“Una nación tratando de prosperar a base de incrementar impuestos, es comparable a un hombre con los pies metidos en una cubeta tratando de elevarse jalando el mango de la misma hacia arriba”. Winston Churchill
Peña
Nieto, finalmente enseña su juego proponiendo una reforma fiscal que desafía
todos los conceptos económicos que fundamentan la prosperidad de los países. El
presidente se decidió por la demagogia en contra del desarrollo económico, y se
tira a cargar de impuestos a la sociedad para que se sumen a los que ya cobra
el narco.
Yo
le recomiendo al presidente que examine la historia reciente de los EU para que
pueda observar cómo, primero, los impuestos excesivos y las malas políticas
monetarias lo hundieron y, después, la receta contraria lo sacó de esa infernal
crisis y le dio las bases para proyectarlo como la única potencia economía,
política y militar del mundo para, en época reciente, regresar al mismo infierno.
A
mediados de los años 70s los EU transitaba por una pesadilla económica. Los
economistas de esa época se rascaban la cabeza al observar que las recetas
tradicionales con las que habían manejado la avenida de los eventos económicos,
ahora no respondían.
El
FED emitía dinero de más y luego de menos. Nixon se convertía en Keynesiano e
instalaba un presupuesto para promover “empleo total.” Los déficits del
presupuesto se provocaban a propósito y también por accidente. La curva de
Phillips, ese “maravilloso instrumento” que los políticos utilizaban para
establecer un balance entre desempleo e inflación al mismo tiempo que
“entonaban” la economía, era establecida en los libros de texto.
El
dólar se devaluaba y se cerraba la ventana del oro. A los japoneses y alemanes
se les consideraba tercos y, lo peor, demasiado eficientes. Los precios y
salarios se congelaban. Al final de todos esos tratamientos, muchos se
empezaban a preguntar si el paciente no estaría más enfermo de lo que se había
considerado, o si la medicina aplicada lo estaba haciendo que empeorara.
En
medio de ese desorden una publicación en 1975 reportaba: “Ante la confusión de
nuestros Doctores económicos, sería saludable el buscar una segunda opinión.
Buscaremos a alguien que su diagnostico no tenga implicaciones políticas. Hay
dos expertos en estos momentos; Robert Mundell, un canadiense quien es profesor
en la Universidad de Columbia, y Arthur Laffer profesor de la Universidad de
Chicago. Durante los últimos años estos dos economistas han iniciado lo que
podemos llamar una revolución copérnica en el mundo de la política económica”.
Con el paso del tiempo estos hombres se identificarían como los padres del
Supply—Side, y Mundell ganaría el premio Nobel de economía en 1999.
La
mayoría de economistas de aquella época e inclusive en la actual, piensan que
las economías nacionales pueden ser independientes de las del resto del mundo.
Hoy día nos damos cuenta de que las economías son afectadas por los eventos
internacionales; ej. Si devaluamos, vendemos nuestros productos más baratos y
nuestra capacidad de compra (importaciones) se nos reduce dramáticamente.
Laffer
y Mundell desde esos años 70s gritaban a los cuatro vientos lo diabólico de las
devaluaciones. Las devaluaciones nunca han promovido el aumento de las
exportaciones y solamente provoca inflación en el país devaluador. Laffer y
Mundell afirmaban que el mundo sería un lugar más vivible con un sistema
designado para mantener los tipos de cambio de todas las monedas del mundo
fijos. De esa forma el mundo tendría una moneda común. Los intereses, precios,
e inflación sería la misma en todas partes.
“Se
puede expandir el PIB sin estimular la demanda, sino dando incentivos a la
oferta. El instrumento más efectivo que tienen los gobiernos para cambiar los
incentivos de los actores económicos es el sistema impositivo,” afirmaban. Hay
un intercambio macroeconómico entre trabajo y descanso. Una hora extra de
trabajo es balanceada contra una hora de descanso; al margen, un impuesto al
producto del trabajo cambia los precios en favor de la holganza. Así es que si
se reducen los impuestos se incrementará el trabajo productivo adicional, más
producción, más demanda agregada y más prosperidad.
La
teoría Supply—Side tiene su origen en la famosa ley de Say: “La oferta crea su
propia demanda. Los fabricantes pagan a sus trabajadores para manufacturar sus
productos, los trabajadores usan sus salarios para adquirir esos productos. Los
ahorradores prestan su dinero a los inversionistas que construyen las fábricas,
las utilidades que producen las fábricas van a pagar el capital e interés.
Precios más altos demandarán más productos, salarios altos demandará mas
trabajadores, y altos rendimientos demandará más inversiones. A menos de que el
gobierno intervenga, por ejemplo, fijando precios, los mercados aclararán los
caminos, y todo mundo estará feliz y satisfecho al lograr sus objetivos.”
Al
reducir los impuestos hay mas incentivos para trabajar y producir, el
consumidor con más dinero en su bolsillo demanda mas, las empresas con dicha
reducción tendrán más dineros en sus tesorerías para contratar más gente, hacer
las inversiones requeridas y enfrentar esa nueva demanda, producir más, al
haber más producción y más gente trabajando, la base impositiva es más alta,
los gobiernos reciben más impuestos aun cuando sus tasas sean más bajas.
Laffer
afirmaba; un impuesto de cero obviamente no produce ingreso para el estado,
mientras que un impuesto de 100% mataría las actividades económicas produciendo
al igual cero ingresos para el estado. El pensaba, debe haber una curva que
conecte ambos extremos y la curva debe de tener su punto alto en alguna parte
de su comportamiento. Es decir, llega un momento en el cual el incrementar las
tasas impositivas reduce la actividad económica y, como es obvio, los ingresos
del estado. Viceversa, en reducir impuestos en un momento dado, aumenta la
actividad económica y aunque las tasas sean menores, aumenta los ingresos del
estado.
De
las ideas de esos dos hombres nació pues la teoría económica que revolucionaria
el desarrollo futuro de los EU. Las ideas de libre mercado combinadas con
Supply –Side de Ronald Reagan, dictarían la pauta a seguir en el manejo
económico de la nación más poderosa sobre la tierra en la década de los 80s,
sentando las bases para el increíble desarrollo y prosperidad que vivió durante
dos décadas.
Pero
cayendo en la tentación de que todos paguen “a fair share,” Obama atiborra al
pueblo con impuestos y tenemos una economía estancada, amodorrada y sin poder
competir arrojando a los EU al lugar #12 del índice de libertad económica
mundial. La de México presenta los mismos síntomas y ahí permanecerá ahora con
el arnés fiscal del PRI. ¡Qué poco le duró lo estadista a Peña!
@elchero
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