Dele Ud. las vueltas que quiera: sin dólares
preferenciales brindados por CADIVI o algún fantasmagórico ente cambiario con
fuertes influencias sobre el Banco Central de Venezuela, PDVSA y/o Miraflores
no hay empresario del patio que pueda pagarle una presentación en Caracas a una
estrella del pop planetario como Beyoncé, de la que no puedo imaginar
“honorarios” que no ronden los trescientos, cuatrocientos o quinientos mil
dólares.
Ni soñar con traer a Juan Gabriel, al ya
hollywoodense Marc Anthony, a Olga Tañón, a Gilberto Santa Rosa o cualquier
otra “lumbrera” del sonido y la emoción del choubisnes por menos de doscientos
mil dólares. Monte la calculadora en su
celular, multiplique 200 mil por 42, doble el resultado para bordear los gastos
de pasajes, hotel, viáticos, producción y costos promocionales. Y dígame sin
que le quede nada por dentro: ¿es posible traer a todas esas señoras y señores
sin el patronato mafioso, oscuro y tenebroso del Estado y la gusanería
parasitaria que rodea los intereses del poder del régimen?
Esa es sólo una cara del asunto, que por
razones tan obviamente políticas como las que permitieron financiar esos
caprichos han hecho posible que una élite cuantitativamente no tan numerosa
como para permitir el autofinanciamiento del esfuerzo empresarial – por darle
algún nombre – se permita olerle efluvios a las funambulescas contorsiones de
las estrellas en cuestión.
La otra cara es más sórdida aún: ¿puede un
país que se desmaya de inopia, hambriento, ensangrentado por el hampa desatada
y carente de los más elementales insumos médico sanitarios darse “el lujo” de
asistir a los contoneos del charro de los suspiros traído a costos
estratosféricos por empresarios del espectáculo rojo rojitos bajo el patrocinio
de un régimen – de dientes afuera - abiertamente homofóbico? ¿Quién o quiénes
se están bajando de la mula para que una pandilla de sifrinos del sureste
caraqueño salten al ritmo de Miss Beyoncé? ¿Quién soltará el mazo de verdes
encantos para el ex de JLo?
Asombra la pasividad de quienes debieran
cautelar por nuestros escasos dineros, la prontitud en amparar negocios turbios
del choubis y la inefable estupidez e inmoralidad de quienes pagan mil o dos
mil dólares – preferenciales – para ir a mojarse el trasero en los espacios de
la Universidad Simón Bolívar, la terraza del Sambil o los espacios del
Poliedro.
Sodoma y Gomorra tienen quien les canten.
pedrolastra@gmail.com
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