramos "normales", hace años habrían sido impensables, como por ejemplo la falta de respeto usual con que algunos hijos tratan a sus padres, al mismo tiempo del hecho de cómo éstos la admiten; éstas y otras situaciones se han ido banalizando de tal forma que apenas nos preocupan o nos dejan indiferentes y no hacemos nada a este respecto. Así mismo, en el nombre del progreso y de la modernidad se realizan frecuentes agresiones a la dignidad y a la integridad del ser humano. A veces lentamente, sí, pero inexorables si no le ponemos pronto remedio.

Casi todo gran logro, avance importante o gesto noble que redunda en progreso, es fruto de un cambio. Todos los grandes hombres de la historia se remontaron con las alas del cambio. Es cierto que los cambios cuestan y no siempre son positivos. Hasta es posible cambiar para mal en vez de para bien. En este caso nos referimos a cambios en ciertos hábitos que sean un instrumento para toda persona que desee causar un efecto positivo, transformar algo, ayudar a otro o mejorarse a sí mismo.

Por otro lado, no olvidemos que los pequeños cambios siempre anteceden a los grandes. Por eso es tan importante que reaccionemos a tiempo y que no nos dejemos "cocinar en el fuego lento" de los antivalores y de los malos hábitos. En este punto me gustaría compartir con nuestros apreciados lectores algunos consejos que en lo personal me han ayudado a la hora de efectuar cambios en hábitos nocivos:

1) Estar de antemano agradecidos porque el ser humano fue dotado con una capacidad importante de cambio.

2) Reconocer el hecho cierto de que hay actitudes nuestras que se han convertido en malos hábitos, e identificar dichos malos hábitos como tales.

3) Una vez identificados, preparar una lista de malos hábitos que desearíamos cambiar, siendo recomendable concentrarse en uno a la vez para dedicar toda nuestra atención al escogido.

4) Preguntarse cuán vivamente deseamos cambiar. ¿Lo deseamos con suficiente intensidad para aceptar lo que sea necesario para lograr el objetivo?

5) Disponerse a luchar y avanzar con dificultad por esa tierra de cambios durante el tiempo que haga falta, sabiendo que las recompensas serán importantes una vez que se obtenga el cambio solicitado.

6) Estar muy agradecidos por cada paso de progreso que demos, para estimularnos a seguir por más.

Finalmente, invito a nuestros amables lectores a reflexionar sobre este tema, y a revisar cuáles serían en cada caso esos cambios de hábitos que nos hace falta realizar a cada uno de nosotros para que, con paciencia y perseverancia, podamos ver algún día un cambio importante, primero en nuestro entorno, y luego en nuestra sociedad.

La costumbre es, en muchos casos, mala consejera. Hace que tomemos la injusticia por justicia y el error por verdad. Georg Christoph Lichtenberg.

agusal77@gmail.com
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