Los venezolanos tenemos una confusión
histórica cuando diferenciamos a un comunista de un capitalista o, en términos
más coloquiales, a un socialista de un burgués.
Los socialistas han creado la ilusión que
ellos son los buenos y los burgueses los malos. Cuando la gente escucha hablar
de socialismo, por simple relación denotativa, suponen que la preocupación del
socialista es la sociedad, y que, dentro del variado conjunto de grupos que la
componen, son los pobres su principal preocupación.
Al contrario, al burgués o capitalista, se le
atribuye el exclusivo interés de atender sus propias necesidades, sin
importarle el prójimo y mucho menos la sociedad en su conjunto.
Visto de esa manera, el socialismo tiene las
de ganar, pues se le atribuye una serie de atributos y valores positivos,
haciéndolo atractivos a las grandes masas incultas e ignorantes del país. Creo
que es muy sencillo darse cuenta de cómo unos políticos, al decirse
socialistas, pretenden acaparar todos los buenos sentimientos y deseos del
hombre; la bondad, la caridad, la solidaridad, entre otros muchos sentimientos
nobles, que son de la exclusiva competencia del individuo que los experimenta
en determinado momento, no son valores que se agregan automáticamente a los
miembros de un partido político o de un culto, y mucho menos se pueden imponer
como obligación.
Es por ello que algunos políticos
venezolanos, buenos burgueses de extracción, prefieren ser confundidos con
socialistas, ya que en el imaginario popular, y de esto, la iglesia venezolana
ha sido uno de sus principales promotores, persiste la idea de que sólo los
socialistas parecieran tener el ánimo y la disposición de ocuparse de lo
“social”, es decir, de los desposeídos. En cambio el burgués, quien trabaja
para conseguir su prosperidad y bienestar, que arriesga su dinero y sus bienes
para consolidar y hacer crecer su negocio, que da empleo, paga impuestos, que
no le interesa que haya pobres, que necesita gente que produzca igualmente,
resulta ser, en esa interesada retórica, un egoísta y un ladrón; puede que el
burgués no ande predicando a los cuatro vientos las bondades que se desprenden
de su labor discreta, individual, de compromiso con el país, pero es más útil
un empresario, un comerciante, un artesano, alguien que ejerza su profesión
libremente en la sociedad, que todos esos colectivos, consejos comunales y
comunas, en sus reuniones maratónicas, hablando de doctrina comunista,
amenazando a los propietarios con quitarles sus bienes y quejándose de lo
injusto que es el capitalismo que les da de comer.
A los socialistas les gusta que les llamen progresistas y liberales, que son de pensamiento avanzado y están a la vanguardia de las luchas sociales, pero déjelos gobernar para que vea que todo eso se les olvida y se convierten en los policías que vigilan a su prójimo, en los perseguidores del pensamiento y la crítica, en los destructores de la riqueza y las oportunidades.
Haiman El Troudi, uno de los más conspicuos
revolucionarios bolivarianos, que ha ejercido cargos de poder en este fracasado
gobierno socialista, haciendo alardes de teórico, vena que supuestamente le
viene por tradición familiar, escribió
un libro titulado Ser capitalista es un mal negocio, dedicado a Fidel Castro y
en colaboración con ese otro gran demagogo oportunista, el profesor español
Carlos Monedero, en el cual pretende dictar pautas de comportamiento a sus
pares socialistas. El libro, un apretado compendio de doctrina comunista, llega
a momentos de exaltación sólo comparables con los iluminados cristianos que en
la temprana iglesia se retiraban a los desiertos en busca de la verdad por
medio de la negación del mundo.
En el libro hay un capítulo , “Rasgos
distintivos de ser socialistas”, que llamó mi atención y confirma la desmesura
con que los socialistas se ven a sí mismos, a sus grupos políticos y a la
acción que se proponen; es un listado descriptivo de las virtudes del Nuevo
Hombre, 48 los rasgos, que empieza por ser éticos y morales, pasa por ser
justos, solidarios, humildes, humanistas e incorruptibles y termina con ser
creativo, intelectual orgánico y transformador de la realidad, se trata de la
receta quimérica de la perfección, las cualidades de ángeles viviendo en la
tierra.
Si este catecismo hubiera sido escrito por un
cura fanático, evidenciaría su irracionalidad y desequilibrio mental; viniendo
de uno de los grandes responsables del desastre al que el socialismo
bolivariano ha llevado al país, escrito por uno de los hombres que ha
conformado el gobierno más corrupto y criminal de nuestra historia, sólo queda
pensar que se trata de mentiras deliberadas, de propaganda, de una estratagema
para ocultar su verdadera naturaleza, pues estos “nuevos hombres” actúan y
viven como todo lo contrario de lo que predican.
Este libro de cómo ser socialista es parte
integral del proceso de ideologización que mantiene el gobierno chavista en
escuelas y casas de estudio del país, su publicación y distribución es masiva,
y quedará para la historia como testimonio de la burla permanente de estos
revolucionarios de maletín.
El socialismo bolivariano chavista es la más
absurda y patética versión del comunismo, leer este compendio de virtudes y ver
lo que sus hombres y mujeres hacen con la vida y la dignidad del pueblo de
Venezuela, solo provoca asco. -
saulgodoy@gmail.com
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