martes, 17 de septiembre de 2013

ISAAC VILLAMIZAR, CREENCIAS IRRACIONALES

Estamos rodeados de creencias. Absolutamente todo nos condiciona en la vida. Padres, lugar de nacimiento y juventud, cultura, historia, familia, hermanos, amigos, escuelas y experiencias de todo tipo forman nuestras creencias. Unas son inculcadas. Otras son aprendidas. Muchas son generadas por nosotros mismos.
Las primeras creencias son legados de nuestros padres y abuelos. Luego vienen las de los maestros. Pero en cualquier caso, las percepciones de lo que pensamos sobre nosotros mismos, las que provienen  del entorno, así como lo que nos han enseñado desde pequeños, producen sentimientos en nuestro subconsciente, que proyectamos con nuestras convicciones a través de la personalidad.
Rafael Rodríguez Anzola, en su obra “A la luz de la sabiduría”, las denomina condicionamientos. Agrega que en la actualidad prevalece el paradigma que nos induce a creer que somos libres para creer lo que queramos. Esa es una falsa creencia que nos convierte en prisioneros de nuestros propios pensamientos. Liberarse completamente de los condicionamientos, asegura, es imposible. Pero verlos nos conduce a cerciorarnos de los que somos. Con los pensamientos que nos condicionan tenemos siempre que vivir, sin embargo, nunca seremos libres si no llegamos a percatarnos de que las ideas, cualesquiera que sean, si no trascendemos el pensamiento, nos esclavizan.  
Es cuando entonces nos damos cuenta que los problemas más grandes que generan las creencias personales ocurren cuando se vuelven verdades indiscutibles, en dogmas universales, tanto en las personas como en la sociedad. 
Son monolitos convertidos en modelos difíciles de romper. Rafael Santandreu se refiere a ellas como creencias irracionales, pues son catastróficas, inútiles y dañinas.  Sus efectos son terribles. Pueden llegar a distorsionar las percepciones de nosotros mismos, restándoles objetividad a nuestros criterios. 
Bien cimentadas en nuestro interior, estas creencias irracionales hacen que afloren en nosotros emociones exageradas, especialmente la del miedo, pues nos crean un universo personal lleno de terribles amenazas. “¡Debo hacerlo todo muy bien!” “¡La gente me debería tratar siempre bien, con justicia y consideración!” “¡Las cosas me deben ser favorables!”  Caso contrario, nos sentimos amenazados. Pero estas amenazas en realidad, sólo existen en nuestra  cabeza. Son  invenciones de  la  fantasía,  que no tiene límites. Resulta que la vida es mucho más sencilla, segura y alegre que todas esas creencias.
La lista de las creencias irracionales es interminable. Necesito tener a alguien a  mi lado para ser feliz. Tengo que ser alguien en la vida para no sentirme fracasado. La virginidad es sinónimo de pureza. El dinero es malo porque corrompe las conciencias. Debo tener una casa propia. La soledad es muy mala; debo tener a alguien cerca para no ser desgraciado. Los hombres son más fuertes que las mujeres. Los hombres no lloran. Lo deseable es vivir mucho tiempo, cuanto más, mejor: ¡incluso cien años o más! Si mi pareja me es infiel, no puedo continuar con esa relación. 

En fin, todas estas creencias irracionales lo que nos originan son malestares neuróticos, ansiedad y depresión. Si limpiamos nuestra mente de exigencias irracionales, si dejamos a un lado la tendencia de que necesitamos esto o aquello para sentirnos bien, nos daremos cuenta de lo mucho que ofrece la vida para disfrutar, de que la sabiduría está en ser feliz con casi nada. 

isaacvil@yahoo.com

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