domingo, 22 de septiembre de 2013

ELSA CARDOZO, ENTRE FIDEL Y RAÚL

Ya Venezuela y Cuba no marchan en la misma dirección. Así lo escribe Américo Martín en las últimas páginas de Huracán sobre el Caribe (UCAB, 2013) cuando contrasta la persistencia del impulso estatizador del régimen venezolano con las reformas “desestatizadoras” de la economía que de modo lento e ineficaz ha echado a andar el sucesor de Fidel Castro. 

Eso no niega, como lo escribe quien ha estudiado y vivido muy de cerca los viejos y nuevos cruces en las historias de los dos países, que en ambos se mantenga la hostilidad hacia el pluralismo político y que los dos estén “en el umbral de una era de dificultades que pueden llegar a ser inmanejables”.

A esas consideraciones finales nos conducen con peculiar fluidez, entre las precisiones y los juicios que se puede permitir el buen conocedor, los quince capítulos de este libro. Sus páginas atraviesan las tramas que rodearon la salida de Fidel Castro y el ascenso de su hermano Raúl al poder sobre una economía en ruinas. Entre uno y otro, la consigna “patria o muerte” se transformó en “ahorro o muerte”.

Para comprender el origen del derrumbe, reiteradamente atribuido al bloqueo, esta lectura ilumina otros problemas de fondo. Por una parte, el pobre aprovechamiento de los cuantiosos subsidios –soviético por treinta años y venezolano, que se acerca a los quince– para hacer productiva la economía de la isla. Y, detrás de esa dependencia crónica, la figura de Fidel Castro; como nos dice Américo Martín: “Invencible en el arte de hacer promesas infladas”, siempre inclinado a “convertir decisiones económicas importantes en grandes jornadas propagandísticas” cargadas de militarismo y cada vez más temeroso de una “perestroika” en Cuba, de que la revolución no fuera irreversible, como había hecho acuñar en la Constitución.

Con signos inocultables del derrumbe, después del auge y la caída de varios “delfines”, el poder pasó a manos del menos viejo de los Castro, ya octogenario. Manos abiertas para los inversionistas y entreabiertas para algunos gestos políticamente apaciguadores, como las consultas para preparar los “Lineamientos de la política económica y social” entre 2010 y 2011 y la liberación de presos políticos en entendimiento con la Iglesia, hasta cierto punto y momento. Porque en materia de reformas políticas el puño se mantiene bien cerrado.

La lectura de Huracán sobre el Caribe asoma interesantes preguntas sobre la transición cubana, a cargo del mejor representante de la vieja guardia, que ha hablado de “cambiar la paralizante mentalidad excesivamente conservadora” pero que ha colocado en primera línea a contemporáneos suyos –entre otros, Ramiro Valdés– vinculados a la represión del “quinquenio gris”, tan benignamente bautizado. A la vez, es visible la incorporación de cuadros emergentes cercanos a Raúl Castro sometidos a escrutinio para el relevo, como es el caso del vicepresidente Manuel Díaz-Canel. Otra pregunta, sobre la que Américo Martín nos ofrece su perspectiva, se refiere al impacto social y político de las reformas, no obstante su lento ritmo y muy limitado alcance, sobre un país tremendamente empobrecido.

Al volver sobre las primeras líneas de estos comentarios no es difícil concluir que incluso frente a la Cuba que se caracteriza en Huracán sobre el Caribe, el régimen venezolano –tan atado a la Venecuba de Hugo Chávez y Fidel Castro– se nos presenta estancado en el derrumbe y empeñado en hacerlo irreversible.

ecardozo@neblina.reacciun.ve

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