Muchos
pueblos tienen él orgullo de presentar
un historial cargado de hechos significativos, por las diversas circunstancias
acontecidas a lo largo de su historia y La Guayra, la ciudad amurallada como la
llamó Luis Oscar Martínez, o la que por
sus calles empinadas orientan hacia el cielo, como las calles andaluzas, como
la llamó Andrés Eloy Blanco, es rica por su diversidad procera, libertaria,
científica y cuna de la civilidad
venezolana, como también la llamó el poeta cumanés.
Cada
vez que leemos crónicas históricas, así como escritos relacionados con esa
franja costera, encontramos nuevos elementos que nos alimentan para testimoniar
la grandeza de su historia, y eso es lo que estamos haciendo hoy al pretender
hacer un símil entre dos grandes hombres dedicados al estudio de la ciencia y
de la civilidad, José María Vargas y Jacinto Convit.
Cuando
nace José María Vargas en 1786, Venezuela va a sentir y vivir la grandeza de un
hombre dedicado a hacer bien sin mirar a quien, estudioso para buscar la
transformación de un país rural,
atrasado, en un país con sentido del orden y del progreso, con interés en la
formación de sus ciudadanos por los estudios, como base para el desarrollo de
la civilidad y la democracia. Uno de los
grandes homenajes que le dedicó el estado venezolano, a ese guayreño de
excepción, fue declarar como fecha del día del médico en Venezuela, el día de
su nacimiento el 10 de marzo, cuestión que ostentan con orgullo los venezolanos
en general.
Así
como La Guayra parió a José María Vargas,
a casi un siglo después de la muerte de este, va a llegar a La Guayra,
por los años de 1950, específicamente al lazareto ubicado en Cabo Blanco, en La
parroquia Maiquetía, un médico bisoño cargado de sueños y expectativas y de
ansias de trabajo por atender y curar a los enfermos que padecían una de las
enfermedades más segregacionistas de toda la historia de la humanidad, como es
la lepra.
Ahí
empezó a trabajar con el buril de su constancia el Dr. Jacinto Convit, en el Leprocomio de Cabo
Blanco, alternando con la UCV, en la cual mantuvo también su tenacidad
investigativa en el Instituto de Medicina Tropical, buscándole una solución al
problema que representaba dicha enfermedad. Así en ambas instituciones cada día
que salía el sol, renovaba sus bríos y deseos, contagiando a sus amigos y colegas acerca de la posibilidad de
descubrir la cura, razón por la cual alimentaba también a los que padecían de
dicha enfermedad a no desmayar y a dar la cara en los momentos difíciles,
afrontando el riesgo de recibir
expresiones dudosas, de quienes no entendían de la tenacidad ni del
optimismo del médico en el reto que asumía por el bien de la humanidad.
Esa
tenacidad y convencimiento de sus estudios, permitió que en el propio
Leprocomio de Cabo Blanco se instalase el laboratorio para estudiar los
diferentes casos que presentaban los enfermos, cuestión que le alimentaba en su
teoría acerca de la cura de la misma y
la búsqueda de los elementos que le proveyesen su razón existencial. Así fue
que cuando el antiguo Leprocomio dio paso al progreso por la construcción del
nuevo aeropuerto a partir de 1969, el gobierno decidió construir el Hospital
Martín Vegas en La parroquia Catia la Mar, sector Ezequiel Zamora y allá fue el
médico sanitarista cargado de sueños y saberes, con su compromiso benefactor.
En
ese nuevo laboratorio, experimentó con las diversas especies de animales hasta
conseguir al cachicamo, quien le va a producir la inmensa satisfacción de
proveerle la medicina para la cura milagrosa, que prácticamente ha erradicado
tan inogminiosa enfermedad de nuestro país, pero nos ha contado el Dr. Luis
Guillermo Pilonieta, alumno del Dr. Convit, que solamente en la India se han
curado 9 millones de enfermos, en Brasil 3 millones y en toda África, los
curados superan los 15 millones, razón por la cual en esa diversidad de países,
es visto prácticamente como un dios benefactor.
El
11 de septiembre de 2013, el Dr. Jacinto
Convit cumple sus primeros 100 años de vida, razón y motivo para que los
venezolanos en general estemos orgullosos de tener con vida a tan excelso
benefactor de la ciencia médica y para los guayreños, es otra satisfacción que
se suma a la honra de nuestro epónimo José María Vargas, ya que si él fue el
iniciador de los estudios médicos y sanitaristas en el país, ahora esta gloria
se complementa con lo hecho por el Dr. Jacinto Convit, debido a que los
espacios de la geografía guayreña fueron sede para que este nuevo redentor de
la ciencia médica pudiese culminar su investigación, que ha puesto en alto la
ciencia de la medicina y los estudios universitarios en ese campo.
Esto
nos lleva a expresar que el Dr. Jacinto Convit es honra y orgullo de la ciencia
médica y del gentilicio venezolano y guayreño en sí.
Rubén
G. Contreras G.
rubencontrerasg@gmail.com
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