sábado, 28 de septiembre de 2013

EDUARDO MACKENZIE, CASO OSWALDO PAYÁ: CRIMEN DE ESTADO EN CUBA

Durante dos horas los periodistas que escuchábamos a Ofelia Acevedo hicimos un descenso vertiginoso hacia el infierno castrista. En la sede del Press Club de París, la viuda de Oswaldo Payá expuso los argumentos se le permiten decir que la muerte del célebre disidente cubano, el 22 de julio de 2012, no fue un “accidente” sino un asesinato de la policía política de Cuba.

Ese día, el fundador del Proyecto Varela, un movimiento pacífico que pide a La Habana garantizar las libertades de expresión y de reunión al pueblo cubano, por el cual Payá recibió de la Unión Europea el Premio Sajarov, se dirigía por tierra hacia Santiago, al este de la isla. Tres personas más lo acompañaban: Harold Cepero, un militante del movimiento cristiano Liberación, y dos defensores de derechos humanos, el sueco Jens Modig y el español Ángel Carromero. De repente, a las dos de la tarde, en plena carretera, no lejos de Bayamo, el auto, conducido por Carromero, fue embestido violentamente por otro vehículo.

¿Qué ocurrió exactamente? El gobierno guarda silencio. “No hay siquiera una versión oficial”, dice Ofelia. “La televisión cubana, controlada por la dictadura, pretende que hubo un accidente de tránsito, que Carromero conducía a alta velocidad y se había estrellado contra un árbol”, agrega. Y que así Payá y Cepero perdieron la vida, mientras que Modig y Carromero quedaron heridos.

Ofelia Acevedo y su hija Rosa María Payá rechazan tal interpretación. Ellas afirman que Payá y Cepero salieron vivos del choque y fueron ultimados después por hombres que los seguían desde que salieron de La Habana. La actitud de las autoridades es, ciertamente, muy sospechosa: ellas nunca recibieron el informe de los policías que dicen haber acudido al lugar del “accidente” y nunca obtuvieron copia del informe de las autopsias practicadas a los dos difuntos.

Lo único que sabe Ofelia es que los cuerpos inanimados de Oswaldo Payá y de Harold Cepero aparecieron horas más tarde en un hospital de Bayamo. A las 8 de la noche de ese mismo día, un domingo, amigos de Oswaldo pidieron ver los cadáveres. Los policías les impidieron acercarse, pero de lejos “vieron el cadáver de Payá sobre una camilla y notaron que tenía una jeringa clavada en la ingle”, indica Ofelia.

Al día siguiente, cuando ella pudo llegar al hospital, le permitieron ver el cadáver de su esposo pero antes le ordenaron: “No le toques la cabeza”. “La cabeza de Payá fue reconstruida, después de haber sido destruida”, concluye Ofelia. Y agrega: “El no tenía ningún golpe en el cuerpo”. El otro muerto, Harold Cepero, fue rápidamente acusado de “transportar bombas que iban a explotar en Santiago” y que era un “narcotraficante”. Más tarde la prensa agregó que había muerto a las 6 de la tarde de ese domingo por una “trombosis” causada por el “accidente”. Nadie ha podido verificar eso hasta hoy.

No se sabe quien llevó al hospital a los heridos. Ni qué ocurrió dentro de la ambulancia que transportó a Payá y Cepero. ¿Fue allí donde les dieron muerte? Los dos sobrevivientes se encontraron en un hospital pero no vieron ni supieron nada de Oswaldo ni de Harold. La televisión aseguró que Payá había muerto “instantáneamente” y que unos campesinos eran “testigos” de eso.

Rosa María Payá llamó a su padre, a su teléfono portable, poco después del “accidente”. Este no le contestó. Un oficial de la policía lo hizo pero fue un supuesto médico legisla quien habló. Le dijo que ese teléfono había sido hallado en el vehículo. Lo que no es cierto, dice Ofelia, pues a esa hora el cuerpo de Payá “yacía todavía tirado en la carretera, pues no fue llevado inmediatamente al hospital”.

