sábado, 28 de septiembre de 2013

TRINO MÁRQUEZ, RECOMENDACIONES CUBANAS.

En la mente del difunto comandante se mezclaban tesis provenientes de distintas ideologías políticas.  Una prevalecía sobre las demás: el rechazo al Estado y a la República liberal, esencial para los marxistas. Fue el propósito que lo obsesionó. Le resultaba inadmisible la independencia y el equilibrio de los poderes públicos, la existencia de medios de comunicación independientes, organizaciones sociales claramente diferenciadas del Estado y con capacidad para frenar los desmanes del Poder, universidades autónomas. El modelo más cercano era Cuba y su líder emblemático, Fidel Castro. 
El sistema organizado en la isla caribeña por la Unión Soviética y los países de Europa oriental, se convirtió en el modelo típico ideal –según la expresión de Max Weber- de un régimen totalitario dirigido por un líder carismático apoyado en una camarilla de subalternos incondicionales. Las primeras recomendaciones cubanas apuntaron a demoler la democracia liberal.
Hugo Chávez murió sin haber visto consolidado su proyecto totalitario. La refundación de la República, la destrucción del capitalismo y de la democracia representativa, y su sustitución por el socialismo y la democracia directa, quedaron en barbecho. La resistencia que le opuso el país impidió que se reprodujera plenamente el esquema fidelista, lo cual no significa que haya fracasado en la construcción de un orden institucional que incorporó la mayoría de las piezas que él diseñó.
Nicolás Maduro no logró aprender las enseñanzas –siempre confusas y desarticuladas- del maestro, y, además, carece de fuerza para compactar al chavismo en torno de ideales utópicos. El heredero sabe que a duras penas logrará sobrevivir en medio de las turbulencias que le rodean.  
El socialismo del siglo XXI, el Estado Comunal, la democracia participativa y protagónica, quedaron para inaugurar actos oficiales y recordar la memoria del líder fallecido. Perdieron todo encanto y capacidad movilizadora. Maduro no puede imprimirles ese sello. El PSUV se organiza para ganar elecciones, sobornar, intimidar y chantajear  a los votantes, pero no para construir la nueva república socialista edificada a partir de los despojos de la democracia burguesa. De lo que se trata ahora es de mantenerse en Miraflores sin contar con la presencia del líder fundador. 
Hoy lo que vemos es un régimen caótico y averiado -que carece de un proyecto doctrinario definido, aunque esté ensamblado con diferentes ideologías- y que no posee respuestas eficaces frente a la grave situación global que vive la nación.
El nudo económico el Gobierno no sabe cómo desatarlo. Nelson Merentes, con una visión pragmática, reconoce la profundidad de la crisis, admite que los logros han sido magros, propone modificar la Ley de Ilícitos Cambiarios para limar sus aristas más punitivas, permitir la apertura de las casas de bolsa, incrementar la oferta de divisas y reducir la gigantesca brecha entre el dólar oficial y el paralelo, causa principalísima de la escalada inflacionaria. Los dólares deben fluir. Cadivi no es suficiente. Su preocupación no consigue eco. Ricardo Sanguino impide que en la Asamblea Nacional se debata acerca de la situación económica porque “aquí no hay crisis”. Todo es un invento de la derecha para desestabilizar  al Gobierno.  Merentes no posee suficiente musculatura dentro del Gabinete para dinamizar sus proposiciones. No incorpora aliados que respalden su posición. Da la impresión de que la ortodoxia marxista, liderada por Jorge Giordani, sigue teniendo un peso determinante en las decisiones económicas que se adoptan. También puede ser que los cubanos no aprueben las iniciativas del ministro de Finanzas porque no ven cómo pueden beneficiarse de los cambios sugeridos. Mientras tanto la inflación anualizada se encaramó en 45,4%; la inflación en 2013 se acercará a 50%; el diferencial cambiario entre el  dólar oficial y el paralelo es superior a 700%, el mayor en toda la historia nacional; la inversión foránea en Venezuela es la más baja de América de Sur.
Los problemas desbordaron a Maduro y su precario gobierno. La única respuesta que logran articular en medio del  desconcierto es la que les recomiendan los cubanos: más represión y hostigamiento a la oposición, mayores controles, más hegemonía comunicacional con el fin de impedir que la realidad se conozca y reducir el impacto de la escasez, la inflación, la inseguridad y el colapso eléctrico.
El 8-D el país tendrá la oportunidad de desmontar esta trama.
@trinomarquezc

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