La policía convocó días después a Ofelia para sugerirle que presentara una demanda contra Carromero por ser el “culpable” del “accidente”. Ella rechazó tal idea. En todo caso, no la dejaron hablar con él ni con Modig, quienes estaban heridos y detenidos. “Ángel fue drogado y torturado psicológicamente para que olvidara lo vivido y aceptara la versión de la televisión”, asegura Ofelia. Igual suerte corrió Jens. Semanas después éste pudo viajar a Suecia. Pero aún hoy guarda silencio incluso allá. Dice que no se acuerda de nada, que le advirtieron que se “había metido en problemas con el gobierno cubano” y que sigue con miedo.

Ángel Carromero fue dejado en libertad en diciembre y regresó a España. El nunca aceptó la acusación que le hicieron. Su abogado y los peritos demostraron que no era posible que él hubiera conducido a alta velocidad. Payá le había pedido que condujera despacio para no darle pretextos a la policía para que los detuvieran y, además, la carretera no se prestaba a juegos de esa naturaleza. Carromero explica que al salir de la autopista nacional, entró en una carretera no asfaltada y a una velocidad muy moderada por orden de Payá. Estima que probablemente estaban siendo seguidos desde que salieron de La Habana. “Harold llevaba dos teléfonos portables y Oswaldo también. Esos teléfonos fueron entregados a las familias. Los de Cepero no tenían las tarjetas SIM. “Dijeron que estos teléfonos no tenían esas tarjetas cuando fueron encontrados”, subraya Ofelia.

Ese detalle es importante. Los dos extranjeros enviaron textos SMS a sus países horas después del accidente pues temían que los mataran. Dijeron que estaban rodeados de militares. Un mensaje de Jens, enviado a su amiga en Suecia, dice: “No tengo nada grave, estamos en un hospital, no tengo mi pasaporte”. Esos SMS fueron publicados por Ofelia. Allí las víctimas dicen que fueron embestidos por un auto y llevados a un hospital. Ángel siempre dijo que no recordaba haber chocado contra un árbol.

El 6 de marzo de 2013, Carromero declaro al Washington Post que un auto los había golpeado y sacado de la carretera pero que ese golpe no era como para que alguien muriera. Oswaldo Payá y su familia recibían con frecuencia amenazas de muerte. Un día, alguien aflojó los tornillos de las llantas de su viejo Volkswagen. Según Ofelia, el 2 de junio de 2012, días antes de la tragedia, hubo un primer atentado. Payá conducía en compañía Cepero. De repente, cerca de La Habana, un vehículo los embistió y ellos quedaron volcados a un lado de la carretera. Heridos, rápidamente fueron sacaron del lugar. El chofer que los embistió acusó a Payá de haber sido el responsable del accidente.

Semanas después, Ofelia pudo examinar el lugar del accidente fatal. “La carretera es amplia y destapada. Hicimos un test para saber si un vehículo que iba muy rápido podía salirse de la ruta si frenaba bruscamente. Comprobamos que no. No hay desnivel entre la carretera y el terraplén”, precisó. La televisión dice que el vehículo de Payá hizo varios toneles, recorrió así 60 metros y se precipitó contra un árbol. “El único árbol del lugar no tiene huellas de choque. Hicieron un montaje para disfrazar el asesinato”, insistió Ofelia.

Ofelia y toda su familia lograron salir de Cuba y asilarse en Estados Unidos. Pero aún allá siguen recibiendo amenazas, mediante anónimas llamadas telefónicas donde preguntan por Rosa María. Ofelia Acevedo de Payá vino a Europa para pedirles al gobierno francés y a la Unión Europea que apoyen la conformación de una comisión de investigación que descubra la verdad de lo ocurrido el 22 de julio de 2012. En Ginebra, la Relatoría de Crímenes Extrajudiciales de la ONU, parece dispuesta a abrir esa investigación. Pero ésta podría durar años: el primer paso será pedirle explicaciones a La Habana, quien permanece hasta hoy totalmente muda. “Es decisivo que los gobiernos le exijan a Cuba colaborar con la investigación para que ésta avance”, declaró Ofelia Acevedo.

Exhortamos desde aquí a la canciller María Ángela Holguín para que muestre algo de compasión ante el caso de Ofelia Acevedo y de su familia, víctimas inocentes de la dictadura totalitaria de los hermanos Castro, y apoye la investigación que la ONU acaba de comenzar sobre el caso Payá.

eduardo.mackenzie@wanadoo.fr

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